El Hada Casamentera y el Rey del Infortunio Amoroso

Capítulo 3: El desastre viene en traje de diseñador

La mañana llegó y esperaba a mi cliente en la sala. Mi teléfono en mi mano, la idea ya estaba clara.

Sus pasos me alertaron y volteé a verle. Su cabello oscuro estaba húmedo y su barba recién afeitada. Se veía guapo, casi irreal, pero su aura de infelicidad era tan fuerte que casi pude tocarla.

—Ahora te ves mucho mejor. ¿Listo para el primer día de tu nueva vida?

—¿Mi nueva vida? ¿Qué vas a hacer, un truco de magia? —Se dirigió a la cocina y lo seguí, le vi ir a la cafetera para prepararse un café—. ¿Me vas a hacer desaparecer y aparecer en una cita con la mujer de mis sueños.

Ruedo los ojos, me resultaba exasperante este sujeto.

—Tenemos que analizar tu perfil. Tus gustos, tus disgustos, tus pasatiempos, todo —Le respondí, cruzada de brazos.

El me observó con indiferencia mientras el café instantáneo caía desde la máquina al interior de la taza.

—No te voy a dar mi información personal —aclaró, de mal humor.

—Ya la tengo. Mi trabajo me da acceso a todo tipo de bases de datos —Casi quise reír, más de cincuenta hadas habían intentado encontrarle el amor a este ser y ninguna lo logró. Al menos sus informes son detallsdos—. Créeme, tu información es un desastre, igual que su dueño.

—¿Ahora soy un desastre en mi vida personal? —Su sarcasmo no me pasó por alto.

Fui a la match.pk y abrí su perfil. La plataforma de ayuda de las hadas contenía su evaluación previa respecto a todos los informes de él. Ni una sola relación desde sus veintiún años. Observo con incredulidad sus datos.

—Tus gustos musicales son un asco, tus películas favoritas son aburridas, y tus pasatiempos son tan monótonos que me dan ganas de llorar. ¿Qué diablos es un club de lectura de libros de negocios?

—Es un club de lectura de libros de negocios —obvia, tomando un sorbo de su bebida.

—A eso es a lo que me refiero. Son cosas que te hace parecer un robot.

Una mueca se instala en su rostro.

—No soy un robot.

—Entonces, ¿qué eres? —observo mis uñas pintadas de un rosa impecable, mié tras enumero con mis dedos—. Un hombre que no tiene amigos, no tiene pasatiempos, no tiene vida, y cuya única pasión es su trabajo, y su hija.

Sus ojos me detallaron pero no dijo palabra alguna. Su silencio fue una victoria para mí. Una triste siendo sincera.

—No hables como si me conocieras —dijo entre dientes. Su enojo era palpable.

—No lo hago —secundé—. Pero necesito hacerlo. Te voy a conseguir una cita con una mujer que te haga sentir vivo.

Él se rió. Una risa amarga y sarcástica.

—Buena suerte con eso, hada Casamentera.

—No necesito suerte. Necesito un plan. Y ya lo tengo.

—¿En serio? —dejó su tasa sobre el desayunador, un sonido seco sobre la losa, su cuerpo acercándose a mí, haciendo que deba levantar mi mirada para no ceder—. Ilumíname, Verena.

Mi nombre en sus labios sonó como un veneno dulce.

—Mi plan es una lista de mujeres que, según mi base de datos, son compatibles contigo —explico—. Mujeres que no son alérgicas al vino, que no tienen miedo a las alturas, que no se asustan por un poco de caos.

—Tu plan para mi vida amorosa apesta —comenta, dándose la vuelta y encaminándose a la sala.

—¿Y tu plan era mejor? —cuestiono incrédula.

—Sí, estaba basado en no tener vida amorosa.

(...)

Zaiden estableció un límite. Su empresa estaba fuera de mi alcance. Tuve que ceder...o mejor dicho, dejarle creer que podía ganar.

Acepté aquello y él se dirigió a M&D. Yo desaté mi poder mágico y, con mi decisión tomada, abrí el transportador en la match.pk, transportándome directo al interior de aquel lujoso edificio.

Dentro era un caos de personas caminando de un lado al otro. Necesitaba comprender su entorno si quería encontrarle a sus citas perfectas.

Observé las paredes dentro de una oficina. Todo estaba lleno de bocetos y mesas con tabletas.

«La vida amorosa de este hombre es igual que su trabajo.»

Todos estaban ajenos a mi presencia. Amaba trabajar sin necesidad de que las personas me prestarán atención.

—¿Crees que el jefe vuelva a ir a otra cita?
Aquella voz me hizo fruncir el ceño. Volteé hacia dos mujeres, ambas con identificaciones del centro, caminando con tranquilidad.

—No sé para qué lo intenta, es tan ridículo. Pobre la mujer que le acepte una cena —Se riéron entre ellas y una de mis cejas se arqueó.

«Que personas tan asquerosas.»

Chasqueé mis dedos y una persona que iba pasando en ese momento tropezó, empujando a una de ellas y el café que llevaba terminó sobre las dos.

Las mujeres emitieron un chillido disgustado mientras el hombre se disculpaba, avergonzado.

«Odio a las personas que hablan a espaldas de otros.»

La mañana me la oasé observando a Zaiden ir y venir de reuniones extensas. Al parecer estaban creando una línea de ropa que debía terminar en tres meses para una presentación.

M&D es la empresa de moda revolucionaria del momento. Y ver a este hombre en su elemento era fabuloso, parecía una persona totalmente diferente. Capaz, locuaz, inteligente. Una nueva cara de la moneda.

Y me di cuenta que de verdad estaba podrido en dinero.

Estoy tomando una malteada mientras las cuatro de la tarde se anuncia en el reloj. Paso por la puerta del despacho de Zaiden con total calma mientras reviso las notas en mi teléfono.

—¿Ya imprimiste los papeles que te mandé? —pregunta, su atención centrada en su laptop. Unos lentes de montura sobre su rostro que solo le añadía atractivo.

—No soy tu secretaria. Vine a por otros asuntos.

Levanta su mirada, sorprendido ante mi presencia. Había dispersado mi magia para poder aparecer ante ojos humanos.

—¿Qué demonios haces aquí? —cuestiona, molesto.

Yo me encojo ligeramente de hombros.

—Tengo mis métodos —aseguro y me siento en un sillón frente a su escritorio. No iba a revelarle que realmente he permanecido a su lado todo este tiempo—. Tienes una cita en dos horas. Vine a avisarte.




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