El hábito no hace al monje (#4 Serie Refranes)

CAPÍTULO 2

12 años tenía cuando llegó a la casa De Vigo. Ahora ya tenía 19 años y sus pasados años como Ema De Vigo no habían sido para nada sencillos. En la casa se sentía sola. Su “padre” le había contado que la familia solo estaba compuesta por él e Íñigo. Su esposa había muerto un poco antes de que ella fuera adoptada al igual que el hermano mayor de Íñigo. Nadie hablaba de ella y eso le parecía extraño. Del hermano mayor solo sabía que se llamaba Iker y que una enfermedad se había cobrado su vida.

Para ese momento su hermano estaba estudiando en el extranjero y su padre pasaba la mayoría del tiempo en el trabajo. Gracias a sus excelentes notas en la escuela, su padre le había permitido tomarse un año sabático para que hiciera lo que quisiera pero ella había decidido simplemente comenzar de inmediato a estudiar en la universidad. Escogió Música, porque era lo único que realmente amaba. A través de ella dejaba fluir su alma y espíritu. Se sentía viva y libre de todo lo que pudiera causarle angustia, como lo era la “soledad”.

En la universidad conoció a un grupo de chicas que rápidamente la incorporaron a su grupo a pesar de que iban varios años más adelante en sus carreras. Lo habían hecho porque sabían que ella era una De Vigo, heredera de la cadena de hoteles más importante del país. A su haber había millones en dinero, propiedades, joyas, acciones, etc. Además de eso, era la hermana del soltero más codiciado del momento, por lo que todas buscaban la manera de acercarse a ella con el firme propósito de llegar a Íñigo.

Las chicas eran unas frívolas y envidiosas que catalogaban a las personas de acuerdo a su estatus y posesiones materiales. Sus conversaciones siempre giraban en lo mismo, las cosas que estaban a última moda y su hermano.

Ema les permitía ir a su casa no por gusto, sino para no sentirse tan sola. Al menos gracias a ellas pasaba un buen rato porque le proporcionaban una fuente inagotable de risas. Y no es que se riera CON las chicas, más bien se reía DE ellas, cosa que a estas les molestaba en sumo grado, porque había que reconocerlo, las chicas eran tontas, pero no tanto.

Había una en especial, Rosario, que se creía con más atribuciones que nadie ya que en su torpe imaginación pensaba que su hermano era su novio solo por el hecho de que salió con ella en una sola oportunidad. Y eso fue solo por hacerle un favor a la madre de la muchacha. Al parecer ella había estado enamorada de Íñigo desde pequeña y cuando su madre le pidió que acompañara a la hija de su amiga al baile de sus 15 años, a Íñigo no le quedó de otra que darle en el gusto, muy a regañadientes. Había sido uno de los últimos deseos de su madre antes de morir.

 

Íñigo había llegado a casa ese día después de estar fuera todo un año por sus estudios. Eran las vacaciones y decidió pasarlas con su familia. Jamás esperó que gracias a Rosario, la vida de su hermana quedara hecha trizas.

 

Como siempre, Rosario y sus amigas se habían enterado de que Íñigo estaba de vuelta. Sin ser invitadas, llegaron a la mansión De Vigo con el fin de acercarse al heredero de la familia. Ema se había excusado debido a una fuerte jaqueca que la había aquejado desde esa mañana, por lo que las tontas deambulaban a diestra y siniestra por la casa como si fuera la suya propia.

Rosario estaba molesta. Había recorrido toda la mansión buscando a Íñigo y aún no lo encontraba. Éste estaba escondido en el garage esperando a que las chicas se aburrieran y se fueran, pero ese no fue el caso. Rosario y el resto entraron al baño a refrescarse y no se dieron cuenta de que la puerta seguía abierta. En ese mismo momento Ema bajaba por las escaleras a buscar una aspirina para su dolor de cabeza y lo que escuchó la dejó petrificada.

- …..la muy estúpida no tiene idea. Siempre ha creído que fue adoptada, pero no tiene idea que es la hija bastarda de Don Cristóbal y hermanastra de Íñigo. Como si el parecido fuera una mera casualidad. – Les contaba Rosario a las otras con sorna.

- Pero entonces ¿por qué la trajeron a la casa a vivir como uno más de ellos si es una bastarda?

- Es simple. Por si acaso. – Le respondió nuevamente Rosario.

- ¿Cómo que por si acaso?

- Verán, ya saben que Iker murió de leucemia, ¿cierto? – Las otras asintieron. - Mientras estaba enfermo buscaron desesperadamente un donante de médula para tratar de salvarlo pero no lo encontraron. Ningún miembro de la familia era compatible. Debido a eso Iker murió. Con el fin de que Íñigo no corriera con la misma suerte, decidieron traer a la bastarda para tenerla a mano en caso de que mi querido amorcito necesitara de su médula. Gracias a Dios que hasta el momento no ha sido necesario y espero que nunca lo sea. Por ahora, la única utilidad que tiene esa muerta de hambre es servirme de puente cada vez que quiera acercarme a Íñigo. – Las risas se escucharon en todo el primer piso.

Ema tapó su boca para no dejar escapar el grito de dolor que aquella revelación le había ocasionado. Corrió como si su vida dependiera de ello directo hasta su recámara y se encerró con llave para que nadie entrara tras de ella. Rosario podía ser muy perra, pero todo su argumento parecía lógico y creíble. Se miró al espejo de su tocador y por primera vez notó el parecido que tenía con su padre y hermano. ¿Cómo pudo pasar por alto el color de cabello, sus rasgos faciales, incluso sus manías, tan similares a las de los demás De Vigo?




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