Mail.
La palabra desquiciada le queda bastante pequeña a la novicia.
Eso lo he comprobado con creces, porque cómo se le ocurre lanzarse por un barranco, solo para que yo no la llevará a la mansión.
Quizás pensarán que eso es todo, pero en realidad no lo es, porque la muy desgracia se las ingenio para darme a beber alguna pastilla para dormir, justo cuando estaba preparado para saltarle encima.
En cierta parte está muy bueno que la loca esa quiera enviarme a un viaje sin regreso al más allá.
Pero eso es algo que nunca en mi vida voy a admitir, porque eso sería inflarle el ego a esa desquiciada.
—Pensé que serías una mosca muerta, a la que podría dominar, pero ahora veo que eres una loca con la que debo de tener mucho cuidado porque de cualquier movimiento en falso me manda con San pedro.
Observé a la molestosa novicia dormir plácidamente, y las ganas de perturbar su sueño llegaron a mí con una fuerza inexplicable.
—Puede ser que te salieras con la tuya al colocarme esa pastilla para dormir en el agua, pero ahora no te saldrás con la tuya.
Sonreí con cierta malicia cuándo mi mano se escabulló por las ropas de la novicia, aparte la tela que se interponía en mí y cuando llegué al lugar donde quería empecé a mover mis dedos en forma circular.
Pronto la desquiciada mujer empezó a moverse contra mi dedo, y los gemidos brotaron de sus labios como una dulce melodía que llenaba mis oídos.
—Así es que tienes que estar loca del inframundo. -aumente la intensidad a la hora de tocarla, y ella empezó a moverse más rápido.
Cuando la tuve en el punto máximo, casi llegando a su primer orgasmo deje de tocarla y aparte mi mano de su sexo.
Aurora abrió los ojos, y con la respiración agitada habló.—¿Qué…?
—Te dejé a la mitad por lo que me hiciste anoche. -conteste, para después llevarme los dedos que utilice para tocarla a los labios. Donde saboreé su rico fluido. —Ahora estamos a mano, novicia de mierda.
—Debí de colocarte tres pastillas, para ver sí así me dejas en paz de una vez por todas.
—Al parecer no has entendido que la ni la propia muerte logrará separarme de ti, hasta que no te rompa ese delicioso coño novicia de mierda.
Tras verbalizar esas palabras me coloqué sobre mis pies, sin importarme cubrir mi desnudez.
Y como es de esperar la desquiciada coloco sus iris en mi amigo.
—Deberías ir a una playa nudista porque te encanta mostrar. Ya digo yo que eres el golfo de México.
Le guiñé uno de mis ojos.
—¿Quieres probar mi simiente?
La loca apartó sus ojos de mi miembro para presignarse varías veces.
—Aparta esa cosa de mi vista si no quieres que…
—¿Serías capaz de cortarlo?
—No me tientes.
—La que no debería tentar a lo que no conoce eres tu novicia. Así que es mejor que dejes que posea tu cuerpo de una vez por todas.
—Tendrás que matarme antes de que te entregué mi cuerpo por voluntad propia, señor del pecado. Porque yo no te daré nada. Puede ser que hayas probado de mí, pero eso no pasará a mayores porque yo no lo permitiré.
Esas palabras en vez de desanimarme, sirvieron como si fuera una excitante promesa de una buena revolcada, porque lograron colocarme en el punto máximo del deseo.
Estoy más desquiciado que ella, lo acabo de comprobar con la locura que acaba de suceder.
Esa loca logró que llegará al punto máximo del deseo con solo esas palabras.
¡¿Es que…?!
—Te tendré, y lo haré en todas las posiciones habidas y por haber, novicia de mierda. Y cuando lo logré te dejaré tan adolorida que no podrás sentarte en días. Te romperé el maldito coño.
—Vete al infierno, porque allí es donde mereces estar.
—Si me voy allí tú vendrás conmigo porque todo rey merece tener una reina a su lado, y yo no seré la excepción, reinita.
—Eres…
—El macho al que pronto le pedirás más, el hombre que te prende, el rey que gobernará toda tu vida, y ese cuerpo que te cargas. El pecador al que le pedirás que te llevé mismísimo infierno. Eso y mucho más seré yo para ti, pequeña.
—Eres un molestoso barro en el trasero.
—Prefiero ser un grano en tu coño, para poder hacerte gritar de dolor.
La muy maldita me brindo una mirada fulminante, para después colocarse sobre sus pies.
—Iré a bañarme.
—Ve, porque mientras lo haces te daré un espectáculo digno de estar en la pantalla grande de una película porno.
—¡Qué Dios en su eterna misericordia te perdone porque todos tus pecados…!
—Que Dios me perdone por desear convertirte en la reina de mis putas.
Tras esas palabras ella ingresó al cuarto de baño y como es de esperar colocó el seguro de la puerta.
#309 en Novela romántica
#103 en Novela contemporánea
monja absorsa por el pecado, pecado secretos venganza, millonario sexy
Editado: 15.01.2025