El escudero youtuber

Capítulo 4: El Velo y el Plazo de Entrega

Título del vídeo de YouTube: Los dragones son REALES pero los plazos de entrega son PEORES |Revelación dimensional

El polvo de energía estática aún danzaba en los rayos del atardecer que se filtraban por la ventana del apartamento. Un silencio incómodo, cargado de la adrenalina de la reciente pelea, se había instalado entre ellos. Harold, todavía con la respiración un poco entrecortada, miraba fijamente a Edward, quien limpiaba la hoja de su espada con un paño con movimientos pausados y expertos.

La mente de Harold, sin embargo, no estaba en la limpieza del arma, sino en la criatura que acababan de enfrentar: una masa de energía estática y fragmentos de audio distorsionado, un gusano espectral que zumbaba con caos.

"Espera un momento", rompió el silencio Harold, su voz un poco más aguda de lo normal. "¿Eso de antes?", dijo recordando la explicación del caballero, "¿Ese... monstruo? ¿Acaso es habitual en tu tiempo que pelees con cosas como esa?"

Edward no alzó la vista de su tarea, pero un leve suspiro escapó de sus labios. Su tono fue calmado, impregnado de la pesadez de quien habla de lo cotidiano.
"Velar por la seguridad de los inocentes contra las bestias que surgen de las grietas del mundo,ya sean de carne y hueso o de pura esencia corrupta, es uno de los juramentos más sagrados de la Orden del Grifo. Es parte del tejido de nuestra existencia, como lo es para un granjero arar la tierra."

La cara de Harold se iluminó de inmediato, la fascinación reemplazando al asombro. Se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con la chispa de un cronista ante una historia épica.
"¿De verdad?¡Cuéntame! ¿Cuál ha sido el monstruo más peligroso contra el que has luchado?"

Edward dejó el paño a un lado y por fin miró a Harold. En sus ojos grises, el joven pudo ver el destello lejano de memorias de batallas libradas bajo cielos desconocidos.
"Si tuviera que escoger uno...",dijo, su voz grave. "Los dragones, sin duda. Son una prueba definitiva para cualquier guerrero."

"¿Dragones?", Harold soltó una risa incrédula. "¡Pero si son un mito!"

"Aquí, quizás", concedió Edward con una leve inclinación de cabeza. "En mi tierra, son criaturas tan reales como tú y yo. Son territoriales y bastante solitarias. Prefieren las montañas altas, donde el viento lame las cumbres desnudas y sus tesoros brillan bajo el sol."

Fue entonces cuando, de repente, las piezas encajaron en la mente de Harold con un golpe casi audible. No era solo la mención a los dragones; era la suma de todo: la magia, las bestias.

"Edward", dijo Harold, su tono cambiando de la emoción a una lenta y profunda revelación. "Creo que ha habido un malentendido fundamental aquí. Todo este tiempo... yo creía que venías del pasado. Pero resulta que, al parecer... no es el tiempo lo que nos separa."

Hizo una pausa, buscando las palabras correctas, las que había escuchado en documentales y artículos de ciencia ficción.
"Vienes de otro mundo,¿verdad? De otro universo, paralelo al nuestro. Semejante en algunas cosas, pero en el que la magia... la magia es real. No es que el tiempo nos separe, Edward. Es un velo dimensional."

Edward lo observó en silencio, procesando la terminología extraña pero sorprendentemente precisa.
"No entiendo mucho lo que son los'universos paralelos'", admitió Edward, frunciendo el ceño ligeramente. "Pero en los mitos más antiguos de mi Orden, se habla de 'mundos espejo' y 'telas de la realidad'. Las palabras que usas tienen una lógica que resuena. En mi reino, la magia es tan tangible como lo es para vosotros el aire que respiráis. Los dragones, los espíritus susurrantes del bosque, los gnomos herreros que forjan armas en las entrañas de la tierra... no son mitos. Son vecinos, aliados o, a veces, enemigos. Aquí, vuestros rascacielos tocan las nubes; allí, lo hacen las torres de cristal de los hechiceros. Aquí, domináis la electricidad; allí, domamos las corrientes de éter."

"¡Otro universo!", exclamó Harold, saltando de su silla. Su entusiasmo era tan palpable que casi se podía tocar. "¡Eso es mil veces más increíble que ser un viajero en el tiempo! ¡Tienes que contarme todo! ¿Cómo son en verdad las ciudades? ¿Los grifos son buenos para volar? ¿La comida mágica sabe diferente? ¡Podría hacer una serie entera! 'Manual de supervivencia para un universo mágico', ¡sería un éxito absoluto!"

Se levantó como un resorte, los ojos escaneando la habitación en busca de un cuaderno donde plasmar la inmensidad de las posibilidades que se abrían ante él. Pero justo entonces, su teléfono estalló en la mesa con una sucesión estridente y urgente de alarmas.

Harold miró la pantalla y su rostro, lleno de asombro un segundo antes, palideció al instante.
"¡Ah,no!", gritó, arrebatando el dispositivo. "¡El proyecto de la universidad! ¡Se me venció el plazo de entrega en media hora, y el profesor es un tirano que no acepta retrasos!"

El universo entero, con todos sus dragones y maravillas, se desvaneció de su mente, reemplazado por el pánico académico. Corrió hacia su mochila, sacando carpetas y su portátil en un torbellino de desesperación.
"Edward,lo siento, ¡esto es urgente!", vociferó, ya sentado y con los dedos volando sobre el teclado. "¡Guarda esa historia, no se te olvide! ¡Tienes que contármelo TODO luego, lo prometes!"

Edward se quedó de pie, observando cómo el joven se sumergía en un caos de papeles y archivos digitales. La monumental revelación de realidades alternas y bestias legendarias había sido completamente opacada por la tiranía de un "plazo de entrega". Una sonrisa pequeña, cargada de un humor resignado, se dibujó en sus labios.

"Un mundo entero de maravillas", murmuró para sí, dirigiendo su mirada hacia la ciudad que centelleaba tras la ventana, "eclipsado por un documento. Este lugar, sin duda, nunca dejará de sorprenderme."




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