Ethan
Acabo de aceptar el acuerdo más loco de mi vida: ser un novio falso y un padre sustituto. ¿Quién en su sano juicio acepta algo como ello?
Ethan Harrison lo hizo.
Y ya no tengo tiempo de arrepentirme, porque el taxi se acaba de estacionar en el lujoso The Winslow lodge en Hollybroke, Vermont. Se suponía que estaba huyendo a este estado porque me pareció lo más lejos posible y que Tank ni Thorne me encontrarían, pero estar viendo en lo que me metí, no sé qué fue peor.
—¿Estás listo? Recuerda toda la información que te he dado: Olivia con Tom, Jenni con Leonard y Hollie con Edward —me explica de nuevo, son los nombres de sus amigas y sus esposos. Al parecer la mujer embarazada con la que hice un trato hace menos de dos horas en el avión está desesperada de no lucir un fracaso ante sus amigas. Algo que no entiendo, porque si son una amistad verdadera, ¿por qué tiene miedo a lo que dirán? Hay mucho por conocer de la reina del Excel y la planificación. Se nota que es una mujer que necesita controlarlo todo.
—Edward y Olivia, Hollie y Leonard, y por último Tom con Jenni, lo tengo —repito, molestándola. Ella hace un gesto en su rostro de desesperación, niega con su cabeza y la hunde dentro de sus manos.
—Esto no es un buen plan, me descubrirán muy rápido —lamenta.
Doy un suspiro, toco su hombro y le doy un apretón.
—Solo te estoy molestando, ya sé quien está con quien, sus profesiones y las personalidades de tus amigas. Me lo dejaste muy en claro en dos horas de vuelo.
La pelinegra desentierra su cabeza para mirarme.
—¿Estás seguro?
Sus ojos azules me hacen tragar saliva con fuerza, son como dos piedras preciosas que brillan tanto que pudiera robarlas y venderlas al mejor postor e irme a un país asiático o del caribe.
—Me debo pasar por Rodrigo, tu novio financiero que trabaja en el Wall Street y que tiene la vida perfecta, pero que lo dejó todo por ti. Entendido —le digo, sin estar muy convencido. La descripción de su ex me da asco, tiene toda la pinta de ser un patán de primera. Además, lo sé porque él estuviera aquí en estos momentos y no yo fingiendo ser él.
El conductor se baja del auto para abrir el maletero y sacar nuestro equipaje, salgo primero para ayudar a Valerie a bajar, ella me mira sin entender, pero toma mi mano para salir del taxi. Le doy una sonrisa ladeada, algo que hace que suelte mi mano y vaya por sus maletas.
Puedo decir que es una mujer muy hermosa, piel blanquecina cremosa como la leche, cabello muy oscuro casi llegando a negro, ojos de color azul y unos labios finos muy rosados. No es tan alta, su cabeza me llega a los hombros. Es delgada, pero su embarazo es notorio, su vientre luce abultado debajo de su chaqueta.
Esto será un desastre, pero prefiero jugar a la familia perfecta a ser lanzado al río Hudson sin derecho a reclamar.
Veo donde nos alojaremos, una posada lujosa de madera, con aspecto rústico, pero con una obsesión enfermiza por las coronas de muérdago y las tradiciones. Era el lugar donde la clase media alta de Vermont venía a demostrar que su vida era más auténtica que la tuya. ¡Qué buen lugar para esconderse!
El lobby estaba lleno de familias. Mi camisa de lino y mi mochila de lona, me hacían sentir como un turista perdido en un documental sobre la vida silvestre. No estaba acorde al sitio y creo que ninguna de mis camisetas y suéteres lo estén.
Miro a Valerie, que está dando nuestra reservación. Ella había pedido una habitación doble con dos camas individuales, pero solo quedaba disponible la de la cama matrimonial. Ruega para que la cambien, pero es imposible, por lo que me acerco a ella y la tomo por la cintura.
—Disculpe a mi mujer, son las hormonas, esa está perfecta para los dos, muchas gracias —le digo a la recepcionista, que me da una sonrisa, agradeciendo que entendiera la situación. Me entrega la tarjeta de la habitación y dirijo mi mirada hacia la pelinegra que me mira con temor.
Una vez que estamos en el pasillo, me acerco de nuevo a ella.
—No tengas miedo, no soy un psicópata ni mucho menos me propaso con las mujeres. Puedo dormir en el sofá de la habitación, no te preocupes sin necesidad. Me preocupa más que el exmarine que me está buscando no me encuentre ni sepa de mi existencia.
—Entonces no nos encontrará —replica ella, su tono seco y final—. Te tengo camuflado en el centro del infierno navideño. Nadie busca a un fugitivo que se escapa con una mujer embarazada para un retiro con sus amigas.
Espero que su premisa sea cierta.
*
No es una suite lujosa de hotel, sino algo más como una habitación acogedora familiar, decorada hasta más no poder de tema navideño. Aunque no se puede negar que el espacio es amplio, diseñado para sentirse familiar y duradero, lo cual, para un fugitivo, solo significa que el cemento es espeso y las paredes son difíciles de romper.
En el centro de la habitación había una cama matrimonial grande, vestida con una colcha pesada en tonos borgoña y verde bosque. Encima, una almohada decorativa bordada con un reno.
A la derecha de la cama, contra una pared empapelada con un diseño de cuadros escoceses, había una chimenea eléctrica que parpadeaba con un fuego falso y daba un calor sofocante. Cerca de la ventana había dos muebles pequeños donde te podías sentar a observar la nieve caer y decorar de blanco todo el pueblo de Hollybroke.