Cinthya
Lloro contra la almohada pensando en que realmente lo que hice fue una tontería, no debí terminar en la cama con mi MEJOR AMIGO, así con letras mayúsculas, porque lo que menos deseo es perderlo o que alguna vez se aleje de mi lado.
Escucho mi puerta siendo tocada y es cuando me doy cuenta que no se fue.
—Abre Cinthya, tenemos que hablar.
—No quiero hacerlo, vete por favor. —Suplico, esperando que él me haga caso, se vaya y me deje descansar de este ajetreado día.
—Sabes que no me iré hasta que abras esta puerta y podamos hablar.
De verdad que no quiero hablar con Jesús, así que decido que tomare el baño de burbujas que había planeado antes de que el llegara. Acomodo todo en el baño y me meto a la tina disfrutando de la sensación del agua en mi piel mientras disfruto de algunas canciones y me dejo vencer por el cansancio.
No recuerdo cuanto tiempo es que llevaba en el agua, solo desperté cuando comencé a sentir frio, el agua caliente ahora está casi fría. Salgo viendo que estoy con la piel arrugada de tanto que estuve dentro. Llego a mi cama y me doy cuenta que mi madre me ha llamado, le envió un mensaje avisándole que no llegare.
Termino de arreglarme poniéndome la ropa de dormir más calientita que encuentro y salgo a la sala a pedir algo de comida ya que mi estómago me ha avisado que es hora de alimentarme.
Error.
Me había olvidado de Jesús, lo veo dormido de forma incomoda en uno de los sillones, verlo de esta manera me hace sentir algo culpable, porque de haber hablado posiblemente estuviera cómodamente dormido en su cama.
Me acerco hasta el para despertarlo.
—Jesús —le hablo de forma suave—. Despierta Jesús, no puedes dormir aquí.
Se remueve y murmura algo inentendible, por lo menos para mí.
—¡Jesús! —Ahora le grito, él se levanta como resorte y en el proceso termina golpeándose el pie con el sofá, lanzando una maldición por el dolor.
—¿Alguna vez me despertaras sin gritos?
Recuerdo que la mayoría de las veces tengo que gritarle para que se levante porque se nos hace tarde, si no lo hago así este hombre no se levantaría de la cama.
—Perdón, es solo que no puedes dormir en ese incomodo sofá y además de eso sin haber comido nada, porque imagino que no lo has hecho.
Mueve la cabeza confirmando lo que acabo de decir.
—Pediré comida y después de cenar te marchas a tu casa.
No espero respuesta, tomo el teléfono y marco al restaurante más cercano en donde regularmente pido mi comida siempre que no tengo ganas de cocinar.
Regreso a la sala en donde por instantes permanecemos en absoluto silencio sin mencionar nada que nos incomodé, con esto solo alargáramos lo inevitable; después de la primera vez que estuve con Jesús sabía que terminaría mal, era consciente de que tarde o temprano tendríamos esta conversación y de después de eso las cosas dejarían de ser lo que eran.
—Cinthya, respecto a lo que dije. —Comienza a hablar y lo interrumpo antes de que diga alguna otra burrada.
—No digas más Jesús, ¿recuerdas lo que te dije aquella mañana? somos adultos y afrontemos esto como tal, tal vez la primera noche que estuvimos juntos no éramos del todo consiente de lo que pasaba, pero decidimos seguir el juego y creo que es momento de dejar esto por la paz.
—¿Por qué quieres terminar estos que tenemos?
—Porque no es lo que yo busco, quiero de verdad enamorarme de alguien, no quiero más esto, lo he decidido y espero que tu también lo entiendas.
—Cinthya, yo no quiero terminarlo, podemos seguir con este acuerdo en el que ambos salimos beneficiados y que además disfrutamos.
No puedo negar lo que dice ya que realmente nos entendemos bajo las sabanas, nos complementamos y de verdad que tampoco quisiera que termine, pero también soy consciente que esto no es lo que deseo para toda la vida, yo quiero algo más y lo peor de todo es que sin pensarlo he comenzado a sentir otras cosas por él, y eso si me da mucho más miedo.
Lo he pensado y creo que la razón principal porque quiero terminar esto es porque comprendo que Jesús no me ofrecerá nada más, y yo por desagracia ya estoy desenado más y eso es algo que él no tiene por qué saber.
—No puedo. —Digo casi en un susurro.
—¿Por qué no? Dímelo —Me exige.
—Te dije que no puedo —Lo miro directamente a los ojos.
—Dímelo, acaso ¿Te has enamorado de alguien? Estas dejando nuestro acuerdo pro alguien más.
Lo que dice me enoja al punto de querer explotar y decir lo que tanto quiero ocultar. Pero no se queda ahí y sigue insistiendo, diciendo que lo dejo por alguien más y no se cuanta tontería más que deje de escuchar porque trato de relajar mi respiración para no gritarle.
—¡Porque he comenzado a enamorarme de ti!
Al fin lo he dicho en voz alta, y así como lo dije inmediatamente me arrepentí al ver la cara del hombre que se encuentra frente a mí, quedando claro que esta horrorizado con esta confesión.