Aurora.
—Aurora, hija.
Abrí mis ojos y lo primero que presencié fue a Gabriela.
—¿Qué pasó?
—Te encontré desmayada en el suelo.
Me incorpore en la cama y todo empezó a darme vueltas.
—Estoy mareada.
—Vuelve a recostarte.
Hice lo que Gabriela dijo y pronto sentí como el mareo iba a pasando.
—Debes acostumbrarte porque en tu próximo embarazo va a ser peor.
¿Próximo embarazo?
—¿De qué hablas?
—Hablo del próximo embarazo que tendrás. ¿O pensaste que solo tendrías un solo heredero del pecado? No hija, mi pecador te hará más niños.
Me recompuse en la cama.
—No he dado a luz al que llevo en el vientre… y tú me hablas de que él me hará otro bebé. Déjenme descansar, aunque sea de pensamiento.
—Yo no tengo la culpa de que ustedes dos sean dos calientes, Aurora.
—¡Ja…! No vengas a lavarte las manos Gabriela, porque lo heredado ni, aunque te lo hurten. Así que de algún lado Mail tuvo que sacar lo fogoso.
Las mejillas de Gabriela tomaron una tonalidad rojiza y tras eso desvío sus ojos.
—En mis tiempos yo era una irrefrenable mujer.
—Ah, ya veo de dónde sale Mail.
—Pero no todo el crédito es mío porque su padre me ganaba por mucho. Así que puedo decir que mi hijo tiene de donde salir.
—Espero que mi bebé, no me dé tantos dolores de cabeza, porque no podré aguantar tener la presión de dos pecadores sobre mis hombros.
Gabriela sonrió. Y dicha sonrisa logró que los vellos de mi cuerpo se erizarán.
—Ese bebé será el mismo retrato de su padre.
—A pues me jodí, porque no hay peor grano en el trasero que uno llamado Mail Salvatierra.
Tras esas palabras me deje caer en la cama.
Ahora sí que estoy jodida.
—Aurora, iré a prepararte un buen consume, para que repongas fuerzas.
Oh, eso se escucha delicioso.
—Sería una verdadera delicia si le agregas maíz y alguno que otro bollo.
—¡Oh, Dios…! Un antojo.
—Gabriela…
—Me pondré manos a la obra porque ni nieto no puede salir con antojo. ¡No, eso sí que no…!
La madre del pecador salió de la habitación como alma que lleva el mismísimo diablo.
—¿Qué es eso de los antojos?
Bueno, allá ella con sus ocurrencias.
Me coloqué ambas manos en el vientre y me permití sonreír.
Él o ella serán lo mejor que Mail Salvatierra hubiese podido darme.
—Espero que no seas tan quisquilloso como tu padre, bebé.
Después de verbalizar esas palabras me permití cerrar los ojos.
—Espero que seas lo mejor de los dos.
No hay nada mejor que tener un sueño reparador, pero lo más hermoso es despertar entre los brazos del hombre que amas.
—Sé que estas despierta.
—¿Entonces por qué no te apartas?
—No me jodas, Aurora.
Mail se acurrucó contra mi cuerpo y cerró los ojos.
—Déjame tenerte una vez más entre mis brazos, y te prometo que te dejaré libre.
—¿De verdad?
—Sí, porque de todas formas ya te perdí. Te perdí por no querer aceptar lo mucho te quiero.
—Mail…
—Te llevaré de regreso a la casa de Rissi.
—¿No que estaban en guerra?
—El príncipe del diablo, ganó la contienda. Así que, como buen ganador, sometió a Rissi y tomó posesión de sus hombres y de su mansión.
Algo me huele muy mal en todo esto.
—Quiero ver a Román.
—Claro, todo se resume en ese maldito príncipe del diablo.
—¿Por qué te enerva que desee verlo?
—Porque es un maldito recuerdo de que ya no eres mía… me hierve la sangre saber que no deseas mi toque. Me hierve pensar que ese maldito puede besarte y yo no.
Oh, cariño. No sigas ese sendero porque soy capaz de arrancarte la ropa y pedirte que me toques y beses hasta quedar exhaustos.
La carne es débil y más cuando se tiene a ese tremendo macho abrazándome.
Es loca que voy a quedar, pero me importa un comino todo.
Si Dios puso en mi destino semejante macho, es para que sacie el hambre que tengo.
Gracias, señor por colocar a Mail y su gran chorizo en mi camino.
Está pecadora te lo agradece.
—¿Te molesta que Román tenga libertad de tocarme y tú no? ¿Te inquieta que desee casarme con él y contigo no?
—No me toques los malditos huevos, Aurora.
—Que yo recuerde ya te los toque, y me encantó hacerlo.
Mail abrió sus ojos. Y estos estaban dilatados.
—Aurora…
—¿Qué tal si me manoseas un poco Mail?
—¿Estás loca? ¡¿No que no deseabas que no te tocará?!
Mail deshizo nuestro agarre como si quemara, y se alejó lo más que pudo de mí.
—Ahora quiero que me arranques la ropa, beses mi cuerpo y me hagas perder el control. Tal y como lo hacías.
—¿¡Estás loca, mujer…!?
—¿Me estás rechazando?
—Solo quería abrazarte una última vez. -esas palabras me hicieron sentir una mujer despreciable. —No deseo tocarte.
¡Oh…!
Creo que el pecador ha madurado.
En cuanto pueda me voy a comer a besos a Mail.
—Si no eres mía no tengo porque tomar tu cuerpo. Me basta y sobra con abrazarte por última vez.
—¿Estás hablando enserio?
—Sí, Aurora. Estoy hablando enserio.
—Entonces, tú y yo no tenemos nada más de que hablar, Mail.
—Eso es lo mejor.
Observé a Mail encogerse de hombros.
—Te voy a llevar con Román.
—Sí, eso es lo mejor.
¿Lo mejor? ¡Ja! Que no me haga reír, porque lo mejor siempre será estar entre sus brazos completamente desnuda.
—Acabemos con esto de una vez por todas.
—Sí, hagámoslo. -después de decir esas palabras Mail se dirigió hacia la puerta. —Te espero en el auto.
Antes de que yo emitiera alguna palabra, Mail salió de la habitación.
—Condenado, pecador. Te voy a dar un buen guantazo por rechazarme. Pero también me da ganas de besarlo.
Quizás después de todo, el tiempo que estuvimos separados lo ayudo a convertirse en un verdadero hombre.
—Bebé, papá ahora es un ser renovado. Cambio por tu mami. Dejo de ser un patán para convertirse en un verdadero caballero.
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Editado: 27.03.2025