El Ganador

Capítulo 8: Trato y Trampa

Capítulo 8

 

Trato y Trampa

 

No, señor —respondió sobresaltada con el corazón a punto de salírsele por la boca.

Él sonrió mostrando su dentadura perfecta.

—Pero sí me pareció que buscabas a alguien…

—Es que quedé de encontrarme aquí con una amiga pero no la veo, parece que no pudo venir…—mintió.

—Hummm…. ¿ya intentaste llamarla o enviarle un mensaje? —.

Cada cuestionamiento le indicaba a Ellie que el joven Ingvar no le creía ni una sola palabra. Podía verlo en su cara, en el tono escéptico de sus palabras y hasta en sus gestos.

— ¡Que tonta he sido! ¡No se me había ocurrido! —volvió a mentir. Sacó el móvil de su bolso y lo sostuvo en su mano sin estar segura sobre lo próximo que debía hacer.

—Es extraño…

— ¿Qué cosa?... ¿Qué no hubiera llamado a mi amiga? No es extraño. A veces soy así de despistada…—alegó Ellie en su defensa.

—No es cierto. No eres despistada, eres la chica más centrada y disciplinada que he conocido. Lo que me parece extraño es que me digas que esperabas una amiga cuando siempre se te ve sola, como si no tuvieras amigas…

— ¡Claro que tengo amigas! —volvió a la defensiva.

Gerard no quiso insistir. Su intuición le gritaba que ella lo buscaba a él aunque no lo quisiera admitir.

—Discúlpame…por supuesto que debes tener amigas. Ha sido una mala percepción de mi parte, te ruego me perdones. De todas formas, lo que te dije sobre ser una chica centrada y disciplinada es cierto y lo sostengo. Eres una joven como pocas...y no creas que lo digo para ganarme tu simpatía o que me ayudes. Eso ya lo di por descartado…lo digo porque es como lo siento. Es muy difícil encontrar gente con tu ética de trabajo…te felicito por eso.

Ellie sintió encendérsele las mejillas al escucharlo. Tampoco estaba acostumbrada a recibir halagos a su manera de ser. Un cambio de tema era imprescindible para no morir hundida en la vergüenza.

— ¿Ya lo dio por descartado? ¿Ya no quiere mi ayuda? —preguntó.

— ¡Claro que la quiero! Pero usted ha sido clara en lo que quiere y yo no le voy a prometer algo que luego no pueda cumplir… ¿Sabes algo? Eso es bueno, a pesar de todo. Saber lo que se quiere en la vida también es una virtud difícil de encontrar en estos tiempos.

Ellie asintió. ¿Qué tenía este hombre que lograba desarmarla? En otras circunstancias, la conversación no hubiera llegado tan lejos. Se hubiera largado a la primera que la persona pusiera en duda lo que ella le decía. En cambio, con Gerard no lograba asirse de nada que mantuviera sus pies en el piso. Con él flotaba.

Se quedó mirándolo hasta que un impulso la llevó a hacerle una propuesta.

— ¿Qué le parece si le ayudo sin tantas pretensiones? Quiero decir, trabajando juntos nuevas estrategias…si funcionan y logra ser presidente, entonces hablaremos de mi recompensa y le prometo que no le pediré la vicepresidencia… ¿Qué me dice? ¿Le interesa? Es mi mejor oferta...

Gerard no podía creer lo que escuchaba. Los ojos se le iluminaron con entusiasmo.

— ¿Estas segura? ¡Me parece fantástico! —respondió infundiéndola sonriente en un abrazo que a ella le tomó por sorpresa y no supo cómo responder.  

En medio de la emoción del fugaz momento, Gerard tomó su rostro con sus dos manos y la observó detenidamente. Le parecía más hermosa cada vez que la miraba. Una fuerte atracción lo arrastraba y era imposible contener el deseo.  Besó sus labios, como una acción instintiva y sin pensar. Despacio, leve, fresco, apenas un roce.

Ella quedó muda, sorprendida por aquella acción inusitada.

—Pero… ¿Qué le pasa? ¿Por qué ha hecho eso? —cuestionó separándose abruptamente de él.

Gerard estaba mortificado de su propio acto.

—Perdón…no sé qué me ha pasado…me deje llevar por la emoción…discúlpeme…discúlpeme  de verdad…—repetía mortificado.

De pronto, a ella le pareció que había reaccionado demasiado agresiva.

—Está bien…no ha pasado nada….vamos a olvidarlo…—aseguró Ellie, acomodando repetida y nerviosamente su bolso en el hombro- Lo espero mañana en mi oficina…tenemos mucho trabajo por delante —dijo mientras se alejaba dejándolo con una expresión perpleja en el rostro.

Se perdió tras la puerta alejándose lo más rápido que sus pasos le permitieron. Llevaba una nerviosa sonrisa en los labios.

—Allí estaré…no tengas dudas que allí estaré —musitó él todavía sin poder creer todo lo que acababa de pasar.

Al llegar a su pequeño departamento la esperaba Índigo, su gatito munchkin, un diminuto animal que era lo único agradable que le quedaba de su antiguo novio de universidad. Stephen era apuesto, popular entre sus amigos y uno de los atletas más destacados de la universidad.  

En aquel entonces Ella era también una chica muy popular y asediada por pretendientes. Le gustaba seguir la moda, el maquillaje, y era además una estudiante muy aplicada. Una pareja perfecta, como muchos los llamaban.

Tras bastidores, la pareja era otra cosa.

“No sé por qué te empeñas en destacar en clases. Al final, te darán la posición que quieras solo por tenerte”

“Una mujer como tú no necesita probar nada. Basta ponerte en un escaparate para que todos te admiren y podrás obtener lo que quieras.”

“¿En verdad te importa tanto graduarte de tu carrera con buenas calificaciones? ¿Para qué te matas por eso? Seguro yo seré un exitoso profesional y tú podrás quedarte en la casa…solo siendo bella para mí…”

No pudo soportarlo más. Se sentía un objeto que él quería solo para exhibir. Una especie de discriminación a la inversa y un insulto a su inteligencia. Ser bello no está reñido con ser capaz. Eso Stephen nunca lo comprendió y ella no lo pudo soportar más.




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