Aurora.
Un mes después.
Después de aquella noche todo entre nosotros fue como un cuento de hadas. Dormíamos juntos, nos besamos cada vez que teníamos oportunidad, me llevo a conocer hermosos lugares y adoptamos un perro.
Este mes ha sido perfecto. Un cuento de hadas del que no quiero despertar.
—¡Zeus, Nieves…! Vengan aquí.
Ambos animales alzaron su cabeza y colocaron sus ojos en los míos. Para después empezar a correr hacia mí.
Me coloqué sobre mis rodillas y abrí mis brazos.
Sonreí al verlos correr de prisa hacia mí.
Ellos son lo mejor que Mail ha podido darme, lo más hermoso.
Cuando Zeus y Nieves llegaron a mi encuentro se estrujaron contra mí.
—¿Quiénes son los preferidos de su madre? -pregunté y Zeus fue el primero en ladrar, pero poco después Nieves maulló dos veces.
—Aurora.
Deje de darle mimos a mis hijos, para alzar mi mirada.
—Dylan.
—¿Puedo hablar contigo?
—Sí, claro.
Con ayuda de Dylan me coloque sobre mis pies.
—¿En qué puedo ayudarte?
Dylan desvío sus ojos de los míos.
—¿Qué pasa Dylan?
—Es que estoy enamorado.
Enarque una de mis cejas.
Ese es el problema tan grande, no ombe.
—¿Eso es lo que te tiene preocupado?
—Estoy enamorado de mi esposa… de la malvada mujer que me abandono hace tres años. Pero no quiero caer en la desgraciada de entregarle mi corazón, porque temo que ella me rompa el corazón nueva vez. -él hizo una mueca. —Prefiero hacer que ella piense que la odio a que se entere de mis sentimientos.
Abrí mi boca para hablar, pero fui interrumpida por la voz de una mujer.
Gire mi cabeza hacia la mujer e inmediatamente mis ojos se abrieron como platos al ver a un hermosa pelirroja acercarse a nosotros con un rifle en sus manos mientras caminaba con paso rápido mientras que dos hombres la seguían, ambos con cuerda.
Dylan está en problemas. En graves problemas.
—¡Dylan…!
—¡Jesús santísimo…! -los ojos de Dylan se abrieron como platos. —Ayúdame Aurora. Ayúdame a escapar.
—¡Dylan…! No vas a escapar de mí.
—Acepta tu destino, Dylan.
—¡Primero muerto…! -después de exclamar esas palabras Dylan se apresuró a correr hacia el lado contrario de ellos.
Los hombres que acompañan a la mujer, al ver que Dylan estaban intentado escapar, se apresuraron a correr detrás de él.
A unos pocos metros de mí los hombres atraparon a Dylan, y con agilidad lo imposibilitaron.
El toro ha sido dominado.
—He, hola…
—Dylan… -inquirí y ella me interrumpió.
—Él es mío. -dijo mientras me miraba fijamente.
—Sí, me ha quedado bastante claro. -la mujer sonrió con malicia. —Soy Aurora.
—Soy Aranza.
—¡Suéltenme…!
—Dylan, deja el drama porque la dama aquí presente pensará que te voy a llevar al matadero. Cuando lo que haré es llevarte al verdadero paraíso.
—Entiende de una vez por todas que te odio… te odio con todo mi ser.
Los ojos de la chica se cristalizaron, pero ella se encargó de pestañear para que las lágrimas no descendieran de sus ojos.
—Del odio al amor, solo hay un paso.
—Podrás tomarme de esclavo sensual, pero nunca lograras tener mi corazón. Nunca ye volveré amar, maldita loca…
La chica hizo una mueca, para después sonreír.
—Cuando me quieras, tendrás que tragarte todas tus palabras.
Dylan negó. Y poco después coloco sus ojos en mí.
—Aurora, dile a Mail que llamé a mi abuela.
—Ella no podrá hacer nada porque tú legalmente eres mi esposo.
Dylan se colocó rojo como un tomate.
—Te odio.
Sí claro… el odio que dice profesar es bastante extraño es ese, porque es más amor que odio.
Está jodido, muy jodido.
La chica se encogió de hombros. Restándole importancia a las palabras de Dylan.
—Nos vemos luego, Aurora. Vamos chicos. -tras esas palabras la pelirroja giró sobre sus pies y empezó a caminar hacia la salida del jardín.
Los hombres empezaron arrastrar a Dylan por el césped, mientras seguían de cerca a la mujer.
Pobre Dylan.
Hice una mueca antes de empezar a caminar hacia la casa.
Ingresé a la mansión y cuando iba a dirigirme hacia la cocina, escuché unos sollozos.
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Editado: 27.03.2025