El Expediente del Corazón

Capítulo 6: Secretos y Sacrificios

La sede de SterlingTech se había convertido en un campo de batalla silencioso. La campaña de Victor Thorne contra Julian y el "Proyecto Fénix" escalaba con una insidiosa lentitud, como una enfermedad que carcomía la confianza desde dentro. Pequeñas fugas de información, artículos de prensa que insinuaban una mala gestión y correos anónimos a miembros de la junta sembraban la duda. Julian se volvió más distante y absorto, su temperamento, aunque contenido, era palpable.
Clara, más que nunca, era su roca. Filtraba el ruido, protegía su agenda de distracciones innecesarias y, sobre todo, analizaba cada movimiento de Thorne. Fue mientras investigaba unos antiguos archivos de la compañía, buscando alguna irregularidad que pudiera desacreditar a Thorne, cuando tropezó con una carpeta digital marcada como "Sterling-Vance S. A. – 2008". Era un informe legal confidencial, sepultado en los recovecos del sistema.
Lo que Clara descubrió le heló la sangre. Sebastian Sterling-Vance, tío y mentor de Julian, había intentado un golpe financiero contra su propio hermano, el padre de Julian, utilizando información privilegiada de SterlingTech para enriquecerse ilícitamente. Julian, entonces un joven y brillante heredero de veinticuatro años, había sido el encargado de descubrir la traición y, dolorosamente, de desmantelar la red de su tío para proteger el legado de su familia. No solo había salvado la empresa, sino que había sacrificado una relación familiar crucial y había soportado el escrutinio público, todo mientras lidiaba con la devastación de la confianza. Ese episodio lo había marcado, lo había convertido en el hombre desconfiado y hermético que era hoy. Clara sintió una punzada de profunda tristeza por el joven Julian, una comprensión súbita de la armadura que había construido a su alrededor.
Mientras tanto, Julian no era ajeno a la vida de Clara. Sus largas horas juntos, las noches en las que ella se quedaba sin pedirlo, la forma en que sus ojos brillaban con una fatiga apenas disimulada, le hicieron ver más allá de la eficiencia. Una tarde, al encontrarla revisando unos documentos antiguos que no eran parte de sus tareas habituales, él le preguntó.
—¿Problemas, Clara? —su voz era más suave, casi preocupada.
Ella dudó. —Solo… intentando organizar unas cosas. Mi hermano menor… está en la universidad y ha tenido un problema con la matrícula. La beca no cubrió todo.
Julian la observó. Siempre había asumido que Clara era una profesional dedicada, pero ahora veía la base de esa dedicación. Sabía de su modesto origen, del esfuerzo que había puesto para ascender. Se dio cuenta de que su impecable carrera en SterlingTech no era solo ambición, sino una necesidad, un sacrificio personal constante para asegurar el bienestar de los suyos. Ella llevaba el peso de su familia sobre sus hombros, con la misma estoicismo con la que él cargaba el de su imperio.
La intriga de Thorne se convirtió en un asalto frontal. Filtró información clave del "Proyecto Fénix" a un competidor, buscando sabotear la fusión desde dentro. La noticia estalló, sumiendo a SterlingTech en una crisis de confianza. Julian, con su reputación en juego, se encerró con Clara, trabajando codo a codo en un búnker de información, buscando la fuente de la fuga y la manera de contrarrestarla. La confianza entre ellos se volvió absoluta, sin fisuras, un muro contra el mundo exterior.
Una noche, agotados, sentados en el suelo de la sala de reuniones, rodeados de papeles y pantallas, el silencio fue diferente. La presión, el miedo, la vulnerabilidad los unió. Julian pasó una mano por su cabello, el gesto de desesperación más abierto que Clara le había visto.
—Estoy… estoy cansado, Clara —murmuró, su voz rasposa. —Y gracias a ti, todavía no estoy solo.
Clara se arrastró más cerca de él. El aire era pesado con la admisión. —Nunca estará solo, señor.
Julian levantó la vista, sus ojos de hielo ahora cálidos y vulnerables. Se inclinó, su mano extendiéndose para tocar su mejilla. —Julian. Dime Julian.
El aliento de Clara se atascó en su garganta. El tacto de su piel era eléctrico, familiar y nuevo a la vez.
—He… he estado luchando con esto, Julian —confesó Clara, su voz apenas audible—. Desde el retiro. Con lo que siento. Es… inapropiado. Imposible.
La mano de Julian se movió, acunando su mejilla. Sus pulgares rozaron su piel suavemente. —Imposible, sí. Pero… ¿inapropiado? No cuando esto es real. Lo que siento por ti, Clara… es una fuerza que nunca antes había conocido. Es lo único que tiene sentido ahora.
Los ojos de Clara se llenaron de lágrimas. —Yo también. Es… es aterrador.
—Lo sé —susurró Julian, su voz profunda y ronca. Sus frentes se tocaron, la cercanía abrumadora. Se sentían los latidos del otro. Era una confesión cruda, honesta, sus miedos y deseos expuestos. Ambos temían las implicaciones, las consecuencias de una relación que desafiaba todas las normas corporativas y sociales. Pero en ese momento, bajo la presión implacable de la amenaza externa, lo único que importaba era la verdad silenciosa de sus corazones entrelazados.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.