El filo dorado de tus sueños

Costumbres

El restaurante estaba tan lleno como siempre los viernes por la noche. Mesas repletas de gente hablando más alto de lo necesario, copas tintineando, meseros maniobrando entre sillas con la destreza de quien conoce el lugar de memoria. En la mesa de la esquina, cerca de la ventana, la reserva estaba hecha a nombre de Ileana, porque “su apellido siempre abre más rápido las puertas que el mío”, como solía decir con una media sonrisa que mezclaba broma y certeza.

Gala llegó puntual, pero ya sabía que eso era un rasgo minoritario en su grupo. De hecho, solo encontró a Ileana, impecable como siempre: vestido negro sencillo, joyas discretas pero evidentemente costosas, y ese aire de que cualquier cosa que llevara puesto no venía de un centro comercial.

—¡Mi querida puntual! —la recibió Ileana, levantándose para darle un abrazo que olía a perfume caro—. Siéntate, que pedí una botella de vino para empezar.

—¿Y los demás? —preguntó Gala, acomodando su bolso.

—Tarde, como siempre. Sara me dijo que “cinco minutos” pero tú y yo sabemos que eso significa quince. Adrián y Mariana vienen juntos. Ernesto... —hizo una pausa, arqueando una ceja—, no me contestó el mensaje, pero supongo que te avisó.

Gala tomó la copa que Ileana le sirvió y bebió un sorbo antes de contestar.
—Me escribió hace un rato: está “atrapado en una llamada” y dice que quizá no llegue.

—Ajá. —Ileana no sonaba sorprendida—. El hombre más ocupado del mundo.

La frase quedó flotando hasta que la irrupción de Sara las salvó de tener que comentarla. Entró con el cabello aún húmedo —“¡es que salí tarde del gimnasio!”—, jeans rotos y una chamarra de mezclilla llena de parches. La besó a ambas en la mejilla y se dejó caer en la silla como si hubiera corrido un maratón.

—¡Necesito un trago ya! —dijo, alzando la mano para llamar al mesero—. ¿Dónde está mi copa? ¿Quién pidió el vino?

—Ileana, obvio —respondió Gala—. ¿Quieres que te sirva?

—Sirve, sirve, que hoy vengo con historias —dijo Sara, acomodándose sin importarle que su bolso quedara en el piso—. Les tengo que contar lo que pasó con mi jefe y el correo que mandó a toda la empresa.

Mientras Sara dramatizaba su relato, Adrián y Mariana entraron. Él, con una chaqueta oscura sobre camisa blanca, impecable; ella, con un vestido verde que le realzaba el brillo de los ojos. Mariana caminaba segura, sonriendo, saludando a un par de conocidos que se cruzaban. Gala notó el cambio: había en ella un aplomo que antes no tenía, como si estuviera practicando una versión más fuerte de sí misma. Sin embargo, cada vez que Adrián le decía algo, ella lo miraba un segundo antes de responder, como si necesitara confirmar que iba en la dirección correcta.

—¡Ya estamos todos! —anunció Adrián, tomando asiento junto a Mariana—. Bueno, casi todos.

—Ernesto no viene —dijo Ileana, sirviéndoles vino—. Ocupado en salvar al mundo, supongo.

Mariana sonrió cortés, Sara rodó los ojos y Adrián se limitó a mirar a Gala por un instante. No dijo nada, pero en ese instante breve había una lectura compartida: ya era la tercera reunión consecutiva en la que Ernesto se ausentaba.

La conversación se dispersó pronto. Sara hablaba de su jefe, Ileana contaba que había descubierto un nuevo spa “donde la gente sí sabe quién eres, no como en esos lugares improvisados”, y Mariana comentaba un taller de liderazgo femenino que había tomado la semana pasada.

—Estuvo buenísimo —decía Mariana—. Hablamos de cómo las mujeres debemos dejar de pedir permiso para ocupar espacio. Fue muy inspirador.

—¡Claro! —intervino Sara—. Aunque en mi caso nunca he pedido permiso para nada.

—Ni perdón tampoco —añadió Ileana, y todos rieron.

Gala sonrió, pero no participó mucho. Observaba. Mariana hablaba con entusiasmo, pero cada tanto buscaba con la mirada la reacción de Adrián, como si validara su discurso. Cuando él asentía, ella seguía; cuando no, cambiaba de tema.

En algún momento, Bruno se unio y preguntó por Ernesto.

—Siempre con mil cosas —respondió Ileana antes que Gala—. No sé cómo aguanta Gala, yo me divorciaría si mi marido no me acompaña ni a las cenas con amigos.

Bruno se rió. —Bueno, también hay que entender que manejar a una mujer como Gala debe ser trabajo de tiempo completo.

El comentario provocó carcajadas en la mesa, incluso de Sara, pero a Gala le cayó como piedra. No dijo nada, pero bajó la vista a su copa.

Adrián, sin embargo, intervino con voz tranquila:
—No creo que haya que “manejar” a nadie. O es su pareja, no su empleado o …jefe

El silencio que siguió fue breve, pero suficiente para que Gala levantara la vista y encontrara los ojos de Adrián. No había sonrisa, solo una expresión de neutralidad calculada. Luego la conversación derivó a otro tema, pero el intercambio quedó registrado.

La comida llegó entre brindis y chistes. Ileana criticó el risotto “porque en Milán lo hacen de verdad”, Sara pidió papas fritas extra “porque no confío en porciones pequeñas”, y Mariana comentó que quería aprender a cocinar comida tailandesa “para salir de lo básico”. Adrián contaba anécdotas de sus nuevos proyectos, y aunque todos lo escuchaban con atención, Gala notó cómo Mariana lo miraba como si estuviera en una conferencia exclusiva para ella.

—Necesitas que te entrene mas prima —le dijo Adrián a Sara en un momento—. Para cerrar tratos sin quemar puentes.
—¿Y yo? —preguntó Mariana, medio en broma.
—Tú ya tienes el máster —respondió él, dándole un leve apretón en la mano.

Gala bebió otro sorbo de vino. La escena era perfecta en la superficie: amigos, risas, comida. Pero cada gesto tenía capas. El empoderamiento de Mariana brillaba, pero anclado a la presencia de Adrián. La ausencia de Ernesto era una sombra que nadie nombraba del todo, pero todos veían.

Cuando la cuenta llegó, Ileana insistió en pagar el vino “porque es de mi cava y así no se pierden en impuestos”. Sara protestó, Adrián dejó efectivo para la propina, y Mariana ofreció encargarse de reservar la próxima reunión.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.