La sala estaba llena de copas a medio vaciar, el murmullo de conversaciones que se cruzaban y el aire cálido de un viernes que parecía diseñado para evadir responsabilidades. Ileana había abierto su departamento con la misma teatralidad de siempre: decoraciones exageradas, canapés diminutos que se terminaban en dos bocados y un par de botellas de vino caro que insistía en recalcar que “eran imposibles de conseguir”.
—Bueno —anunció Sara, alzando su copa con ese brillo en los ojos que todos reconocían como anuncio de problemas—, ya que todos estamos relajados, es hora de mi juego favorito: preguntas.
Unos se quejaron en broma, otros rieron con resignación. Adrián, desde el sillón, fingió estirarse como si lo que viniera fuera un castigo. Gala, al lado opuesto, sonrió con la comisura de los labios, anticipando que Sara siempre conseguía arrancar verdades que nadie planeaba dar.
—Empiezo fácil —dijo Sara—. ¿Qué preferirían: un amor que los consuma o un éxito que los defina?
Mariana, que había llegado sola y con gesto altivo, respondió de inmediato:
—Éxito. El amor caduca, los logros se heredan.
Las risas llenaron la sala, pero detrás de su tono seguro había un filo de amargura. Adrián la miró un instante demasiado largo, como si leyera entre líneas.
—Yo diría amor —dijo Ernesto desde la cocina, sin asomarse—. Aunque dudo que me crean.
—No te creemos —respondió Sara, entre carcajadas.
Ileana, con su ironía habitual, remató:
—Claro que no. Un hombre como tú siempre quiere que lo aplaudan, no que lo amen.
El comentario quedó flotando, más punzante de lo previsto. Gala bebió un sorbo de vino, como si la copa le diera un refugio. Adrián apenas sonrió, pero su mirada viajó hacia ella por un segundo. No necesitaban palabras: ambos sabían que la dicotomía amor/éxito no era una elección, sino un dilema que los rondaba más de lo que admitirían.
Sara no tardó en volver a atacar:
—Siguiente: si pudieran elegir a alguien de este grupo para emprender un negocio a ciegas, ¿a quién escogerían?
Las risas estallaron otra vez. Ileana respondió con sarcasmo:
—A mí, obviamente. Soy la única que sabe dónde invertir y dónde no perder tiempo.
—Yo diría a Gala —intervino Mariana, con un tono ambiguo—. Tiene la cabeza fría… y sabe esconder las cartas.
La frase no era un cumplido inocente. Gala sostuvo la mirada sin inmutarse. Adrián, por su parte, dijo en voz clara:
—A Gala también.
El silencio posterior fue breve pero significativo. Sara lo rompió aplaudiendo.
—¡Vaya! Tenemos una dupla peligrosa aquí.
Gala sonrió, diplomática. Adrián inclinó apenas la cabeza, como si sellara un pacto secreto. Nadie lo dijo, pero todos lo sintieron: juntos serían imparables.
La noche avanzó entre comentarios más ligeros y chismes de oficina, pero la electricidad seguía flotando bajo la superficie. Ernesto se excusó temprano con un “mañana madrugo” que nadie creyó demasiado. Mariana bebió más de lo habitual y se enredó en una discusión con Ileana sobre feminismo y apariencias. Sara se dedicó a grabar pequeños videos para las redes, ridiculizando los gestos de todos.
Gala y Adrián, separados por un par de sillones, se cruzaban miradas esporádicas. No había contacto, no había necesidad. Bastaba con la certeza compartida de que algo vibraba ahí, contenido, como un acorde que no se deja escuchar.
El cursor parpadeaba como un secreto. Apagó el teléfono y se recostó, pero en su mente las palabras seguían existiendo, intactas, como mensajes escritos en un espacio invisible.
Las risas, las preguntas y los juegos de Sara eran la máscara. Lo real había sucedido en los silencios, en las miradas fugaces, en los mensajes borrados. Ambos sabían que el peligro no estaba en lo que se decía, sino en lo que se callaba. Y esa noche, mientras cada uno guardaba sus pensamientos en la intimidad de su pantalla, la cosquilla de “seríamos imparables” quedó flotando, como un pacto no firmado que los unía más que cualquier palabra enviada.
Mensajes borrados (fin del capítulo)
Gala → Adrián: “Hoy sentí que hablábamos en otro idioma, uno que nadie más entendió..” [escrito a las 00:51, borrado a las 00:52]
Adrián → Gala: “Lo que dijo Sara no fue broma. Lo sabes, ¿verdad?” [tecleado a las 00:57, borrado 00:58)]