Mail.
“A fuerza de dolor entendí que no quería la atención del resto, solo la suya. Sé que no somos perfectos, pero lo éramos juntos. Cada uno empujaba, insistía y exigía, pero todo acabo cuando vi que en el mundo había alguien para ella, y también para mí. Aurora, es el amor de mi vida. Mi otra mitad.”
Con dolor deje la última botella de vino que quedaba en al cava de mi casa.
—Aurora… -susurre con pesar cuándo mis ojos distinguieron la etiqueta de la botella de vino. —Te fuiste.
Los ojos se llenaron de lágrimas y por primera vez en años deje que ellas descendieran por mi mejilla.
Confíe nuevamente en una mujer, y otra vez me dejaron como un idiota. Me ilusioné y terminé nuevamente perdiendo.
—Mail…
Hice una mueca cuando mi madre se colocó al lado de mí.
—Perdí, madre.
—No hijo, ganaste.
Solté una carcajada amarga.
—Si hubiese ganado, ella estuviera aquí conmigo, no con un maldito príncipe de cuarta en su avión privado, yendo a no sé dónde.
—Dale tiempo al tiempo, hijo.
—Me canse de darle tiempo al tiempo madre.
Luego de decir esas palabras me coloque sobre mis pies.
—De ahora en adelante no quiero saber nada de las mujeres.
—Hijo, Aurora…
—Si no quieres que me largué, no me la menciones.
—Por más que quieras evitar escuchar su nombre, no podrás sacartela de la cabeza y tampoco del corazón. Porque amas a esa mujer, le entregaste tu corazón hijo.
Contuve el aire por unos segundos, porque las palabras de mi madre me habían caído como agua fría.
—Basta. -susurre. —Basta mamá.
—Mail…
—Quiero estar solo, madre.
Tras esas palabras me dirigí hacia la puerta.
—El dolor que ahora sientes es pasajero, hijo.
—Quizás para ti lo sea, pero para mí no mamá.
—Cuando sepas la verdad entenderás porque ella se marchó.
Sí, claro.
Me dediqué a salir de la cava y en pleno pasillo me encontré con Malena.
—Mail…
—Ahora no, Malena.
—¡Pero es importante…!
—¡AHORA NO…!
Malena ardió en rabia. Y no le quedo más que brindarle una mirada fulminante a su hermano.
—Vete a la mismísima mierda.
—Por si no lo sabías yo vivo en la mierda, hermanita.
Retomé mi andar, pero a unos pasos más me detuve.
—Mail…
—Tenías toda la razón, Dylan.
—Lo siento.
—Yo también, pero no te preocupes porque no hare nada raro.
—Mail…
—La época de morir de amor acabo. Ahora solo quiero centrarme en el trabajo.
Dylan enarco una de sus cejas.
—Iré a cerrar el trato a Italia.
—Mail, por más que quieras aparentar que estas bien, yo sé que no lo estás.
—Voy a estar bien, Dylan. No te preocupes por mí.
Mi mejor amigo negó.
—Encárgate de que preparen el jet, por favor.
—Mail…
—Que estoy bien, hombre.
Caminé hacia Dylan y coloqué uno de mis brazos sobre su hombro.
—¿Cómo va la vida de casado? ¿Ya le hiciste un bambino a tu indomable fiera?
—Mail, me estas dando miedo.
—Deja el drama. Y centra tu atención en preparar el jet.
Palmeé su hombro.
—Mail, no te encierres.
—Lamento decirte que no tengo cabeza para algo más que no sea para trabajo.
—¿Y tú fama de depredador?
—Que se valla a la mismísima mierda.
Dylan abrió los ojos como platos.
—Ya he follado bastante, así que eso se los dejaré a los pubertos inexpertos. Ahora me centraré en sacar adelante nuestra empresa de vinos.
Quizás después de todo el trabajo puede hacerme olvidar.
—Nos vemos en un rato, Dylan.
Sin dejarlo hablar empecé a caminar hacia la escalera.
En mi vida ya no abra cabida para el amor.
No más.
(***)
Un año después.
Tal y como dije antes de marcharme de casa, en mi vida ya no hay cabida para el amor, solo existe la palabra trabajo.
Nada más.
—Mail.
Aparte mis ojos del montón de papeles que estaba leyendo, para colocar mis iris en Kirk.
—Que te trae por aquí.
Kirk hizo una mueca antes de tomar asiento al frente de mí.
—Me lleva el diablo.
—¿Por qué?
La bestia se llevó las manos al cabello y se lo desordeno.
—La extraño, con todo mi ser.
—¿A cuál de las dos?
—A las dos.
—¿Sabes que estás jodido verdad?
Él asintió.
—Estoy jodido, solo y con deseo de morirme.
Hice una mueca porque yo estoy casi igual que él.
Aunque a simple vista no se ve, porque lo oculto para que dejen de mirarme como si cualquier día me encontrarán en el baño de mi habitación desangrado.
Pero esta es mi gran realidad.
Yo estoy jodido, solo y con deseo de poner el maldito mundo a arder.
—Controla tus instintos asesinos, Kirk.
—Mira quién lo dice.
—Si viniste a importunar mi paz, te digo que la puerta de salida es bien grande.
—¿Ahora tú también me quieres dejar solo?
Kirk Salvatierra y sus dramas.
La bestia resopló antes de acomodar su cabeza en mi escritorio.
—Kirk, estoy trabajando.
—Manda el trabajo a la mierda y vámonos nos pinta. Porque necesito un ahogar mis penas en alcohol.
—Ya deja esa etapa atrás, Kirk.
—Ja, no me digas. Sé que, dentro de ti, se esconde el puto que eres. Así que no me vengas con cuentos baratos porque no te los voy a creer.
Rodé mis ojos.
—Si tú no tienes nada importante que hacer yo sí, así que te pido que te mantengas callado mientras yo me ocupó de leer estos papeles.
—¿Leer, tú? Apuesto a que en mitad de la lectura en esos documentos aparece el nombre de Aurora.
—¿Eres aliado o enemigo, Kirk?
—Aliado, pero por el momento entro en los dos renglones.
Volví a rodar mis ojos.
—Cállate.
—Eso solía decirlo, Itzel. -se quejó.
Trate de obviar la presencia de Kirk en mi oficina improvisada. Y centre mi atención en el documento que tenía que firmar.
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Editado: 27.03.2025