El Expediente del Corazón

Capitulo 1: La Eficiencia Encarnada

El resplandor azul de la pantalla gigante en su despacho lo convertía en una figura casi etérea. Julian Sterling-Vance, CEO de SterlingTech, era un nombre que resonaba con la misma fuerza que la bolsa de valores, y con la misma volatilidad para quienes intentaban seguirle el ritmo. Alto, con un corte de pelo inmaculado que desafiaba cualquier mechón rebelde y un traje oscuro que parecía esculpido para su figura, Julian era la personificación del control. Sus ojos, del color de un cielo de invierno, escudriñaban líneas de código y proyecciones financieras con la misma intensidad que diseccionaría una falla en un sistema operativo. Se decía que el hombre no dormía, solo reiniciaba. Que no comía, solo recargaba. Y que no sentía, solo analizaba. Una reputación forjada a base de éxitos implacables y una inquebrantable frialdad profesional.
Pero si el universo de Julian era un algoritmo complejo, Clara Rivas era la constante que lo hacía funcionar sin fallas. En su escritorio de caoba pulida, justo fuera del despacho de Julian, Clara era la antítesis de su jefe en temperamento, pero su igual en eficiencia. Su cabello castaño, recogido en una pulcra coleta, y sus gafas discretas no gritaban atención, sino competencia. Su presencia era tan silenciosa como omnipresente, una fuerza organizadora que anticipaba, resolvía y ejecutaba antes de que Julian siquiera parpadeara.
—Sr. Sterling-Vance, la presentación de Q3 está lista y revisada. La reunión con los socios de Singapur ha sido reprogramada para las cuatro, ya que su vuelo se retrasó. Y su almuerzo, ensalada de quinoa y salmón, acaba de llegar —dijo Clara, sin levantar la vista de su tableta. Su voz era tranquila, melodiosa, pero cargada de una autoridad sutil que ni el propio Julian se atrevería a desafiar.
Julian se reclinó en su silla de cuero, sus ojos fijos en la mujer que navegaba su agenda con una precisión casi mágica. Pocas veces la miraba directamente; no por falta de interés, sino por la pura, irrefutable evidencia de que Clara era perfecta en su rol. Ella era el engranaje invisible que movía la maquinaria de SterlingTech, y él confiaba ciegamente en ella. Sin embargo, a veces, una fracción de segundo más de lo necesario, Julian permitía que su mirada se detuviera en la curva de su nuca, en la forma en que sus dedos se movían ágilmente sobre el teclado, o en la ligera arruga en su frente cuando se concentraba. Pequeños destellos de admiración que nunca verbalizaba.
Clara, por su parte, sentía los escasos momentos en que los ojos de Julian se posaban en ella. Nunca se delataba, manteniendo su impecable profesionalismo. Pero en el fondo, esa atención, por breve que fuera, le producía una punzada de algo indefinible. Sabía que Julian era un jefe demandante, implacable, pero también reconocía el genio detrás de esa fachada de hielo. Había una admiración mutua, tácita, construida sobre años de impecable colaboración.
De repente, Julian se puso de pie, su expresión más grave de lo usual. Se acercó al umbral de su oficina, donde Clara seguía inmersa en su trabajo.
—Clara —su voz era más profunda, menos robótica de lo habitual—. Tenemos un nuevo proyecto. Gigante. Absolutamente crítico. Se llama "Proyecto Fénix".
Clara levantó la vista, notando la urgencia en sus ojos. Siempre había una emoción calculada en Julian cuando hablaba de sus creaciones, pero esta vez, había algo más.
—Es una fusión, ¿correcto, señor? Los rumores son intensos.
Julian asintió, una rara mueca que apenas alcanzaba a ser una sonrisa tensa. —La más grande que SterlingTech ha intentado. Requerirá nuestra atención exclusiva. Meses. Y por primera vez, necesitaremos operar fuera de esta burbuja. El equipo central se trasladará a un retiro aislado en las montañas, un centro de conferencias con máxima seguridad. Estaremos allí durante varias semanas. Tú y yo.
El corazón de Clara dio un vuelco. Semanas. Aislados. Lejos de la armadura protectora de la oficina, lejos de las líneas claras que separaban lo personal de lo profesional. La idea era a la vez alarmante y extrañamente excitante. Julian Sterling-Vance, el hombre que vivía en su propio universo, la estaba invitando a compartir el suyo, sin la distancia de los despachos, sin la formalidad del horario de nueve a cinco. Una convivencia sin precedentes. El "Proyecto Fénix" no solo fusionaría compañías, sino que amenazaba con incinerar las paredes que Julian y Clara habían construido a su alrededor.




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