Laiyon tuvo la sensibilidad de no despertar a Dal tan temprano de nuevo pero él mismo comenzó a hacerlo, le gustaba mucho el EternalDream y sentía una curiosa simpatía por el repartidor de quien solo conocía la mano que recibía las monedas.
Una mañana el periódico llego acompañado de una pequeña tarjeta, la recogió y regreso al comedor donde Laiyon terminaba de preparar la mesa para el desayuno, tarareaba, los pasados días Dal lo había motivado a tocar solo música alegre y eso estaba teniendo un efecto benéfico en él.
-Llego algo más con el periódico.
-A veces envían panfletos-dijo sin mirar-¿leche o crema?
-Leche y gracias por darme gusto y preparar café.
-No es gran cosa.
-Pero esto no es un panfleto, es una tarjeta-la leyó-dice “C. Magicus, 7:00 am”
Casi al momento se escucho un estrepito, Laiyon acababa de dejar caer la jarra de leche y él era todo menos alguien torpe, más alarmante aun era la expresión de pánico que se había adueñado de su rostro.
-¿Laiyon?-le dio un golpecito.
-Tienes que irte…
-¿Qué?
-¡Lárgate!-grito de pronto-¡Fuera de mi casa!-no se movió asique tuvo que empujarlo-¡Vete, vete!
-¡Laiyon!, ¿Qué diablos te pasa?
El fantasma lo arrastro hasta la entrada y lo lanzo fuera, de paso le tiro un abrigo.
-¡Pero bueno!-exclamo atajándolo-¿me estas echando?
-¡Claro que no!-se dio cuenta de que actuaba mal-yo solo…te necesito lejos de la mansión por el resto del día.
-¿A dónde quieres que me vaya sin dinero?
-Nao tiene un guardado-y agrego-lo siento.
-Laiyon, ¿Qué esta…?
-¡Lo siento!-cerro la puerta-¡Tengo que limpiar!
-¿Sucedió algo malo, Amo?-pregunto Nao.
-Ni idea, le leí esta tarjeta y se volvió loco-se la mostro-¿Quién es C. Magicus?
-Ya veo-había palidecido un poco-la “C” es de carcelero, Magicus es su custodio y vendrá a verlo a las siete.
-Eso es en una hora-dijo mirando su reloj.
-No es de extrañar que esto altere tanto al amo Laiyon, no se suponía que llegaran a supervisarlo hasta el próximo año.
-Debe tener algo que ver conmigo-dedujo.
-No se angustie, él sabe cómo lidiar con esta situación, si lo saco fue solo porque debía, los vivos no deben ver a los carceleros.
Lo llevo a su casita y le ofreció té y galletas para desayunar, Dal se lamento de no tener a mano el Código Mortuorio pero resulto que Nao tenía su propio ejemplar y se lo presto, así pudo dar un repaso al capítulo dedicado a los carceleros.
La temible fuerza de seguridad del otro mundo estaba compuesta por espectros de toda era y lugar, el único requisito indispensable: carecer de piedad, si podías demostrar eso estabas listo para unirte y comenzar a escalar posiciones; existían cinco niveles en la escuela de carceleros.
Primero estaban los rastreadores, tradicionalmente provenientes de alguna etnia, todo comando de carceleros tenia al menos a uno por su capacidad para rastrear, su arma típica era la lanza.
De segundo estaban los refuerzos, sus labores iban desde ser soldados a las órdenes de algún capitán hasta realizar diversos trabajos, todos llevaban espadas.
De tercero iban los custodios, a estos carceleros les correspondía capturar a los recién fallecidos, llevarlos a juicio y, en casos como el de Laiyon, monitorearles periódicamente, ver que cumplieran las normas y ejercer castigos cuando resultara necesario, además de la espada solían cargar látigos.
Arriba de los custodios estaban los capitanes, estos carceleros comandaban equipos para operaciones especiales como atrapar almas fugitivas o realizar capturas en zonas de muertes múltiples, también portaban espada pero de un tipo más grande, en general un sable.