Capítulo 2
Comienzo de batalla
En cuanto salieron de la oficina de presidencia, Iker sonríe victorioso.
—Lo siento por ti, primo. Pero aquí estás viendo al próximo presidente de la compañía…—aseguró, con una amplia sonrisa y dotes de triunfo.
—Pues eso está por verse. Esforzarse por algo en la vida nunca ha estado entre tus virtudes…—replicó Gerard con tranquilidad y con igual sentido de triunfo.
Iker lo miró con una sonrisa burlona, poniendo de manifiesto sus intenciones de ganar. Gerard le devolvió la mirada con iguales intenciones. Cada uno tenía claro que el otro declaraba guerra y que sería una batalla campal.
Gerard se desempeñaba en la administración de la empresa. Había obtenido con mucho esfuerzo su licenciatura en administración y gerencia. Aunque sus labores no se relacionaban con las ventas, le constaba que era cierto lo que dijo su tío en relación a los muebles de lujo. Pero subir esos números no era cuestión de borrón y cuenta nueva. Debía diseñar una estrategia acertada de ventas y para eso necesitaría ayuda.
Comenzó un recorrido por el negocio repasando su vista por todo el lugar. Observando con detenimiento a cada empleado, conociendo su función, y tratando de descubrir cuál de ellos podría ayudarle.
“Éste no…aquel tampoco…ese menos...”—repasaba en su mente, descartando según ponderaba las posibilidades. A muchos de los empleados los conocía más bien de lejos, sin que jamás hubiese cruzado palabra con ellos. Otros eran rostros familiares por su antigüedad en la compañía pero no porque tuviera confianza alguna. Con la mayoría jamás había intercambiado palabras y sin dejar de mencionar que le parecía ver caras nuevas todos los días. Empleados temporales que hoy estaban y al día siguiente se iban.
Sus ojos se detuvieron en Martin, uno de los empleados más antiguos de la compañía.
— ¿Cómo le va, Martin? ¡Que gusto verlo! —saludó efusivo.
Martin tenía cerca de sesenta años de edad y casi treinta años trabajando en la compañía sin ausentarse un solo día. Era un empleado eficiente y con el que se podía contar. Nunca llegaba tarde ni se tomaba recesos excesivos. Digno empleado de Ingvar Woods.
— Muy bien, gracias. ¿Cómo le va a usted, joven Ingvar? ¿A que debo que la realeza haya saludado a un plebeyo? —respondió un tanto sorprendido porque en los años que lo conocía jamás lo había saludado, mucho menos con tanta efusividad.
Gerard sonrió. Era de esas sonrisas que al viejo Martin le parecían sospechosas porque aquello de más sabe el diablo por viejo que por diablo, aplicaba muy bien en su caso.
— ¿Algo en que pueda ayudarle, joven? —preguntó queriendo ir al grano.
—Quería saber cuántos años lleva en nuestra compañía…—soltó Gerard quien tampoco tenía tiempo para perder. La cuenta regresiva de los seis meses le exigía premura.
—En tres meses cumpliré treinta años de servicio y anuncio mi retiro…—contestó ufano, con una alegría que se hizo evidente en su rostro.
Gerard hizo un gesto de asombro. Martin se veía fuerte de cuerpo y totalmente lúcido de mente.
—Lo felicito. Seguro tendrá un par de consejos para darme. Quiero decir…imagino que luego de tantos años sabrá de estrategias para aumentar las ventas y ese tipo de cosas —lanzó directo, esperando obtener un respuesta mágica que le ayudara.
—Lamento decirle que se equivoca grandemente. En todos estos años me he dedicado a lo mío en el departamento de recursos humanos y no sé nada sobre ventas. Acá entre nos, nunca me gustó eso de convencer a la gente a que compre nada. No nací para vendedor…
Gerard sonrió ante la honestidad del viejo Martin. Le pareció un buen tipo y hasta lamentó que ya no contaría con él cuándo llegara a la presidencia. Porque no tenía dudas de que iba a convertirse en el nuevo presidente.
—Entiendo y déjame decirte que admiro tu honestidad y tu sabiduría en retirarte todavía sano y fuerte para disfrutar lo que te queda de vida —manifestó con sinceridad.
—Muchas gracias, joven Ingvar. ¿Algo más en lo que le pueda ayudar?
Gerard se quedó pensativo por un rato.
—Pensándolo bien, tal vez sí puedas ayudarme. Ya que tienes tanto tiempo en esta compañía y me imagino que conoces a todo el personal, dime quien crees que sea la persona ideal para hablar sobre el negocio…en especial sobre aumentar ventas.
Martin se quedó pensando por un rato, como buscando a esa persona en su mente. Respondió luego de unos breves segundos.
—Como usted sabrá, tenemos un departamento de ventas y mercadeo. Pero supongo que si no ha ido donde ellos es porque busca algo más, alguien con una visión diferente…
—Así es —respondió Gerard mientras asentía con la cabeza, asombrado ante la asertividad de Martin.
—En ese caso, podría hablar con Florentine. ¡Esa mujer se las trae! Trabaja en la cocina pero tiene unas ideas que ni le cuento… ¡Vaya, búsquela! Estará feliz que un Ingvar ponga los pies en la cocina para buscarla…—aseguró Martin con una sonrisa traviesa en sus labios de viejo bonachón.
Gerard no lucia muy convencido. Era cierto que nunca había pisado la cocina de la empresa. Ni siquiera estaba demasiado seguro de donde quedaba.
—Gracias por la información, Martin. Y si no te vuelvo a ver, te deseo un feliz retiro —concluyó su visita y se fue caminando en dirección a la cocina, todavía con dudas de encontrar allí sabiduría alguna para los negocios.
Tuvo que tomar el elevador para bajar hasta el primer piso y luego descender por unas intrincadas escaleras hasta dar con el lugar más recóndito de aquella empresa. Donde trabajan las almas que alimentan y que pasan como seres sin rostro aun cuando cumplen la función más importante de la vida que es alimentar.