Aurora.
Varias horas después.
Uno de los oficiales que nos trajo a la comisaría se detuvo al frente de la celda que Mail y yo compartíamos.
—Pueden irse.
Coloque mis ojos en Mail y este no dudo en colocarse sobre sus pies.
—¿Pero y la denuncia?
—La señorita retiro cualquier cargo que se le imputaba señor.
Tener a David Rissi de mi lado es lo mejor que me ha podido pasar.
—¿Y los cargos de la señora?
—El abogado de la señora llegó a un acuerdo con nuestro jefe.
Levanté del banco y me acerqué al oficial.
—Y yo que pensaba hacer un espectáculo para ustedes.
El uniformado tragó saliva.
—Novicia…
—Vale, vale… me calló.
Cuando el hombre abrió la puerta de la celda, yo fui la primera en apresurarme en salir de la celda.
—Gracias por sus buenos tratos, oficial. En cuanto tenga la oportunidad vendré a retribuir su buen trato.
—Es mejor que no se le ocurra venir aquí nuevamente señorita.
Enarque una de mis cejas.
—¿Me está diciendo que mi presencia no fue bien vista en esta cárcel?
—No fue bien vista, y nunca lo será.
Me lleve una de mis manos al pecho en señal de indignación.
—¿Ahora serás también dramática?
—Calla…
—Es mejor que se vallan porque nadie más aguanta la presión de saber que ese hombre anda merodeando por aquí. -el hombre hizo una mueca. —Lo injusto de la vida es que por más que seamos la ley no podemos hacer nada para detenerlo, porque él tiene la protección de los más grandes dirigentes. Reyes y príncipes protegen a ese asesino.
—Es agradable para mí saber que ustedes no me soportan, oficial.
El uniformado giro sobre sus pies y sin mostrar temor se dirigió hacia David.
—Si fuera por mí, usted estaría pudriéndose en la cárcel más sucia que encontrará.
—No tientes tu suerte porque si me da la gana puedo hacer que te envíen a ser oficial de policía, pero el mismísimo infierno.
—Ya estuve en el infierno, señor. Y le anticipo que el diablo y sus secuaces no me quieren por allá.
El joven oficial de policía giró sobre sus pies y empezó a caminar.
—¿David…?
—Vamos. -dijo para después empezar a caminar hacia la salida.
Mail, y yo nos miramos a los ojos.
—Cuando sea grande quiero ser como el policía.
—Dirás cuando seas anciano, pecador.
—No me provoques Aurora.
Rodé mis iris. Para después empezar a seguir a David.
—Hey, novicia. ¡No me dejes hablando solo…! Vuelve aquí.
No hice caso a su llamar, y seguí mi camino.
¡Qué se joda el pecador!
Una vez afuera de la comisaría David abrió la puerta del auto para que ingresara. Le brindé una sonrisa e ingresé al auto.
Poco después la puerta del vehículo fue cerrada.
—¿Y Mail…?
—Él ira en otro vehículo. Asentí. —Aurora, no puedes volver a cometer una locura como la que hiciste.
—Sí tengo que volver a hacerlo lo haré. -él hizo una mueca para luego negar. —No dejes que el amor te corte la vista.
—¿Cómo no hacerlo, David?
David se acercó a mí y tomó mis manos entre las de él.
—Él terminará lastimándote. Porque los hombres como él no le interesan tener una relación estable. Ellos solo buscan el placer de una noche.
Aparté mis ojos de los de él, y los coloqué en mi regazo.
—Espero poder cambiar la forma en la que ves a Mail.
—Él no cambiará nunca, los hombres como él no cambian, Aurora.
Estoy segura de que él puede dejar todo atrás.
Mail puede hacerlo.
—David…
—¿Dime?
—¿Qué sucedió con la manzana podrida? -David hizo una mueca. —¿Como lograste que ella retirará la denuncia en contra de Mail?
—Esa… mujer, si se puede llamar mujer tenía un amplio historial delictivo en Francia, y además de eso la condenada está siendo buscada por el un mafioso italiano. Así que no fue difícil amenazarla con entregarla al mafioso.
Ese sí que tiene cola que le pisen.
—Eres mi héroe, David.
—Ella decía eso.
—Te prometo que haré que ella vuelva a tu lado.
David negó.
—Sí ella no quiere que la encuentre es mejor dejarla tranquila.
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Editado: 27.03.2025