El Espectro en el Cobertizo

V - EL LIBRO

Atardecía con lentitud en una de las colonias mas añejas de Canadá, Crystal Forest, a pocas horas de Ottawa. Madre e hija habían compartido un estofado de venado con patatas marinadas, servicio dispuesto por la abuela.

Asimismo, para salvar a la pequeña Bell, su madre le había ofrecido la bufanda de su pertenencia para así no preocupar demasiado a la madre mayor. Por fortuna, ambas bufandas eran similares y, quizás, la abuela no lograría individualizarlas con facilidad.

Bell disfrutaba la lectura de un libro de especies misteriosas de duendes y criaturas encantadas del bosque. Se trataba de una enciclopedia ilustrada con diversos ejemplos de leyendas Un manuscrito dedicado a niños, curiosos. Además, la abuela poseía uno más interesante y se lo habría prometido para cuando alcanzara sus 18 años. La obra, arrugada por los cientos de años desde su publicación poseía un autor anónimo, lo que le brindaba una brecha libre de opinión hacia su credibilidad. Por lo que, ninguna enciclopedia carecía de mención de autoridad.

La abuela había sido una bibliotecaria muy orgullosa, que prefería conservar el fondo bibliográfico obsoleto antes que expurgarlos. Y así, entre tantos libros y manuales, halló aquella reliquia ilustrada para adultos.

Mientras que la madre de Bell, al crecer junto a tan inmensa biblioteca de centenares de estantes, optó por el oficio de ser maestra. Esto era una constante ante su intención clara de corregir el vocabulario de su hija.

 – ¿Por qué no se quedan? –

Clamaba alegre la abuela Nona.

Y aunque en Bell se notara la animosidad delante de tantos libros interesantes, su madre negaba en silencio. A saber de cuántas tareas pendientes estaría reflexionando...

 El atardecer concebía los últimos minutos de suplicio ante la llegada del frío y, a medida conversaban, la abuela se disponía a preparar el hogar a leña.

 – De paso visitas la preparatoria y le enseñas a Bell donde creciste –

Insistía la abuela, acariciando el cabello de su nieta.

 – Mamá... Ya la conoce –

Respondía, de brazos cruzados.

 – La mirada cambia con los años Abelita. Lo sabes tú mejor que nadie –

Y, faltando más, la madre de Bell acabó convencida. Además que no le inspiraba mucho la carretera nevada durante la noche. Siempre prefería conducir en horas diurnas.

 – ¿Qué más podría pasar? –

Indagaba la abuela.

 

¿Y qué más podría pasar? Te preguntarías tú...



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En el texto hay: misterio, gore, sobrenaturales

Editado: 19.10.2022

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