Valerie
Todo el que me conoce dice que soy la mujer más planificadora del universo, la que tiene que tener todo controlado y organizado en un cuadro de Excel. Tienen razón. Mi vida no es una margarita que se deshoja al azar, nada puede escaparse de mis manos, todo tiene que estar perfectamente calculado. Por eso, cuando la línea de la prueba de embarazo se marcó, no sentí alegría. Sentí una profunda, furiosa, traición algorítmica. Un error de cálculo.
Esto no estaba en el plan de Valerie River.
El plan, para este trimestre, incluía cerrar el contrato más grande de mi carrera como planificadora de eventos, ganar miles de dólares e irme el próximo año a Bali. No incluía un ser humano no solicitado que iba a arruinar mi estructura ósea y, peor aún, mi impecable reputación.
El origen de la catástrofe se llama Rodrigo Cortés, el latino con quien no debí asociarme después de haberlo conocido en un evento de la empresa. Un hombre que parece a un ejecutivo de Wall Street recién salido de la tintorería, un tipejo que parecía perfecto, pero al final terminó siendo todo un patán.
Ahora heme aquí, en cinta y con cuatro meses de embarazo, a punto de finalizar el año y con el retiro de reencuentro navideño con mis amigas y sus esposos en solo cuatro horas. Es que no pudiese estar más salada. Quedan solo semana y media para terminar el año y mi vida está hecha un desastre.
Y será peor cuando mis amigas: Olivia, Jenni y Hollie se enteren.
Ellas han sido mis mejores amigas de toda la vida, Olivia trabaja como abogada en un bufete poco reconocido en Nueva York, pero es buena en el juzgado, tan despiadada y quisquillosa como ninguna. Luego está Jenni, la coach espiritual más relajada y chill, cree en el karma y en los chakras, en que tu vida se rodea de energía y que tú eres parte del universo cósmico, a pesar de todo es buena persona y una amiga muy presente. Y por otro lado está Hollie, pastelera, creyente fervientemente en el amor de libros y películas, quien hornea los mejores bocadillos de chocolate del mundo entero.
Nos solemos llamar guerreras desde que una vez, las cuatro luchamos con un idiota que se quería propasar con Hollie en una discoteca hace varios años ya, cuando éramos más jóvenes y sin tanta vida adulta.
No quiero verlas, porque sé que la van a liar conmigo, me dirán que fui una tonta por dejarme embarazar de alguien que solo jugó conmigo. Sé que luego me apoyarían, pero no quiero que se den cuenta que he perdido el control de mi vida y que soy el fiasco más gran de Nueva York.
Pero aquí estoy, sentada en la sala de embarcación del aeropuerto, esperando mi vuelo hacia Hollybroke, un pueblito de Vermont. El lugar en el que pasamos cada vacación de navidad previo a recibir el año nuevo. Se podría llamar Nuestro retiro navideño, lo creamos como tradición antes de que cada una tuviese hijos... Ahora soy yo quien será la primera en tenerlo, cuando se suponía que Olivia sería la primera en embarazarse de Tom, su marido de dos años y medio.
Ese es el otro problema, pensé que esta vez sí se daría con Rodrigo, pensé que él sería el hombre de mi vida y el padre de mis hijos, solo fue un idiota inservible que me embarazó y no aceptó que lo estuviese, porque su trabajo es más importante.
Rodrigo está mirando con los ojos muy abiertos, negando con su cabeza y maldiciendo. Respira hondo una y otra vez, está fuera de sus casillas.
—Esto no puede ser, Valerie, no, obvio que no.
—¿Qué quieres decir? —pregunto con un hilo de voz, él no me puede hacer esto.
—Que no quiero a ese bebé... —dice balbuceando—. Yo tengo planes... Dubai... está en puerta y sabes que es el gran proyecto del próximo año. Esto es un factor de riesgo.
—¿Un factor de riesgo? ¿Tú crees que yo no tengo proyectos en mente? ¿Metas y sueños por cumplir antes de un bebé?
—No lo sé, y no me importa, pero no quiero a ese bebé —sentencia, sintiendo como si me hubiesen lanzado encima un tobo de agua helada—. Puedo darte el dinero. Ya sabes...
—No, no lo haré. Puedes irte al carajo.
Y ese fue el último día en que rogué por la atención de Rodrigo, ni siquiera lo consideró.
No, prefirió lo peor. Es un imbécil de pacotilla.
La voz fina de una mujer interrumpe mis pensamientos, están anunciando el vuelo hasta Florida que saldrá en menos de una hora. No le presto mucha atención, porque mi fijación quedó en el hombre de camisa de lino de color blanco, debajo de un suéter de cierre abierto, lleva gafas y un sombrero muy navideño en su cabeza. Lo miro con extrañeza, el que esté a dos asientos a lado de mí lo hace más extraño aún. No me había dado cuenta de su presencia.
Suspiro e intento poner mi atención en otra cosa, pero cuando él comienza a hablar por teléfono en voz baja, comentando el hecho de que está huyendo de alguien me hace estar más atenta a lo que dice.
—Sí, hombre, el lunes estaré allá... —vuelve a decir—, para nada, sigo donde mi madre, no estoy huyendo de ustedes, ¿por qué lo haría?
Se ríe entre dientes, como si estuviera asustado, noto que mira a todas partes como buscando a alguien.