El Hada Casamentera y el Rey del Infortunio Amoroso

Capítulo 2: Cuestionario del hada

Pov Verena

Llegar al hogar de los Montesco no fue difícil. Con la apk de las hadas usé el teletransportador y, con la dirección del contrato con la hija de mi cliente, me hallé frente a su puerta en segundos.

El largo pasillo de aquel lujoso edificio estaban desolados. Chasquee mis dedos y a mi lado apareció mi maleta. Estaba lista para comenzar mi misión.

La primera impresión de Zaiden Montesco me resultó extrañamente peculiar. Tenía los ojos de un gris opaco, el cabello en un desastre cuidadosamente calculado y un pijama verde olivo de ceda. Su imagen gritaba "soy ridículamente rico, pero estoy harto de mi jodida vida". Era extraño que aún desaliñado pudiese verse tan guapo.

Cuando le dije que estaba allí por su hija, se tensó, como si un hada casamentera fuera el tipo de persona que iba a robarle una galleta a su pequeña.

Sus ojos me detallaron con sospecha. Se notaba cansado, molesto y desafiante. No me importó.

—Una galleta —había respondido a su pregunta. No estaba allí por dinero.

Mi sonrisa se amplió. El desconcierto en su rostro era delicioso y divertido. Tenía una forma de pararse que me hizo pensar en un rascacielos: demasiado alto, demasiado frío.

—¿Una galleta? ¿De verdad? ¿Has venido hasta aquí porque una niña te ofreció un postre? —Su voz era un gruñido incrédulo.

—Se veía deliciosa —mentí, con un tono dulce.

En realidad, la galleta era una excusa, un pretexto para entrar. Mi verdadero motivo estaba frente a mí. El Rey del Infortunio Amoroso, el caso que había hecho huir a todas las hadas.

—Perfecto, mi reputación vale una galleta...genial.

Al decirle que él se había convertido en mi reto personal su expresión no tuvo precio.

—Las hadas no existen y el amor tampoco.

Casi quise reírme. Las hadas caminábamos entre los humanos sin que ello lo supieran. Eran tan ingenuos.

«Un hombre que no cree en las hadas ni en el amor...esto será divertido.»

Sonreí, porque algo me decía que el hombre frente a mí iba a ser la misión más interesante de mi vida inmortal.

—Pues yo te haré volver a creer en ello. Dime, ¿dónde dejo mis cosas?

No esperé una respuesta. Me abrí camino en su apartamento con total confianza. Era un lugar digno de un rey. Un lujo minimalista, con paredes de vidrio que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. El lugar estaba impecable.

—Oye, ¿qué haces? —Zaiden me siguió, su voz llena de irritación.

—Instalándome. He traído mis equipaje. Esto será un caso de tiempo completo.

—Mira, no sé quién te crees que eres, pero no te necesito. No necesito a una "hada casamentera" que, por cierto, es la cosa más ridícula que he escuchado en mi vida. Mi vida amorosa está bien —refutó, cruzado de brazos.

Yo solté un carcajada, haciéndolo fruncir su ceño.

—¿Tu vida amorosa está bien? ¿Es una broma? —fingí secarme una lágrima imaginaria—. Tu vida amorosa es un asco. Acabo de ver las noticias. La pobre hija del senador casi muere por una alergia al vino.
La furia en sus ojos se encendió. Un brillo auténtico que amenazaba con echarme de su casa.

—¿Y tú qué? ¿Eres una acosadora?

—No necesito acosarte. Tu mala suerte es noticia internacional —Me burlo, acercándome a él. Su imponente figura sobrepasaba mi altura de manera colosal, pero esto no me intimidaba—. Soy una profesional, mi trabajo es unir el destino de las personas, y para unirte, tengo que estar contigo todo el tiempo.

Su cuerpo se tensó de inmediato. Sus ojos un iris gris de burla.

—¿Estás bromeando, verdad?

—No. Mi método se basa en la observación en tiempo real. Necesito verte, analizarte, entender por qué eres un desastre andante. Y la única manera de hacerlo es estando cerca.

Le vi rodar los ojos con exasperación.

—No me interesa una experta en sentimientos. Mis citas son un campo minado que nadie puede resolver.

—Entonces haré de desactivadora. ¿Me deja entrar a tu mapa de explosivos? —sugerí, de manera tentadora.

Su barbilla se elevó, mirándome como si solo fuese una estafa andante.

—¿Y si lo que encuentras termina por explotarme?

—Entonces seré la que recoja los pedazos.

—No me convences, hada —Su tono despectivo no me pasó por alto.

—Cierto. Pero sí convencí a tu hija —Su mirada por un momento se suavizó y supe que había dado en el coavo—. Ella me contrató. Así que, a menos que quieras decepcionar a una adorable niña, soy tu mejor opción.

El mencionar a su hija su hilo brilló. Todos los seres humanos cuentan con un hilo rojo, atado a su meñique, que se une con la persona que está destinada a amarse. No solo en un aspecto romántico, sino familiar y amistoso. Los une a los distintos tipos de amores. El hilo de vuelve dorado frente a la familia, azul con la amistad y rojo con el romance.

Y la pequeña hebra que casi parecía desaparecer brillaba con una ternura infinita por su niña. Su hija era el único punto de luz en el caos que era su vida, y posiblemente, el único motivo por el cual su destino de amor no se halla desvanecido por completo.

«Aun hay esperanza para este corazón roto.»

—Mi hija no tiene idea de lo que está haciendo —respondió, esta vez su tono era más tranquilo.

—Lo sé, pero yo sí. Si deseo resolver un problema tan grande como el tuyo tengo que estar contigo todo el tiempo.

Él me miró, como si tuviera dos cabezas.

—¿Todo el tiempo?

—Todo el tiempo —aseguré—. Veré lo que haces, cómo interactúas con la gente, con tus amigos, con tus colegas. Tengo que entender el porqué de tu mala suerte. Y para eso, debo estar cerca de la fuente de la desgracia: tú.

Justo en ese momento, una pequeña figura apareció en el pasillo. Sujetaba un unicornio de peluche, su cabello oscuro revuelto. Era Mila, la niña que me había contactado. Sus ojos cafés se iluminaron al verme.

—¡Papi! ¡Ella es el hada de la televisión! —exclamó, sus ojos brillando con emoción.
Zaiden la miró, con el amor reflejado en su rostro. Su hilo volviéndose dorado.




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