El temor a que Laiyon volviera a deprimirse o, peor aún, tensarse por el tema de la audiencia, no duro mucho, estaba más bien apático al respecto y ya había regresado a su rutina habitual.
-Tu turno-le entrego el conejo a Ana.
-¿Te tiene nervioso?
-Me tiene molesto-preciso-lo pesque royendo un cucharon de madera…ni me veas así, Lexter, no debiste hacerlo.
Era un día lluvioso y se habían reunido en la biblioteca para limpiar, un trabajo tan pesado que Laiyon le reservaba un día al año, obvio no iba a desperdiciar el apoyo de dos pares de manos extras; pero lo primero era poner a Lexter, que conservo en nombre en gracia a pesar de ser hembra, en un corralito para que no se comiera los libros ni royera la madera antigua de los libreros.
-Debemos ir parte por parte-indico-se sacan los libros, se desempolvan los libreros y se vuelve a llenar.
-Esto nos va a tomar días-se quejo Dal-solo sacar todos los libros…
-Permítanme-dijo el fantasma, hizo un movimiento de mano y los libros comenzaron a salir solos, colocándose sobre las mesas-¿Cómo pensaban que mantengo a punto esta casa?, que no me guste abusar de mis dones fantasmales no significa que no sepa cómo usarlos.
-Esto sí que es práctico-dijo Ana.
-Ahora a trabajar, yo limpiare arriba.
-¿Sabes que ayudaría mucho?-dijo Dal-que nos hablaras de ti, para no desempolvar en silencio.
-Yo diría que ya me conocen lo suficiente.
-Conocemos al fantasma familiar pero a mí me interesa tu vida, todas las personas con las que he hablado y que te conocieron entonces insisten en que eras tímido, retraído y cosas así.
-También me gustaría saber de eso.
-¿En serio les interesa?-ambos asintieron-está bien… ¿Qué quieren saber primero?
-Vandarec-dijo Dal-se que se conocieron en una boda, quiero oír esa historia completa.
-Ah sí-sonrió, rememorando aquel día.
Flashback
La Familia Vandarec no llevaba en Inglaterra ni siete meses, el hacendado y jefe de la familia, Ian Vandarec, estaba allí buscando socios y en el proceso había conocido a Lexter Luxember, paralelamente esto hizo que un hermano suyo y una hermana de Lexter se conocieran, se enamoraran como tontos y se comprometieran; gentilmente los Luxember ofrecieron su mansión para la boda.
Al menos eso era lo que había escuchado Laiyon, tenía cuatro años y no estaba acostumbrado a ver más personas que el personal de limpieza, el cual era reducido porque a Miriam no le gustaba depender de los demás, de manera que verse metido en su traje más elegante e incomodo mientras la casa era invadida por extraños le tenía muy nervioso, no pensaba desprenderse de la falda de su madre por nada.
-Allí esta ella-decían unas mujeres-que escándalo.
-Le lleva cuarenta años.
-Podría ser su nieta.
-Ya déjenla-intervino Miriam-¿aquel es su hijo?
-Tiene la misma edad que el tuyo, solo imagina a qué edad la embarazo.
No estaban hablando de la novia, los comentarios mal intencionados iban dirigidos a Laira Vandarec, la joven esposa del hacendado irlandés, tenia dieciséis años pero era tan lánguida y menuda que aparentaba catorce, parecía una muñequita rubia con unos espectaculares ojos verdes.
-Con permiso-dijo Miriam, apartándose-Dios, no quiero ni pensar en que dicen sobre mi cuando les doy la espalda.
Ahora que se acercaban a ella Laiyon pudo verlos, Laira estaba junto a la mesa de los bocadillos con su hijo sobre las piernas, el niño se le parecía mucho aunque llevaba el cabello corto, peinado muy formal.
-Bienvenida, es un gusto recibirte en mi hogar.
-Gracias-dijo ella, con un marcado acento irlandés, obviamente llevaba muy poco hablando ingles-nunca había estado en una casa tan grande-se fijo en Laiyon-hola, pequeño.
-Mi hijo, Laiyonel, es algo tímido-y agrego-tiene cuatro años.
-Igual que mi Nidius-lo abrazo fuerte, su pequeño no parecía muy cómodo con su afecto.