El aire acondicionado de SterlingTech se sentía más frío, más aséptico que nunca. Después de la relativa calidez y los paisajes montañosos del retiro, la sede corporativa de acero y cristal era un recordatorio brutal de la realidad. El regreso fue un shock para el sistema de Julian y Clara. La intimidad forzada de Picos del Edén se disolvió en el momento en que pusieron un pie en el vestíbulo principal. Julian volvió a ser el CEO inaccesible, sus movimientos medidos, su expresión una máscara impenetrable. Clara, la secretaria ejecutiva impecable, resurgió detrás de su escritorio, una extensión de su profesionalismo, cada tarea abordada con la misma precisión metódica.
Intentaron restablecer la normalidad. Se esforzaron. Pero la tensión persistía, una cuerda invisible y tensa entre ellos. Cuando Julian le pedía un documento, sus miradas se cruzaban un instante más de lo necesario. Cuando Clara le entregaba un café, el roce de sus dedos se sentía como una descarga eléctrica. Las conversaciones, antes espontáneas y personales, volvieron a ser estrictamente laborales, llenas de un subtexto no dicho, de palabras no pronunciadas. El recuerdo del casi beso en el balcón del retiro se cernía sobre ellos como una nube.
No pasó desapercibido para algunos. Sarah Chen, la asistente de dirección de Julian y compañera de Clara, que poseía un radar agudo para los cambios sutiles, los observaba con curiosidad. Vio cómo Julian, antes ajeno a cualquier distracción, a veces se quedaba mirando hacia el escritorio de Clara, con una expresión pensativa. Notó la forma en que Clara, siempre tan centrada, ocasionalmente se sonrojaba sin motivo aparente cuando Julian entraba o salía de su despacho. Había un brillo diferente en los ojos de ambos, una cercanía que no existía antes. Los murmullos comenzaron en las cafeterías y los pasillos, pequeños chismorreos sobre la inusual "camaradería" entre el frío CEO y su eficiente secretaria.
Pero la presión más grande no venía de los rumores, sino de una fuente mucho más insidiosa: Victor Thorne. Miembro de la junta directiva y un lobo disfrazado de cordero, Thorne siempre había ambicionado el puesto de Julian. Vio en el "Proyecto Fénix" una oportunidad para desestabilizarlo. Las reuniones de la junta, antes rutinarias, se volvieron campos de batalla dialécticos. Thorne, con su sonrisa pulcra y sus preguntas afiladas, comenzó a sembrar dudas sobre la viabilidad del proyecto, cuestionando las decisiones de Julian y sugiriendo, con una sutileza venenosa, que su juicio podría estar "nublado" por el estrés o por otras "distracciones".
—Sr. Sterling-Vance, ¿está seguro de que la estrategia actual considera todos los riesgos? Hemos escuchado ciertos… rumores —dijo Thorne en una de esas reuniones, su mirada se posó en Clara por un microsegundo, una insinuación velada que solo Julian y ella pudieron captar.
Julian apretó la mandíbula, sus ojos de hielo encontrándose con los de Thorne. —Mis decisiones se basan en datos y análisis exhaustivos, Thorne. Y el "Proyecto Fénix" es sólido.
Sin embargo, las dudas ya estaban plantadas. La presencia de Thorne era una amenaza constante, un recordatorio de que su relación profesional no solo era observada, sino también manipulada. La presión externa sobre Julian aumentó exponencialmente, y con ella, la necesidad de apoyarse en la única persona en la que podía confiar plenamente: Clara. El regreso a la realidad de SterlingTech no solo restauró la formalidad, sino que también elevó las apuestas, obligándolos a navegar por un terreno traicionero donde los negocios, los secretos y una innegable atracción se entrelazaban peligrosamente.