Aurora.
Me sentía a morir. Todo me daba vueltas.
¿Será que me voy a morir?
Abrí mis ojos y lo primero que estos detallaron fue a un hombre mirándome fijamente.
—Por fin despertarte.
—¿Quién es usted?
El hombre me brindo una bella sonrisa, para después extender una de sus manos hacia la mía.
—Soy Román Reith Da Sousa.
Mis ojos de abrieron como platos luego de esa develación.
Un futuro rey estaba en mi habitación.
Un príncipe de verdad se encontraba mirándome fijamente mientras sonreía.
Jesús, ¡Puedo morir en paz…!
—S-Soy Aurora. -logre decir con voz temblorosa.
Mis mejillas se calentaron cuando él se acercó más a mí.
—Para mí es un gusto conocerte Aurora.
Los ojos del príncipe Román recorrieron mi rostro, sin ningún reparo. Y eso causo que mis mejillas volvieran a calentarse.
—Sí busca una plebeya, lamento decir que no estoy disponible.
—¿Qué te hace pensar que busco a una plebeya?
—Ustedes los hombres, hacen eso. Y más los reyes.
Román enarcó una ceja.
—¿Has pasado por algo así? -ante esa pregunta Aurora hizo una mueca.
—Bueno, se puede decir que sí.
Las facciones de Román se endurecieron.
—¿Por qué la pregunta?
—No, por nada.
Antes de que pudiera seguir indagando la puerta de la habitación se abrió, y por ella ingreso David.
Quién al verme despierta se acercó a mí.
—Aurora, cariño.
—David. Creo que me voy a morir. -mis ojos se cristalizaron. —Debo ir al doctor a que me dé la triste noticia de que no me falta mucho para pisar el mundo de los olvidados. Fue bueno mientras duro, pero llegó mi hora.
David alterno sus ojos entre el futuro rey y yo.
—Aurora.
—David, muchas gracias por acogerme.
Rissi rodó sus ojos.
—¡Deja el drama por el amor de Dios…!
—Si dejo el drama, ¿Cómo piensas que haré de este momento uno memorable? Déjame ser, hijo de tu madre.
Román soltó una pequeña carcajada, la cual me pareció lo más tierna.
—Príncipe deberías reír más a menudo.
—¿Te gusta?
—Me encanto.
—Escucharas mi risa más a menudo, eso tenlo por seguro.
Esa confesión logró que la habitación quedará en silencio.
¿Soy yo, o él se me esta insinuando?
—No pretendo ser la querida del príncipe. Así que ahórrese sus insinuaciones.
—¿La querida del príncipe?
—Sí. -afirme.
—Ella es más dramática de lo que pensaba. -inquirió David.
Y esas palabras lograron que lo fulminara.
—Te puedo ofrecer otro puesto, si consideradas que ser mi querida está por debajo de los estándares que buscas.
—No. Porque no me gustan las sobras que otras dejan.
—Oh, sí. Como no.
—David. -inquirí entre dientes.
—No he dicho nada. -se defendió.
Román alterno sus ojos entre nosotros para después sonreír.
—Es bueno saber que eres una mujer que no le gustan las sobras.
Ante esas palabras David soltó una gran carcajada.
—David Rissi…
Él alzó sus manos en señal de rendición.
—Ya, ya.
—Aurora, me gustaría que…
Antes de que él pudiera terminar la puerta de la habitación se abrió, y por ella entro Mail Salvatierra, empuñando un arma de fuego.
¿Loco?
No.
Loquísimo.
—Pecador… -susurre sin poder creerlo.
—Nadie me alejará de ti. Aurora. Y no me importa si tengo que derramar sangre para tenerte a mi lado.
—Pensé que solo era una de tus tantas mujeres.
Mail negó.
—Nunca serás una más de ellas, porque tú eres única y especial. Eres la única mujer que quiero en mi vida.
Oh, sí. Como no.
—Aurora, vamos a casa.
—Esa no es mi casa y nunca lo será.
Mail perdió el color de su rostro.
—Legalmente eres mi esposa.
—Todo fue una farsa. -él negó. —Realmente no estoy casa contigo.
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Editado: 27.03.2025