Nerea estaba abrumada y agotada, había tenido una semana difícil gracias a la universidad y su época de los condenados parciales. Hacerlos nunca fue una verdadera preocupación para ella y su gran inteligencia, eso era pan comido sin importar lo difícil que se los plantearan. El verdadero problema que Nerea había descubierto con respecto a los exámenes era que creía imposible el hecho de calificar más de setenta para el final del día y ayudar a Ariadna cuando quería una segunda opinión antes de tomar una importante decisión sobre las empresas que, hasta hace poco, eran de su padre.
Ambas Freeman estaban pasando por un momento de completa desesperación, Ariadna todavía no encontraba una buena asistente y ahora debían asistir a una infinidad de compromisos que estaban ligados al conglomerado y que, aunque lo habían intentando, no lograban evadir. La noche anterior tuvieron que pasarla en la cena benéfica de los Carlington, una adinerada familia, para hacer algunos tratos con unos nuevos inversionistas con respecto a una nueva marca de herramientas del hogar que estaban fabricando. Todo habría salido perfecto si uno de los inversionistas mas jóvenes no hubiera comparado a las hermanas remarcando la supuesta incompetencia de Ariadna a la hora de hacer bien su trabajo. Lo bueno fue que Nerea fue lo suficientemente rápida para poder evitar una catástrofe pública de enorme magnitud salvando a su hermana mayor de ir a la cárcel por homicidio. A fin de cuentas, Ariadna nunca había sido muy buena ocultando su furia cuando sobrepasaban sus límites.
En ese momento Nerea se encontraba en su salón calificando los exámenes e intentando terminar todo el trabajo atrasado que tenía aprovechando al máximo el poco tiempo libre que le quedaba antes de volver a dar clases. Al parecer no era la única que pensaba de esa manera ya que, en la primera fila, estaba Erika Solari, escribiendo y tecleando números velozmente en la calculadora intentando imitar a Flash.
Erika tenía que irse de la universidad al terminar el último modulo directo a Pinky Place, la cafetería en la que trabajaba, y de ahí iría a Buen Sazón, restaurante en el que era camarera, así que no tendría tiempo de terminar todos los deberes y estudiar para el día siguiente. Tal sólo de pensarlo Erika se sentía completamente agotaba y agobiada, si continuaba así iba a desfallecer de la misma forma en que su madre lo había hecho hace menos de tres años, pero su familia era su obligación y cuidarla era lo único que debía importarle mientras su madre se recuperaba.
Todo iba bien para ambas mujeres pero, quince minutos después, Erika se levantó de golpe del asiento sumamente frustrada.
Clic, clic, clic... Erika apretó continuamente el retráctil del lapicero mientras caminaba hacia Nerea intentando memorizar las respuestas que seguían rondando en su cabeza.
—Profesora, ¿De casualidad tiene un lapicero? —preguntó suplicante—, el mío se acaba de terminar y tengo todavía mucho por hacer. Además me demoro demasiado yendo a comprar otro y volver. —«aunque no tengo ni para comprar otro» le faltó agregar.
Nerea asintió con la cabeza mirándola de reojo y señaló su cartuchera.
—Ahí deberías encontrar algo que te sirva, Erika. Vamos, busca. —le incitó y continuó calificando.
Erika buscó en silencio y tomó el primero que encontró, lo probó en un trozo de papel arrugado que tenía en el bolsillo y soltó una sonrisita al ver que servía.
—Te siento tensa, Erika. —dijo de imprevisto Nerea, sin levantar la vista de los exámenes— ¿Te encuentras bien?
—Sí, —afirmó mecánicamente— sólo tengo mucho por hacer en poco tiempo. Aunque creo que usted sabe de eso.
Nerea soltó un esbozo de risa y levantó la vista para mirarla fijamente.
—Es más que eso, te he visto demasiado apurada últimamente. ¿Ocurrió algo en casa? —preguntó con delicadeza, no quería herirla o tocar un tema demasiado personal sin tacto.
Erika se lo pensó un poco, bufó y se despeinó levemente el cabello mientras reía.
—Algo así... —hizo una pausa —, mi madre está en el hospital y allí me dijeron que debía pensar en trasladarla a uno mejor para que la revisaran a fondo porque no saben qué tiene. —se sobó la nuca antes de continuar— Así que tuve que conseguir otro trabajo para poder con los costos del tratamiento médico y la manutención de mis hermanos y mía.
—Yo... —dijo Nerea, con lo que creía era remordimiento—, lo lamento enormemente, no debí preguntar.
—No, no te preocupes. No me molesta en lo absoluto que lo sepa y tampoco es que me forzaras a decirlo así que no le des muchas vueltas al asunto.
Erika se encogió de hombros intentando quitarle importancia al tema que no dejaba de rondar su cabeza en el día y en la noche, impidiéndole conciliar el sueño. Al darse cuenta de la manera tan informal en que le había hablado a Nerea instantáneamente se tapó la boca avergonzada.
—Perdón, perdón, perdón.—repitió, tras destaparse la boca— No quise hablarle de esa forma, discúlpeme profesora Freeman.—terminó, arrepentida.
Lo único que Nerea pudo atinar a hacer fue reír negando con la cabeza.
—No te preocupes, Erika. Que si yo puedo llamarte por tu nombre y hablarte tan normal ¿Por qué tú no podrías hacerlo?—preguntó retóricamente—Sí, es verdad. Soy tu profesora pero eso no significa que sea un monstruo al que debes temer.
Erika no respondió pero Nerea se levantó de su silla y comenzó a caminar por sus alrededores perdida en su mente. Tras procesar toda la información sobre los múltiples empleos de Erika y su indudable ética y moral se paró frente a ella con lo que intentó que fuera una amplia sonrisa. Posiblemente había encontrado la respuesta al problema de ella y su hermana.
—Erika, sé que eres una persona muy trabajadora y decidida. Si no pensara que eres alguien maravilloso no te propondría esto pero sé que lo necesitas.
Erika no comprendió a qué se refería y, tras observar su expresión facial, Nerea decidió expresarse correctamente.