Aurora.
Siento besos húmedos sobre mi piel. Y unos toques que lograron encender mi piel en una llamarada de fuego.
Me siento arder.
Siento que el despertar de algo más grande que yo está a punto de surgir de lo más profundo de mi interior.
Un segundo… ¿Beso? ¿Toques? ¿Qué rayos está pasando?
Abrí mis ojos desmesuradamente, y lo que me encontré logró alterarme nivel Dios.
El hombre que no tiene pudor alguno se encontraba encima de mí tocando y deseando mi carne a tu antojo.
Un potente gritó salió de mis labios. —¡Ahhh…!
Él colocó sus ojos en mí y se atrevió a sonreír con una notable burla.
—Deja el drama porque fuiste tú quién empezó a insinuante. -negué para después utilizar toda mi fuerza para empujarlo lejos de mí.
—Yo no pude haber hecho eso.
—Si quieres te puedo mostrar las cámaras de seguridad que tengo en la habitación.
Hice una mueca de asco, para después apresurarme a levantarme de la cama. Porque de seguro que me encontraba en su recámara y en su cama.
—No necesito ver nada.
—¿Estás segura? -pregunto y yo me encargué de asentir. —Porque yo te puedo mostrar algunas cosas que harán despertar tú intereses por la vida carnal.
—Aléjese de mí, príncipe de las tinieblas. Porque no caeré en el juego de satanás para apartarme del camino de mi Dios.
—Me quedaría mejor príncipe del pecado, novicia. ¿No lo cree?
Calce mis pies con mis sandalias de piso. Y me dispuse a caminar hacia la salida.
—¿A dónde crees que vas?
—Lejos de usted, porque por lo visto me quiere devorar como a Caperucita roja.
—Devorarte es poco, porque yo quiero beber de ti lo prohibido, llevarte al mismísimo cielo, pero del placer y hacer que te vuelvas loca por mi verga. Te quiero poseer en cuerpo y alma.
Esas palabras lograron que mi piel se erizará y que mi corazón se acelerará.
No puedo.
No puedo caer.
—Busque a otra a quien corromper porque yo no estoy disponible señor.
—A quién quiero es a ti.
—Es una lástima porque yo no quiero lo mismo, y nunca lo querré.
—Entonces, ¿Cómo piensas que me desharé de lo que tú provocaste? -posterior a esas palabras él me mostró su…
—No sé y tampoco me interesa.
El hombre entrecerró sus ojos y se atrevió a bajarse los pantalones dejando ante mis ojos su prominente amigo.
Negué con la cabeza y me apresuré a caminar hacia la salida.
—¿A dónde crees que vas?
—¡LEJOS DE USTEDES ABUSADOR, PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS…!
—¡TE DIJE QUE SOY EL PRÍNCIPE DEL PECADO…! Vuelve aquí a arreglar el problema que causaste.
Hay señor, nunca he cuestionado las pruebas que colocas en mi camino, pero con esta te has pasado.
Tome el pomo de la puerta, lo gire y salí corriendo de la habitación del señor de las tinieblas.
Tengo que alejarme de él, lo tengo que hacer porque él está empeñado en quebrantar mi fe y hacer de mí una alma más para satanás.
Corrí por el pasillo con bastante rapidez, pero a mitad de este mis sandalias se rompieron lo cual llevó a que me precipitara contra el suelo.
—Dios dame un poco más de suerte, ¡por favor…! -inquirí cuando estuve en el suelo.
—La suerte que Dios te dará es la dicha de que yo colocara mis ojos en ti. Pequeña escurridiza.
Tragué en seco luego de escuchar esas palabras y me dispuse a llevarme del suelo.
—¿Qué quieres de mí? ¿De una simple y pobre novicia? De seguro nada bueno.
—Te quiero para mí. Quiero tu carne y tus fluidos. Tus labios tentadores y tus manos suaves, quiero fundirme dentro de ti y hacerte ver lo bueno que es el pecado. Te quiero pervertir novicia. Y no descansaré hasta lograr mi cometido, porque mis ojos te eligieron entre tantas. Te escogí.
—Hiciste una mala elección porque yo no estoy dispuesta a dejar las buenas enseñanzas, para caer en las garras del pecado. Desde ahora le recomiendo que se busque a otra que esté dispuesta a caer por ustedes porque yo no dejaré atrás lo que soy por nadie. Y mucho menos para ser una pecadora más del montón que recluta satanás.
Él me brindo una sonrisa burlona.
—Me encantan los retos, pequeña. Y me gustan el doble cuando sé que puedo obtener lo que busco solo con jugar sucio.
—Hágalo y veremos quién gana.
Estoy consciente que no debí retarlo, pero la emoción del momento causo estragos en mí.
—Cuando termine contigo serás tan puta como las demás, novicia de mierda.
Tras esas palabras sentí como el miedo se disipaba por mi cuerpo, pero no dejaré que él vea lo que sus palabras causaron en mí.
—Yo no nací para ser una mujer de la vida galante. Yo nací para ser una reina, y solo lo seré cuándo me consagre con Dios.
El príncipe de las tinieblas, sonrió.
—Serás la reina de las putas novicia. Confórmate con saber eso.
Me coloqué sobre mis pies. Y alce mi quijada en señal de reto.
—Nunca me rebajaré al nivel de ellas. Nunca seré una mujer de la vida galante, señor.
Él dio varios pasos hacia mí, y cuando estuvimos frente a frente. Colocó sus iris en los míos.
—Nunca serás una reina. Nunca serás mí reina.
—No seré tu reina, porque soy mucho para un pecador. Valgo más de lo que piensas.
Sus ojos se dilataron posterior a esas palabras.
—Serás un hueso duro de roer, pero te aseguro que yo terminaré llegando a lo más profundo de ti. Te volveré loca por mí, solo tendrás ojos para mí. Y serás la reina, pero del mi grupo de putas.
—Prefiero la muerte antes que ser la reina de su clan de mujeres de poca virtud.
Tras esas palabras intenté apartarme de él, pero antes de que pudiera hacerlo el hombre colocó uno de sus brazos alrededor de mi cintura y con una fuerte descomunal me atrajo hacia su cuerpo.
—Suélteme. -pedí en un leve susurró.
—No te soltaré hasta que me tomé de ti la dosis de este día.
—Respéteme.
—Inrespetarte es lo que quiero.
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Editado: 15.01.2025