—¡Por supuesto que puedes quedarte en mi casa!
Lo único que te pido es que no te acuestes con mi esposo…
Pensamiento de Verushka-
CAPÍTULO 1
Dicen que los amigos se conocen en las malas y puedo dar fe de eso. Cuando Alessandro me engañó con una persona que consideraba mi amiga y despojándome de todo lo que juntos habíamos construido, Verushka me acogió en su hogar. Me abrió las puertas de su casa sin hacer demasiadas preguntas y por eso le estaré eternamente agradecida.
—No se diga más, Isabella. Quédate en mi casa todo el tiempo que sea necesario —me ofreció con hospitalidad.
—¡Te lo agradezco tanto! —le expresé con total sinceridad.
Crucé la puerta de su casa con un poco de recelo. En los últimos años habíamos estado un poco alejadas la una de la otra. Nos conocíamos desde niñas y fuimos juntas al colegio. En aquella época hacíamos todo juntas, desde ir al cine hasta acampar en las montañas en los días de verano. Pero luego, en los años universitarios, comenzamos a tomar caminos diferentes y nuestras carreras y vidas personales tomaron otros rumbos. Sin embargo, siempre buscamos estar en comunicación aunque fuera una vez al año con alguna postal de navidad o algún esporádico mensaje celular. Ya no nos contábamos nuestras cosas, ni hablábamos de los chicos que habíamos conocidos. La relación se enfrió de tal manera que nunca supe cuándo ni con quien se casó. No obstante, luego de intentarlo con varias amistades y recibir un sinnúmero de excusas, me comuniqué con ella casi sin esperanzas y Verushka fue la única que sin chistar me invitó a quedarme en su casa. Confieso que me asombré pero así fue. Ella me dio la mano cuando otros voltearon la espalda.
—Aquí estarás cómoda. Siempre tengo listo el cuarto de visitas. Además, ya he puesto sábanas nuevas y limpias especialmente para ti —me informó mientras tomaba la maleta de mi mano y me invitaba a sentarme para que me relajara.
—No sé si hago bien en quedarme. Estas casada y quizás a tu esposo no …
Verushka me interrumpió y no quiso escuchar dudas sobre aceptar su ayuda.
—Shussh…no seas tontita. Será algo temporal y además mi amorcito está en un viaje de trabajo. No regresará hasta dentro de un mes — me aseguró.
Escuchar aquello me dio alivio. A la verdad que en aquel momento no tenía muchas otras opciones ni dinero para pagarme un hotel. Mi familia vivía lejos y el infeliz de Alessandro era todo lo que tenía en la vida hasta aquel momento. Descubrir el miserable engaño del hombre que juró amarme y que luego encontré en mi propia cama con otra, me había dejado mal en todos los sentidos.
Me mostró la recámara que ocuparía y me dejó sola para que me acomodara. En cuanto cerró la puerta, me lancé a llorar sobre la cama ¡Me sentía tan desolada! Las lágrimas negras mancharon un poco la almohada pero me sentí más desahogada cuando pude liberar de mi aquel dolor e impotencia que sentía.
—¡Me lo vas a pagar caro! —dije en voz alta queriendo exteriorizar mi deseo de venganza y mi dolor.
No me di cuenta ni cuando me quedé dormida pero no desperté hasta el siguiente día. Me levanté con pereza y me obligué a darme una ducha. Por fortuna era sábado y estaba libre de mi trabajo. Tenía tiempo para organizar mejor mis ideas antes que llegara el lunes y todo se volviera un caos nuevamente en la oficina donde debía enfrentarme a Alessandro y a la estúpida que encontré en la cama con él.
Cuando bajé a la cocina, hice desayuno para mí y para Verushka. Seguro volvería hambrienta de correr sus tres millas matutinas.
—¡Vaya, aquí huele rico! —exclamó al entrar por la puerta entre sudorosa y agitada.
—He preparado desayuno para las dos. Ve a darte un duchazo rápido que te espero para que desayunemos juntas —le indiqué apresurándola para que no se enfriara el delicioso desayuno cuyo olor ya me había despertado un apetito voraz.
—Se ve delicioso. Me bañaré rápido y enseguida estoy de vuelta —.
—No te demores, que me muero del hambre.
Verushka se perdió tras la puerta de su recámara mientras yo me quedé preparando la mesa. Me empeñé en que todo quedara espléndido pues quería demostrarle de alguna forma mi agradecimiento por haberme recibido en su hogar cuando más lo necesitaba.
Su celular comenzó a timbrar y ella pareció escucharlo a la distancia porque me pidió revisar la pantalla y decirle quien llamaba.
—¡Ahí solo dice “Mi amor”! Supongo es tu esposo, no? —le grité desde fuera de la puerta esperando que me escuchara y me diera instrucciones sobre qué hacer.
—¡Sí, es él! ¿Puedes tomarlo y decirle que me estoy bañando y que lo llamaré de vuelta en cuanto salga? —me instruyó a bocajarro desde el baño.
Tomé el celular en la mano y contesté.
—¡Hola!
Un silencio se escuchó al otro lado. Oía la respiración y sabía que había alguien al otro lado de la línea pero quienquiera que fuera tardó en responder al saludo.
—¿Verushka? ¿Eres tú? —preguntó la voz vacilante.
Me estremecí al escuchar la voz. Un escalofrío recorrió mi cuerpo comenzando desde abajo y trepidando electricidad por mi espalda hasta erizarme. La entonación de aquella voz, la manera de pronunciar las palabras, el color que emitían sus sonidos. Todo me lo recordaba.
Salí de mi estupor cuando él insistió al no escuchar respuesta en los largos segundos que precedieron.
—No soy Verushka. Soy una amiga que está de visita. Ella se está bañando y me pidió que contestara.
Nuevamente enmudeció el otro lado de la línea. Un silencio incómodo se sentía a través del auricular y por un momento que pareció eterno ninguno atinó a decir palabra.