El Ganador

Capítulo 5: El trato

Capítulo 5

El trato

 

— ¿No me habrás creído aquello de que me rendía? —increpó Gerard cuando se sentó a la  mesa con Ellie en Gray Tweed, el pequeño café bar frecuentado por jóvenes profesionales y en el que ella solía detenerse de camino a la casa.

Ellie no pudo disimular su asombro. ¿La siguió el joven Ingvar hasta allí? ¿Estuvo vigilando sus pasos?

Él aprovechó el estupor de la chica y que no había tenido tiempo de rechazar su compañía y se apresuró a acomodarse en el asiento y ordenar una bebida.

—Un whiskey doble, por favor —pidió. La mesera tomó la orden y seguido se perdió a pedirle al camarero que preparara el trago.

Ellie lo miró asombrada. Lo consideró un atrevido y no soportaba su desfachatez.

—Discúlpeme, señor…pero esa silla está ocupada —argumentó.

Gerard giró la cabeza en ambas direcciones, haciendo movimientos de fingida búsqueda.

—Pues yo no veo a nadie…

—Quise decir que estoy esperando a alguien…

Gerard sonrió. Era un juego que conocía.

—En ese caso, me iré en cuanto llegue su acompañante.

Ellie tomó un sorbo de su bebida. Le parecía el colmo del descaro de un niño consentido pero intentó refrenar su lengua mordaz.

—Hagamos algo, señor Ingvar… –sugirió Ellie.

—Puedes llamarme Gerard…mis amigos me llaman Gerard…—interrumpió él.

Ellie pausó un instante y continuó su propuesta.

—Señor Ingvar… -repitió- Hagamos algo, usted me dice con total claridad que es lo que desea y terminamos de una vez con estos imprevistos, ¿le parece bien? —inquirió con aplomo.

Gerard se mojó los labios al escucharla decir eso. Sentía fascinación por la manera directa en que la chica decía las cosas.

—De acuerdo. Iré al grano…Necesito que me ayude a subir considerablemente las ventas de la línea de muebles exclusivos en menos de seis meses.

Ellie no pudo menos que lamentar su ingenuidad. Tomó otro sorbo de su trago mientras meditaba su respuesta. Gerard la observaba con interés, deseoso de escuchar lo que respondería.

— ¿Está hablando en serio o es hoy el día de los inocentes? —finalmente le preguntó.

—Totalmente en serio. Esto es lo más serio de mi vida —respondió.

Luego de una breve pausa, Ellie le espetó:

—A ver…si yo tuviera el poder de hacer crecer ventas de manera considerable en tiempo record, no estaría trabajando como animal de carga y ya tendría mi propio emporio. O sea, yo trabajo en el departamento de Ventas y Mercadeo. Soy una simple empleada. Y sé que lograr un aumento o siquiera detener bajas de ventas ya es de por si una labor titánica. Entonces, usted lo que pretende es un milagro y que sea de entrega rápida… ¿De verdad es usted así de ingenuo? ¿O es solo una treta para burlarse de mí?

El tono fue escalando a tal grado que Gerard de sintió abrumado.

—Por favor, jamás me burlaría de usted…si le he dicho esto es porque confió en que usted podrá ayudarme. Digo…con sus estudios y experiencia en el área de ventas, viene a ser usted la persona ideal para esto…—explicó Gerard.

La mesera se acerca y coloca el trago sobre la mesa. Gerard agradeció que llegara justo cuando más  estaba necesitando el trago.

Ellie lo observó pensativa.

—Está bien, pero y… ¿por qué las prisas? Seis meses es poco tiempo. Estas cosas toman como mínimo un año…

Él suspiró hondo. En cierto modo le incomodaba tener que pedirle ayuda a una excéntrica y desconocida empleada a la que luego le debería el favor de por  vida.

—Mi tío se retira en seis meses y dejará la presidencia de la compañía al primero de sus sobrinos que demuestre que puede manejar con éxito el negocio. Subir esas ventas en ese tiempo es la prueba que nos ha impuesto —explicó.

—Vaya, que poca confianza les tiene…

—Por favor, le estoy pidiendo…o mejor aún…le ruego que seamos un equipo en esto y me ayude a cumplir este reto —Gerard la miró suplicante. Comenzaba a sentir una fascinación al mirarla que le era difícil de comprender.

—Supongamos que, en efecto, yo pudiera ayudarlo y que gracias a eso usted logra ser el nuevo presidente… ¿Qué obtendría yo a cambio? ¿Qué ganaría con esto?

— ¿Qué deseas? ¿Un aumento de sueldo? ¿Un ascenso? Pídeme lo que quieras…—

Lo miró con aires de triunfo.

—Quiero la vicepresidencia…—soltó.

Diciendo esto, tomó el último sorbo de su trago, puso el vaso vacío sobre la mesa. Se levantó de la silla y se dirigió a la puerta para marcharse. Él se levantó de su silla de un salto, tanto así que apenas le dio tiempo de lanzar un par de billetes sobre la mesa y salir deprisa tras ella.

— ¡Espere, señorita! – Gerard salió agitado girando la cabeza en todas direcciones. Vio su figura a punto de perderse entre el gentío y corrió hacia ella hasta alcanzarla.

— ¿Esto de perseguirme cuando es que se acaba? —inquiere ella sin detener el paso. El tren que debe tomar saldrá en cinco minutos exactos.

Gerard caminó a su lado a paso vivo, rescatando el aliento que había perdido tras la carrera.

—Disculpe la insistencia pero es que es demasiado importante para mí. Tengo la corazonada de que usted es la persona indicada para ayudarme y como comprenderá no puedo aceptar una negativa…—argumentó

— ¡Es que no me he negado! Solo dije que a cambio quiero la vicepresidencia…

— ¡Que es lo mismo que negarse! —ripostó.

— ¿Por qué ha de ser así? ¿Acaso el presidente no tiene la facultad de elegir a su vicepresidente? ¡Por supuesto que sí! Óigame bien, conozco la política de la empresa al pie de letra y sé que el presidente tiene la facultad de elegir a su equipo. Así, que usted decide…y salgase de mi lado que me está distrayendo y mi tren sale en unos minutos. No pienso quedarme varada por su culpa…




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