El Espectro en el Cobertizo

XXIII - HOGAR, DULCE HOGAR

Ante el reconocimiento de los ambientes, el hombre trabó la puerta y se aseguró que Abela y su hija no se hallaran presentes. Luego, tomó una escopeta de caño recortado que permanecía colgada junto al hogar hacía cerca de 5 años y, revisando diversos cajones de los muebles extrajo suficientes municiones. No perdía de vista los recuadros de su hija en la alacena.

Se resguardó en una esquina, intentando calmar los nervios cuando, de repente oyó sonar como tocaban a la puerta.

 Toc Toc

Un cobertizo sin puerta era acceso sencillo. Pero no podía avanzar a la cabaña sin el permiso del huésped, lo que arruinaba toda diversión.

Empero, mis décadas de caza me habían concedido una sabiduría muy amplia, a diferencia de mis esbirros.

– Creepy –

Jeff oyó el murmullo de aquella voz conocida, y observó desde la ventana. Sobre la hamaca, adónde Bell me hubiera advertido dos noches antes, se hallaba el muchacho. Solitario y malherido, con un aparente corte a la altura del cuello.

Y, en medio de la consternación y los incesantes golpes en la puerta, Jeff tomó el tubo del teléfono e hizo la pertinente denuncia a la policía forestal.

– ¡Jeff! ¡Ayúdame! – Gritaba desconsolado el muchacho.

Finalmente, Jeff, cargando su recortada, optó por patear la puerta de salida y salvar al mismo.

En medio de la penumbra contemplaba el descenso más calmado de los pompones de nieve. El clima había cambiado lo suficiente como para respirar con cautela. Sin aparentes presencias hostiles encontró al muchacho sentado. Pretendía llevárselo dentro de la cabaña y lo arrastraba debido a su debilidad.

Lo que menos podía imaginar es que yo le observaba desde el interior de la casa, junto a los cuadros de Bell.

Belladona... – Exclamé, sombríamente, y Jeff se volteó aterrorizado.

Luego, disparó hacia mi dirección pero, en presencia de sangre fresca, mis movimientos eran mucho más ágiles. En un recorrido de desvío destrocé numerosos adornos.

El hombre tomó un cartucho y, alzando la escopeta, buscó al objetivo.

Mi macabra risa resonaba en las alturas del altillo.

– Su hija sabrá deliciosa. Casi como cuando desgarras el envoltorio de un chocolate y te dispones a engullirlo –

 

La siniestra voz era lo suficientemente espeluznante como para perder la cordura. Sin embargo, el hombre estaba dispuesto a matar o morir a costa de salvar a su familia.

– ¿Qué dirá cuando encuentre a su padre desangrado en la carretera? –

Añadí, más tarde, y oí los pasos veloces del astuto hombre que subía las escaleras.

En medio del suplicio, de su indecisión sobre ingresar al altillo y enfrentarme o mantenerse a cubierto, descubrí un desalentador pronóstico.

La noche estaba aclarando lentamente... Debía fugarme...



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En el texto hay: misterio, gore, sobrenaturales

Editado: 19.10.2022

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