Mail.
Una vez terminada la función de circo llamada fiesta, me dispuse a ir a tomar un poco de aire fresco, porque me sentía más que abrumado.
Me pasé las manos por el rostro y solté un gran grito de frustración.
Estoy harto de todo. Estoy harto de los secretos, harto de los problemas.
—Mail.
Creo que no quedo claro cuándo dije que estoy harto de todo.
Porque la mal parida que me daño anteriormente se colocó al lado de mí y extendió sus manos hacia uno de mis brazos.
—¿Qué quieres? -dije mientras me apartaba de su lado.
—Te quiero.
Sí, cómo no.
—Es muy tarde para decir esa palabra.
—No es tarde, Mail. Todavía podemos hacer realidad todos los suyos que teníamos. Todavía podemos construir la familia que tanto me pediste. Estamos a tiempo de revivir nuestro amor.
Hice silencio por un momento, y me encargué de colocar mis ojos en el hermoso cielo estrellado que estaba sobre nosotros.
—Te amé, lo hice como un loco. Eras para mí el centro de mi vida, lo más importante. Te consideré la mujer de mi vida, la mujer con la que compartiría el resto de mi vida. La madre de mis cinco hijos… -en este punto mi voz se quebró porque lastimosamente no había podido sanar. —Pero tú te encargaste de echar. Por tierra ese amor. Lo arrancaste de raíz, y no conformé con eso me hiciste trizas después que descubrí lo que le hiciste a nuestro hijo. Lo mataste, te deshiciste de él como si no lo amaras.
—Perdóname, mi amor. Perdón por no haber sabido escoger.
Por más que luché porque mis ojos se cristalizaran no pude lograrlo.
¿Cómo hacerlo cuándo el rostro de un niño parecido a mí aparece en mis pensamientos?
No quiero y nunca lo haré, porque ella mato a mi hijo, a quien sería mi descendiente. Y eso no lo perdono. Y nunca lo haré.
—Sí de verdad me amas vete de esta casa, olvídate de mí y has tu vida.
—No quiero perderte.
—Ya me perdiste, me perdiste desde el día que supe lo que hiciste con nuestro hijo.
Sentí el toque de esa mujer en mi piel, y me obligué a contener la respiración.
—Aparta tus manos de mí.
—Déjala y quédate conmigo.
¿Dejar a Aurora por ella? Ni en mis más locos pensamientos.
—Tú no reúnes las condiciones para pedirme que la deje, Dara.
—Déjala, por favor. Déjala para que retomemos nuestra relación.
—Aparta tus manos de mí, o no respondo. -ante esa amenaza ella retiro sus manos de mí. —Hace años que perdiste la oportunidad de que te perdonará, perdiste todo el amor que tenía para darte y pasaste a ser una persona no grata para mí. Por nada del mundo dejará a Aurora que es prácticamente una santa, para volver con una diabla con sed de sangre como lo eres tú.
Coloque mis ojos en ella, y sus iris estaban cristalizados.
—Te amo.
—Yo no.
Una jadeó de dolor salió de los labios de Dara, para después empezar a derramar las lágrimas que tenía acumuladas.
En vez de sentir lastima por ella, disfrute verla llorar porque eso traía un poco de consuelo en mí.
Esa era una buena forma de cobrar lagrimas por lágrimas.
—Las lágrimas que estas derramando son nada comparada con las mías, porque por tu culpa caí en un vacío. Un vacío que pensé que se acabaría con la muerte. Por tú culpa casi pierdo la vida. Te largaste y me dejaste en un pozo sin fondo. -Dara cayó de rodillas mientras lloraba. —La idea de perder a mi hijo me hizo polvo. Me destruiste. Arrasaste con el hombre bueno, amoroso y fiel que era. Ahora no queda nada de eso en mí. Ahora soy peor, tu peor pesadilla.
—Perdón. Perdóname.
—Si no te largas de mi casa, te sacaré como lo que eres… así que aprovecha la oferta que te estoy ofreciendo y lárgate por las buenas, porque por las malas no te gustará.
—No renunciare a ti nunca, ¡Nunca…!
Muy bien.
—Prepárate para perder todo porque me vengaré por todo el daño que me hiciste.
—Todo lo haces por ese maldito mocoso. ¡Por ese niño del diablo…!
Sentí la furia recorrer todo mi cuerpo y sin pensar en los posibles daños que traería a mi vida mi próxima acción, me acerqué a ella y coloque mis manos alrededor de su cuello.
El deseo arrancarle la vida se incrustó en mi cabeza.
—¡MAIL…! -gire mi cabeza hacia Aurora. Y ella se apresuró a caminar con rapidez hacia mí. Al llegar me miró fijamente a los ojos y tomó mi rostro entre sus manos. —No lo hagas, por favor. No desgracies tu vida con alguien que no lo merece.
No puedo hacerlo.
No puedo dejar a mi madre y a Malena desamparadas.
Está… mujer no vale la pena. Que desgracie mi vida montándola.
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Editado: 15.01.2025