Aurora.
Acaricie las flores y me fue inevitable no sonreír.
Desde que tengo memoria me han encantado las flores, disfruto tanto de ellas que me puedo pasar horas metida en el jardín del convento.
La madre superiora dice que tengo potencial para ser una florista. Pero eso no es lo que yo quiero.
—¡Aurora…! ¡Ven acá muchacha! -me escabullí entre las platas y la hermana Selenia no se hizo esperar para perder la poca paciencia que Dios le brindó. —Aurora.
Desde mi escondite observé a la mujer desesperarse.
—¡Dios ayúdame por favor…! -ella inquirió esas palabras mientras miraba hacia el cielo. —¡Dame paciencia, padre porque Aurora está acabado con la poca que me diste…!
La observé moverse entre el jardín con bastante rapidez y en ese momento decidí salir de mi escondite y dejar de molestar a la pobre Selenia.
—Hermana, si sigue por el camino en que va le van a faltar años para seguir casada con cristo.
Selenia soltó una plegaría para después mirar hacia el cielo.
—Por tu culpa mis días sobre esta tierra se acortarán, muchacha.
Me acerqué a Selenia y ella se atrevió a negar.
—Sor Caridad, nos está esperando para ir a visitar a Gabriela.
—Selenia, no quiero ir.
La mujer hizo una mueca para después empezar a caminar.
—Sor Caridad dijo bastante claro que tú y yo la acompañaríamos a casa de Gabriela. Así que haz silencio y camina por el amor del padre.
Seguí el mandato de Selenia, muy a mi pesar.
¿Por qué tengo que acompañarlas?
¿Por qué tengo que someterme a un viaje tan largo?
Cuándo puedo quedarme disfrutando del hermoso jardín que yo misma preparé.
La vida no es justa, y lo es mucho menos conmigo.
Cuando estuvimos a unos pocos pasos de la hermana Sor Caridad Selenia disminuyó su andar y no dudó en hacerme su advertencia diaria.
—Aurora mucho cuidado con… -pero antes de que siguiera hablando ante puse mi voz.
—No se preocupe Selenia. Porque no haré nada por lo que usted pueda ser regaña. -Selenia entrecerró sus ojos. —Bueno… salvo.
—¡Aurora…!
La paciencia de ella es nula, y por eso a mí me encanta llevarla al límite.
—No se me agüite mi señora.
—Un día de estos tu desobediencia me matará. Y tú serás la culpable.
—No me digas eso Selenia. -inquirí y tras eso ella entrecerró los ojos. —Porque me pica la curiosidad de ser la responsable de tu deceso.
Antes de que ella me diera el sermón de mi vida, emprendí la huida.
Pobre de mí si me quedo a escuchar la sarta de cosas que tiene de Selenia por decirme.
—¡Aurora…!
Sonreí mientras me marcaba a toda velocidad.
—Señorita Aurora, ¿me puedes explicar qué hiciste en esta ocasión…?
Detuve mi andar y tragué saliva en cuanto escuché la voz de Sor Caridad.
Ahora sí que estoy perdida.
Gire sobre mis pies y tras ver a la hermana al frente de mí agaché mi cabeza.
Esto solo me pasa a mí.
—¿Por qué tardaste tanto?
—Yo estaba… -antes de poder explicarle a la madre superiora Selenia me interrumpió.
—Madre… Aurora es una oveja descarriada del camino del señor.
Sor Caridad colocó sus ojos en mí y ante la mirada penetrante que me brindo agaché mi cabeza.
—Aurora…
—Lo lamento Sor Caridad. Le prometo que no volverá a suceder.
Selenia soltó una gran carcajada y eso logró que Sor Caridad colocará sus ojos en ella.
—¿Ella prometiendo no volver hacerlo…? Eso está por verse.
—¡Selenia comportarse por favor…!
La hermana Selenia recobro su compostura. Tras el regaño de Sor Caridad.
Ella buscaba que me regañaran, pero salió regañada.
—Aurora, te pido por favor que te comportes.
—Lo haré Sor Caridad.
Luego de esas palabras me atreví a darle una pequeña sonrisa, y para mi sorpresa Sor Caridad me la devolvió.
Ante eso Selenia negó. —Esto es el verdadero colmo. En vez de regañarla, apoya todas sus locuras. No sé cómo todavía piensa que ella puede ser monja madre.
—Todavía es demasiado pronto para que ella tomé esa decisión, así que por el momento usted seguirá siendo la encargada de llevarla por el camino del bien.
—Pobre de mis días.
Ella se dispuso a alejarse de nosotras tras dar pasos agigantados.
—Sor Caridad…
—Ya has hecho bastante por el día de hoy Aurora, así que guarda silencio y sigue los pasos de tu mentora.
Baje mi cabeza y empecé a caminar.
Pobre de mí porque estoy en la mira.
—Madre, ¿Por qué tengo que acompañarlas a visitar a Gabriela?
—Es hora de que salgas de estas cuatro paredes, Aurora.
—No quiero salir. Me quiero quedar aquí cuando a mis flores.
—Ya todo está decidido, Aurora.
Hice una mueca, pero aun con desgana seguí caminando.
Una vez al frente del vehículo que nos transportaría a la casa de Gabriela, Sor Caridad fue la primera en ingresar al vehículo, después Selenia y por último yo.
—¿Llevan todo lo que necesitarán?
—¿Por qué tendríamos que llevar algo, madre?
La mirada de Sor Caridad se colocó en mí.
—El viaje será bastante extenso, así que es posible que no retornamos hasta mañana, Aurora.
¡Genial! Pasará un día hasta que pueda ver mis flores.
—Como sabía que Aurora no iba a empacar nada lo hice por ella, Sor Caridad.
—Ahora ve porque digo que usted es la mentora ideal para tratar a Aurora…
Selenia desvío sus ojos, y ante eso Caridad sonrió.
—Selenia.
—¿Dígame madre?
—Cuando regresamos de visitar a Gabriela quiero que prepare a Aurora.
—Madre, pero usted misma dijo que no es tiempo de ella decir.
—He cambiado de parecer, hermana Selenia.
Por primera vez en este día me atreví a sonreír.
Pronto me convertiré en lo que siempre he deseado.
(***)
El conductor del auto aparcó el vehículo al frente de una hermosa mansión de color blanco y mis ojos no dudaron en recorrer la hermosa infraestructura del lugar.
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Editado: 12.12.2024