“No olvides que todavía eres mi esposa.”
Pensamiento de Alessandro
CAPÍTULO 9
—Sabía que me llamarías. La respuesta a tu pregunta es air tag. —respondió en cuanto le pregunté sobre cómo pudo obtener aquellas fotos y videos.
Debo reconocer que desconocía esa moderna tecnología que se utiliza para lograr localizaciones por medio de un rastreador electrónico. Cuando el dispositivo se coloca en un objeto, se puede lograr su localización utilizando el teléfono celular. Aranxa insertó el dispositivo en el bolso de Massiel y así lograba rastrearla.
—¿Cómo tuviste acceso al bolso de Massiel? —inquirí inquieta porque ya había deducido que aquella pelirroja era de armas tomar, temeraria y estaba dispuesta a todo.
—Haces demasiadas preguntas que no vienen al caso. Lo que importa es el contenido —respondió altanera.
De un momento a otro Aranxa había pasado de inspirar lástima con su historia de mujer embarazada y sufrida a ser una arpía que bien supo sacar las garras cuando se sintió perdida. No que Massiel mereciera consideraciones pero la pelirroja tampoco era una blanca paloma.
—No me prestaré a tu juego, no me interesa ninguno de ustedes. Ni tú, ni Massiel ni Christian y mucho menos Alessandro. No quiero saber nada del enredo que tienen —atajé sin miramientos.
Hubo un silencio al otro lado de la línea. Podía escuchar su respiración sofocada. Tenía poca carga en el celular y sin electricidad no tenía forma de recargar mi batería por lo que decidí apagar el aparato sin darle tiempo a decir nada más.
Me acosté a dormir inquieta esa noche. No podía conciliar el sueño con tantos asuntos revoloteando en mi cabeza. Mi esposo me había engañado con una persona que consideraba mi amiga. Mi amiga fue a su vez engañada por su esposo con una mujer que parecía estar dispuesta a todo. Sin dejar de mencionar que tuve que salir huyendo de la casa de mi amiga porque me inquieta su esposo, quien es un hombre de mi pasado y es un pasado que todavía me estremece.
Al siguiente día me presenté el trabajo donde me esperaba Massiel con la cara desencajada. Ofrecí un saludo de cortesía y me sumergí en el trabajo para no tener que lidiar con cualquiera que fuera su problema. En otros tiempos la hubiera abarcado con interés y genuina preocupación sobre lo que le atormentara que muchas veces fueron asuntos de índole romántica y preocupaciones sobre Christian. Pero haber sido tan solidaria y buena amiga no me había servido de mucho con ella. Que se apañara como pudiera así como yo enfrentaba sola mis propias batallas.
La brecha que había entre nosotras era monumental, la situación de vernos cada día en un espacio reducido por muchas horas era por demás fastidiosa, pero haber visto aquellas imágenes en el pendrive habían revuelto mi rencor hacia ella. Cuando tomé cuenta de las ropas que vestía en las imágenes, pude recordar lo que había pasado ese día. En una de la ocasiones recordé que yo le había contado sobre algún asuntillo sin importancia con Alessandro y ella me respondió lo afortunada que era de tenerlo, que muchas me envidiarían. Otra de las imágenes la pude asociar con total certidumbre al día que me dijo que cuidara mucho a mi esposo, que más de una lo estaría deseando. Ahora todas aquellas palabras me hacían sentido y las piezas encajaban perfectas en su lugar. Comencé a comprender que cuanto más profunda es la oscuridad, más claras se ven las cosas.
No obstante, lo que fuera que la estaba consumiendo no lo pudo soportar más.
—Isabella…—me dijo con un hilo de voz.
—Dime —respondí áspera y sin levantar la vista de los documentos con los que me encontraba trabajando.
—Quiero pedirte perdón —.
Le respondí con silencio como si no la hubiera escuchado. El momento fue interrumpido por el timbre del teléfono y aproveché para atender la llamada y así librarme de aquel drama. Cuando terminé con la llamada, ella seguía con sus ojos puestos sobre mí con una expresión de arrepentimiento que en honor a la verdad, ya iba surtiendo efecto. Mi silencio solo le sirvió de aliciente y continuó expresando su contrición.
—Es en serio. Esto es doloroso. Fue un gran error de mi parte, no puedo ofrecerte una justificación porque ni siquiera estoy enamorada de Alessandro. Ha sido tan desafortunado y tan triste haber perdido una amistad como la tuya por algo que no me significó nada, por una pasión pasajera…te pido que me perdones.
Escuché atenta todo lo que expresó y aunque mantuve la vista en los papeles que tenía enfrente y simulé estar trabajando, sus palabras me calaron hondo. Las sentí verdaderas y su dolor me conmovió. Pero la rabia pudo más que la compasión. Me levanté de mi asiento y caminé hasta el archivo haciendo caso omiso a sus palabras. Sentí su mirada seguirme pero me volví de piedra y ella cayó en un mutismo por el resto del día. De ahí en adelante, no volvió a tocar el tema. Yo imaginé que ella habiendo exorcizado sus demonios, sintió paz y consuelo. Me traspasó entonces su angustia siendo que ahora la última palabra la tenía yo. Pero aquel perdón no me llegaba. Me costaba cruzar esa brecha.
Alessandro llegó a la oficina y de inmediato me pidió pasar a su oficina. Se veía de malhumor.
—Ya te has mudado y el apartamento no tiene servicio eléctrico ¿pretendes vivirlo así? —me espetó en cuanto crucé la puerta.
En ocasiones, Alessandro podía ser tan frío como el hielo y podía decir “te amo” y “te odio” con el mismo tono de voz. Poco a poco me voy desencantado de ese hombre por el cual alguna vez lo dejé todo.
—Ese asunto se resolverá pronto. No te preocupes —respondí con rapidez intentando cortar el tema y poder regresar a mi escritorio y no tener que verlo ni hablarle de cosas que no fueran trabajo.