El Espectro en el Cobertizo

XXI - LO INCOMPRENSIBLE

En una inaudita carrera entre clima y tiempo, Jeff consiguió alcanzar al mentecato muchacho que dándose a la fuga, temeroso, peligraba en el interior del bosque. Y, en lo que lograba apaciguarlo, volvió a oír un nuevo disparo de la carabina.

– ¡Regresemos, aprisa, chico! –

Zamarreándole, del abrigo, perdió su intento de antorcha, cuya llama prácticamente se había desvanecido por la tormenta. Regresaban en una penumbra tal que apenas lograban advertir la blancura de la superficie.

No obstante, Jeff podía andar en varios kilómetros a la redonda. Puesto que había vivido en el área lo suficiente como para conocer en dónde pisar y dónde no.

– T... Tú no entiendes. Había una cosa creepy, Jeff –

Más agobiado por el temporal, el hombre hizo caso omiso al comentario y obligó al muchacho a avanzar.

Entretanto, Rob había logrado encontrar al malherido muchacho en el interior del galpón y, bajando la guardia, tomó la linterna y exclamó:

– No hay ningún oso aquí. ¡Sal! –

Y, ante la incertidumbre, alumbró al muchacho quién presionaba alguna clase de corte a la altura del cuello.

– A... Yu... Da... –

En lo que planeaba asistirle, palideció al ver como su esquelética extremidad, sosteniendo al Cristo redentor apuntaba hacia él. Debajo se veía un montículo de carne, cera y sangre sobre la nieve.

Y con agudos reflejos, Rob, comprendió que el victimario de tal acontecimiento yacía a su espalda...

En lo que giraba su cuerpo, alertó un trozo de pezuña machucada, una bufanda a rombos que colgaba del techo y huellas sangrientas por doquier.

Durante la travesura, alcancé su espalda y, en lo que me apuntaba el rifle, alcé una extremidad que asemejaba a una zarpa de negruzcas garras y logré desviar el disparo.

– ¡¿Qu.. Qué?! – Clamó Rob, fuera de sí, y me recliné sobre la nieve. Sin dilación, giré tan veloz mi zarpa restante que desgarré su rótula en un abrir y cerrar de ojos.

En medio del feroz grito del muchacho y el torrente sanguíneo, me acerqué, como quién se aproxima a una fuente a beber...

Y a medida Rob caía de espaldas, advirtió como su compañero, a quién intentaba ayudar, se hizo presente, con una sed angustiante y, abriendo sus fauces, procedió a succionar la esencia.

Faltando más, entre alaridos de suplicio, Rob apuntó su rifle a mi rostro y descargó el disparo atravesándome un ojo.

– ¿Rob? – Clamaba Jeff, más tarde, a los metros...

Y la nieve jamás cesaba de caer...



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En el texto hay: misterio, gore, sobrenaturales

Editado: 19.10.2022

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