La paz precaria en SterlingTech se hizo añicos con un estruendo mediático. Victor Thorne, el hombre pulcro y sonriente, reveló su verdadera naturaleza de depredador. No se conformó con sembrar dudas; lanzó un ataque directo y devastador. Un paquete de datos altamente confidenciales sobre el "Proyecto Fénix", incluyendo prototipos de algoritmos propietarios y estrategias de mercado, apareció en manos de un competidor menor y, al mismo tiempo, en un blog de tecnología sensacionalista. La filtración, distorsionada con información falsa, pintaba a SterlingTech como una empresa al borde del colapso, con un liderazgo negligente y un proyecto crucial comprometido.
La noticia explotó como una bomba. Las acciones de SterlingTech se desplomaron. Los teléfonos no dejaban de sonar. Periodistas acampaban en la entrada. La junta directiva, ya influenciada por Thorne, convocó una reunión de emergencia y exigió una investigación interna exhaustiva, con Julian bajo un escrutinio sin precedentes. La reputación que había construido con tanto esfuerzo pendía de un hilo.
Julian se encerró en su oficina, la furia contenida en cada músculo de su mandíbula. No era solo la amenaza a SterlingTech; era la traición, el ataque personal. Clara, con una calma impresionante en medio del caos, se convirtió en el único punto de anclaje de Julian. Ella no solo organizó el contraataque legal y de relaciones públicas, sino que se sumergió en el rastro digital de la filtración, buscando la aguja en el pajar.
—No fue un hackeo externo, Julian —dijo Clara, señalando patrones anómalos en los registros de acceso—. Los datos se extrajeron desde dentro. Y hay un patrón, una ventana de tiempo, y un tipo de acceso que solo unos pocos tienen.
Julian la miraba, sus ojos fijos en la brillantez de su secretaria. Ella no solo manejaba la logística; pensaba como él, incluso mejor. Clara, usando su conocimiento íntimo de los archivos y la mente de Julian, analizó los hábitos de acceso de cada empleado de alto nivel, los metadatos de los documentos filtrados y las posibles conexiones con las redes de Thorne. Noche y día, trabajaron codo con codo, subsistiendo con café y la tensión palpable que los unía.
La conexión entre ellos se hizo inquebrantable bajo el fuego. Había momentos de silencio, de miradas cargadas de apoyo mutuo y comprensión, que valían más que mil palabras. Cuando la frustración de Julian se volvía insoportable, Clara era quien lo calmaba con una sugerencia lógica o un simple gesto de presencia. Cuando Clara se sentía abrumada por la magnitud de la tarea, Julian, contra todo pronóstico, le ofrecía un aliento, una palabra de confianza que la impulsaba a seguir.
Fue Clara quien encontró la clave. Un pequeño exploit de software introducido en un sistema de respaldo de la empresa, que permitía el acceso remoto y la extracción de datos sin dejar rastro obvio en los registros principales. La pista llevó a un viejo servidor en desuso, y finalmente, a una conexión de red externa vinculada a una empresa fantasma. La dueña de la empresa fantasma era Eleanor Vance, la distante prima de Julian y una aliada silenciosa de Thorne, resentida por no tener una posición más destacada en SterlingTech.
Cuando Clara presentó las pruebas irrefutables a Julian, con los ojos inyectados en sangre por la falta de sueño pero el brillo de la victoria en su mirada, él la miró con una reverencia que nunca había mostrado a nadie.
—Clara… lo has hecho. Lo has desentrañado.
Ella sonrió, agotada pero victoriosa. —Trabajamos juntos, Julian.
En ese momento, mientras la compañía se recuperaba de la embestida, Julian se dio cuenta de algo profundo. No solo admiraba la capacidad de Clara, su intelecto, su lealtad inquebrantable. Era más que eso. Su vida sin ella, tanto en el ámbito profesional como en el personal, se había vuelto inimaginable. Clara no era solo su secretaria; era su confidente, su aliada, la única persona que realmente lo entendía y lo sostenía cuando el mundo intentaba derribarlo. El juego de poder de Thorne había forzado a Julian a reconocer una verdad innegable: no podía imaginar su vida sin Clara Rivas.