Aline estaba confundida, había estado esperando el final de las clases, como cada día. La monotonía en la que se había convertido su vida era abrumadora, no podía seguir en el mismo lugar antes de que las lágrimas comenzaran a escocer en sus ojos. Al final de las clases salía a toda prisa que ni los que se consideraban sus amigos se daban cuenta de lo que le estaba pasando. A fin de cuentas, no era algo de tanto interés para ellos. Eso es lo que siempre pensaba, pero no me daba cuenta de que más allá de todo lo que suponía, esas personas que estaban a mi alrededor se preocupaban. El problema es que siempre me aleje de las personas y me encerraba en mi burbuja por temor. ¿temor a qué? En definitiva, no lo sé.
Así es la vida, somos algo pasajero, con un mismo final. Puedo decir que no he tenido la oportunidad de conocer todo lo que hay en esta vida, ni lo más simple he llegado a conocer, y me duele esa monotonía en la que estoy viviendo. Ir de mi casa a la escuela, de la escuela a casa, las mismas tareas, las mismas canciones. Todo parece seguir un ritmo muy lento y aburrido. Ya no veo tanto el sentido de ser de cada pequeño detalle.
De a poco llega esos sentimientos de vacío y querer terminar con todo, ponerle fin a esto de una vez por todas. Esa es mi triste realidad, me estoy cansando de esta triste vida. Llegue a pensar que podía encontrar a alguien que me mostrara o ayudara a encontrar algo que me haga seguir viviendo, pero ese es mi error y el de muchos, creer que necesitamos de alguien que nos complete cuando en realidad debemos estar completos y así poder complementar a quien nos ha elegido. Triste ¿No es verdad? Porque eso es lo que todos hacemos, esperamos a ese alguien.
Pero esas voces en mi cabeza me hicieron cometer errores en el pasado, me hice tanto daño que al final esos demonios que escondí bajo llave ahora volvían a salir. Estaba con la mirada en un punto perdido, había dejado de escuchar el bullicio de la biblioteca.
—¿Qué piensas sobre el suicidio? —dijo Sam —¿Cómo ayudarías a una persona?
—Tomando en cuenta lo que está llevando a esa persona a tocar fondo. Pero no es algo de lo que esa persona va a hablar tan abiertamente, desde mi punto de vista tienes que darte cuenta de lo que dice y hace. No te va a poner las cosas tan fáciles. —y es verdad, es así como me siento, pero no soy capaz de pedir ayuda, temo al qué dirán como muchos lo llegan a hacer.
—¿Cómo lo sabes? —dijo con desconcierto.
—Las personas con depresión o tendencias suicidas no te van a decir que quieren terminar con su vida solo porque les preguntas, es algo muy difícil de decir.
—Pero si estas tratando de ayudar y ya sabes que es lo que le pasa, ¿Cómo ayudarías?
—Mostrándole que hay algo por lo que seguir viviendo. Las cosas no son fáciles cuando se pierde la esperanza. La necesidad de encontrar una luz al final de la oscuridad parece una prioridad cuando todo parece no tener un remedio, pero las personas con este tipo de pensamientos creen que es mejor que alguien llegue a salvarlas antes que aceptar que uno mismo es esa salvación.
Podía decir que conocía el tema, porque era algo de mi interés, lo que no sabían es que yo casi estaba tocando fondo. Había indagado mucho sobre estos temas, había un par de personas que habían hablado conmigo, personas que, si se atrevían a salir de ese oscuro mundo porque encontraban algún tipo de motivación, la misma motivación para seguir adelante que yo seguía buscando en el lugar incorrecto, no me cansare de repetirlo, porque ahora ese es mi tormento. Llegué a lastimarme tantas veces que solo pude hablar una ves de esa tormenta que tenía, fue tan difícil, estaba tan triste que no supe como ocultarlo, ese día caí más profundo.
Es más difícil decirlo de lo que se piensa, había tantas palabras que quería decir, quería dejar de lado todos esos temores había tanto de lo que me quería olvidar, quería dejar de sufrir, quería dejar de lado toda esa agonía que me consumía poco a poco con tanto dolor.
Había cartas bajo las cenizas, había lagrimas detrás de las sonrisas que llegue a mostrar tantas veces hasta que me derrumbe ante la figura de alguien que se volvió tan cercano en poco tiempo, a fin de cuentas solo fue una ilusión, fue ese tipo de personas a las que le temía, con el paso del tiempo, todos esos momentos en los que estuvimos juntos no fue de ayuda, se fue alejando con tanta prisa que el dolor que causo fue incluso peor, que me arrepentí de volver a hablarle, pero quería verlo, había tomado una parte de mí y se la había llevado, me arrepentí de contarle mi más oscuro secreto, porque me dejo cuando había prometido quedarse a mi lado, dolió tanto su partida, que en nuestro último encuentro mi corazón se volvió más triste. Su mirada distante, su actitud cortante me lastimaron.
A fin de cuentas, no tenemos que esperar que alguien nos salve, entendí que, si quieres dar un último intento, tienes que tocar fondo para tomar impulso, todo está en ti.
—¿Conoces a alguien que está pasando por eso?, lo digo porque conoces sobre el tema. —su mirada estaba puesta en mi examinándome o así lo sentí por un instante.
—No es necesario conocer a alguien que este mal para conocer el tema —dije con la mirada en el gran libro sobre la mesa de la biblioteca, sin mostrar una pizca de importancia.
—Igual, gracias por la ayuda —dijo para después levantarse, se quedo de pie unos segundos antes de tomar sus cosas y seguir su camino entre tantos estantes de libros.
Cerré el libro, me levanté despacio y salí con la mirada perdida, era algo difícil hablar con las personas, era difícil creer tener amigos. Entre libros y suspiros, salí de la biblioteca despacio, no llevaba tanta prisa.
Mis pasos eran lentos, escuchaba a las personas pasar a mi lado hasta que poco a poco todo fue quedando vacío, pase por entre los árboles, escuchaba el crujir de las hojas secas bajo mis pies, veía a las aves pasar tan rápido y sentía el viento soplar, camine en silencio hasta llegar al puente, había caminado tanto, alejándome de todo hasta llegar a ese puente. Era un lugar muy bello, un lugar solitario, un hermoso paisaje.
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Editado: 22.06.2020