Narrador omnisciente.
Los días habían pasado con bastante rapidez, pero eso no había bastado para que Jazmín logrará sentirse bien.
Nunca lograría sentirse bien, nunca.
La gran esposa real observó su jardín desde la ventana y al verlo marchito se sintió más mal de lo que ya se sentía.
Ahora no solo perdió a su bebé, sino que también el jardín que había cuidado por tanto tiempo.
La reina se preguntó porque le estaba sucediendo, porque si ella no ha hecho nada malo.
—Jazmín…
Por un minuto Jazmín apartó sus ojos de su jardín para colocarlos en el hombre que ama.
—Mi amor… sé que es doloroso, pero tienes que salir de la habitación. -Negué. Y él se acercó a mí. —Jazmín mi amor, a mí también me duele la muerte de nuestra hija, pero tenemos que ser fuerte.
Aparté mis ojos de los de él. Y por primera vez en todos estos días me atreví a hablar.
—No puedo ser fuerte. No cuando perdí a nuestra hija. -las lágrimas empezaron a salir de mis ojos luego de decir esas palabras.
Mi amado rey se acercó a mí y me abrazó.
—Daria todo lo que tengo por haberte evitado el dolor que estás sintiendo, pero por más que quiera no puedo. -
Abrace a mi rey con fuerza y él me devolvió el abrazo con la misma intensidad.
Estar entre sus brazos es algo que logra reconfortarme un poco.
—¿Encontraron a Rosa?
—Sí, pero la muy desalmada se niega a decir donde enterró el cuerpo de nuestra hija.
La gran esposa real soltó un inevitable sollozo, tras imaginar varías escenas desgarradoras.
—Mi pequeña Reina. -esas palabras salieron de la boca de Jazmín en un susurro²
—Quiero verla.
—Jazmín no creo que sea conveniente…
Jazmín se removió entre los brazos de mi amado. Y tras eso deshizo el abrazo. —Si no me dejas verla, prepárate para enfrentarte a mí en una disputa.
—Ordenaré que se te permita verla.
—Vamos. Quiero verla -inquirió ella, y ante eso el rey negó.
—No creo que sea conveniente ir en este momento, mi reina.
—Quiero ir ahora, y ni tú ni nadie me lo impedirá.
El rey colocó sus ojos en ella y al ver la mirada que le brindo su esposa no le quedó de otra que asentir.
Por más rey que él sea, cuando su mujer habla él tiembla. Y se vuelve el más manso cordero que pueda existir.
—Vamos. -dictamino ella, para después empezar a caminar hacia la salida de la habitación.
Su reina puede ser una masa de pan dulce, pero cuando se lo proponía puede ser un poderoso tsunami.
Pero aun con eso él da la vida por ella.
Cuando ambos reyes se encontraron en el corredor principal de la mansión, Jazmín redujo su andar hasta ir a la par con el soberano.
—Mi rey… yo.
—No digas nada mi amor. -el amoroso hombre tomó la mano de su esposa y le dio un pequeño apretón.
Jazmín guardó silencio mientras caminaban por el lujoso pasillo de la casa real. Y al finalizar el pasillo la madre de Rosa se colocó frente a ambas autoridades.
—Jazmín… lo lamento.
—Tú nunca me quisiste, como para ahora hacer el papel de la madrastra anegada.
La madrastra dio varios pasos hacia ella.
—Perdóname, perdón por ser partícipe de tanta maldad.
—No te quiero volver a ver nunca más en mi vida, Helena. El beneplácito que el rey tiene para contigo queda abolido en este mismo instante.
Helena se colocó más blanca que la leche luego de escuchar esas palabras salir de la boca de Jazmín.
—No por favor, no me rechaces como tu pariente.
—Debiste pensar en las consecuencias que traería el macabro plan que tu hija y tú planearon.
—Piedad mi reina, le pido piedad por el inmenso amor que le tuve a su padre.
—Ustedes me convirtieron en esta mujer tras arrancarme de los brazos a mi hija, y ahora no tendré compasión de nadie nacido en este mundo. -la madrastra trato de acercarse a Jazmín pero esta retrocedió. —¡Guardias…!
Tres guardias corpulentos acudieron al llamado de la reina.
—Saquen a esta mujer de mi hogar, y encargarse de escoltarla hacia la puerta. Y por nada del mundo pueden dejarla entrar a mi hogar, porque el que ose desobedecerme sentirá la furia de la reina.
Los tres hombres asintieron. Y poco después se acercaron a Helena.
—No me hagas esto, Jazmín.
—Este es tu merecido pago por todo el daño que me hiciste.
—Perdóname.
—Ya es tarde para pedir perdón, Helena. Es muy tarde para el arrepentimiento.
Los tres hombres se encargaron de escoltar a Helena fuera de mi vista.
—Amor.
—Perdón por pasar por encima de ti mi rey, pero necesitaba hacerlo. Para expiar un poco de la rabia que llevo contenida dentro de mí.
Él me atrajo hacia su cuerpo y me dio un fuerte abrazo.
—Debí de llegar a tu vida antes.
Correspondí a su abrazo, pero un momento después fui obligada a separarme de él porque uno de los guardias de la prisión se colocó ante nosotros.
Y por la mirada que él nos brindó supe que lo que diría no me iba a gustar ni un poco.
—¿Qué pasa?
—Majestad, su hermana mató a unos de los carceleros y huyó.
En ese momento sentí mi mundo colapsar porque eso significa que nunca sabré donde Rosa coloco los restos de mi hija.
Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos sin control alguno.
Perdí la oportunidad de darle una sepultura digna a mi hija.
Perdí la oportunidad de ver por última vez aunque fueran los restos de ella.
En ese momento lo perdí todo.
Todo.
La malvada Rosa llena de espinas observó con bastante desprecio a la mocosa y en más de una ocasión tuvo deseo de lanzarla al mar para salir de una vez por todas de ella. Pero se contuvo tras recordar el trágico final que tenía preparado para ella.
Sonrió luego de recordar que el destino de esa niña estaría lleno de vicios y prostitución.
Sí.
La malvada mujer tenía pensado criar a esa mocosa para luego venderla a uno de los lugares más inmundos que podía existir. La casa de sexo más grande de los Estados Unidos.
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Editado: 12.12.2024