El heredero del pecado. [6 De La Saga Heredero]

Capítulo 37: Sangre.

Aurora.

Mientras me alejaba de la mansión Salvatierra las lágrimas salieron de mis ojos sin que yo pudiera tener algún control sobre ellas.

No quería alejarme de él, pero tengo que hacerlo por el bien de mi hijo.

Por él tengo que soportar el inmenso dolor que estoy sintiendo. Por el tengo que resistir.

Me sequé las lágrimas, y tras hacerlo distinguí el puente.

—“Si vas al puente más cercano te encontrará con tu verdadero yo. Tu familia te estará esperando Aurora”

Necesito llegar.

A pesar el cansancio que siento no dejaré de caminar, porque necesito salvaguardar la seguridad de mi bebé.

A lo lejos distinguí un auto aparcado y dos hombres al frente del vehículo.

Mi familia.

Obligué a mi cuerpo a caminar más rápido y cuando estuve a unos pocos pasos del auto, ambos hombres colocaron sus ojos en mí.

Uno de ellos entrecerró sus ojos.

—¡Señor…!

Al cabo de algunos minutos la puerta trasera del auto se abrió y descendió del vehículo un hombre.

Sentí una especie de escalofríos recorrer mi cuerpo, y ese momento lo supe…

Mi familia.

Apresure mis pasos, pero antes de llegar un mareo me hizo detener. Y un segundo después todo se volvió negro.

Esto no y nunca será un bonito reencuentro.

Estaba acostada sobre algo bastante suave.

Esperen… ¿cómo que acostada?

Abrí mis ojos como platos y me senté en la cama.

—La bella durmiente despertó.

—¡Román…!

Aparte mis ojos de los de Román, para colocarlos en la señora que se encontraba sentada a los pies de la cama.

Ella es realmente hermosa.

La señora enfocó sus ojos en los míos y pude ver como sus iris se cristalizaron.

¿Será ella mi madre?

—Reina…

Antes de que pudiera decir alguna, la puerta de la habitación se abrió y por ella ingreso el hombre que había visto anteriormente.

—Román, el avión está listo. Necesitamos…

Él se detuvo en seco cuando coloco sus ojos en los míos.

—Reina.

—Aurora, te presento a Kendrick Keith y Jazmín Da Sousa, tus padres.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, y me fue imposible contenerlas.

En más de una ocasión pensé que nunca conocería a mis padres, pero heme aquí.

—¡Di algo, por favor…!

—Algo.

—No es gracioso, Aurora.

Inquirió Román mientras se cruzaba de brazos.

—Madre, padre. Hagan su tan ansiado acercamiento con Aurora y larguémonos de aquí de una vez por todas, porque no soporto el hecho de que Eliza este sola en el palacio. Así que terminen de una buena vez con todo esto.

Los reyes se miraron entre sí.

—Yo, he…

—Reina… perdón Aurora, yo…

—Siempre deseé que este momento llegará.

A la reina se le llenaron los ojos de lágrimas. Y antes de que las lágrimas empezaran a salir me coloque sobre mis pies y camine hacia ella.

—Gracias por amarme.

Sin pensar nada más me lancé a sus brazos, y juntas nos fundimos en un caluroso abrazo.

—Hija…

—Gracias por amarme, mamá.

La reina lloró con fuerza, mientras me abrazaba.

—Te amo, mi reina. Te amo, Aurora.

Me deje envolver entre los brazos de mi madre y las largas empezaron a salir de mis ojos.

Pase tanto tiempo anhelando un abrazo de su parte, que ahora se siente como si estuviera en la mismísima gloria.

—Te amo, pequeña. Te amo.

Deje un beso en la mejilla de mi madre y ante eso ella sonrió.

—Desee tanto este día que ahora que te tengo entre mis brazos deseo no soltarte nunca más.

—Madre, debes soltarla porque papá falta por abrazar a su no tan pequeña Reina.

Las mejillas de mi madre tomaron una tonalidad rojiza.

—Kendrick…

El rey se acercó hacia nosotras.

—Hija, yo…

Papá evitó mirarme a los ojos.

—¿Por qué no me miraras, padre?

—Porque no puede evitar que esa mujer te apartará de nuestro lado… porque tengo la culpa por no saber proteger el bien más preciado que mi reina me dio.

Mamá deshizo nuestro abrazo. Eso me permitió que me acercara a mi padre.

—No te culpes papá.

El rey negó.

—Debí…

—Hiciste todo lo que estuvo en tus manos, padre.

Me tomé el atrevimiento de colocar mis manos alrededor de su rostro. E hice que él estableciera contacto visual conmigo por primera vez.

Los ojos de mi padre se llenaron de lágrimas, las cuales le fue imposible contener.

—Hija.

—Papá.

Tras esas palabras nos fundimos en un caluroso abrazo.

—Mi niña… le doy gracias a Dios por permitirme abrazarte.

—Puede que la veas como tu niña, pero la condenada aquí presente se casó con un maniático y ahora está en espera de un mini pecador.

El abrazo de mi padre se deshizo inmediatamente.

—¡¿QUÉ?! -inquirió papá, con los ojos muy abiertos. —¡Reina…!

Aparte mis ojos de los de mi padre.

No porque me avergonzara de casarse y estar en espera de un bebé, sino porque no era el momento para ventilar mi vida personal.

Pero como Román, es Román. No pudo aguantarse las ganas de joder.

—Le amo, papá. Él conquistó mi corazón.

—¿Es recíproco?

—Sí.

—Eso dice ella, porque yo pienso que ese hombre del diablo lo que siente por ella es obsesión, una que lo llevará a la muerte si sigue de estúpido.

—¡Román…! -exclame, para después darle una mirada fulminante.

El tonto de mi hermano rodó sus ojos.

—Mamá, papá. Vamos a casa, por favor.

—Román, ¿Por qué enciendes el fuego y después quieres echarle agua?

—Quiero ver a mi mujer. Así que resuelvan lo que van a resolver y larguémonos de aquí de una buena vez, porque no soporto estar lejos de mi reina. La necesito.

Enarque una ceja.

—Hija. -mi madre me llamo y yo coloque mis ojos en mamá.

—Estoy segura de que él me ama.

—Sí, es verdad que él te ama. Tendrá que ir a nuestro terreno, porque no dejaré que mi hija sea una simple obsesión.




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