El heredero del pecado. [6 De La Saga Heredero]

Capítulo 38: Mi príncipe.

Aurora.

Un año después.

Me duele, duele estar separada de él.

—Reina, hija.

Deje de mirar a la nada para colocar mis ojos en mi madre.

—Lo extraño.

—Lo sé.

Mi dulce madre me brindo una pequeña sonrisa antes de tomar asiento a mi lado.

—¿Por qué no vas por él?

—Madre…

—Si decides ir por él, te prometo que ahora mismo dispongo del avión.

Mamá me guiño uno de sus ojos.

—Ya decía yo, madre.

Román apareció de la nada e ingresó a mi estancia como perro por su casa.

Debería tomar en cuenta colocar una puerta de hierro solo con cerrojos por dentro porque el futuro rey es bien metiche.

—¿Qué decías, Román?

—Qué la ayudarías a escapar, para que vea a ese bueno para nada de Mail. Lo veía venir, pero no tan pronto madre.

La gran esposa real, rodó sus ojos.

—Eso es alta traición a la corona, madre.

—Alta traición fue comerte el bizcocho antes de la fiesta Román. Y por lo visto disfrutaste mucho cada porción, porque hacer dos niñas no es un juego.

El futuro rey suspiro.

—Madre, no me tortures por favor. Porque bastante tortura tengo con mis dos princesas.

Tanto mamá como yo soltamos una pequeña carcajada.

—No se burlen de mí.

—Eso te pasa por no hacer las cosas bien.

—Hice las cosas bien, muy bien que digamos. Tanto así que mis hijas serán las joyas la corona más hermosa que los ojos hayan podido visualizar.

Los ojos de mi hermana brillaron con gran intensidad, luego de decir esas palabras.

—Cuidado hermano, porque ellas no serán unas niñas para toda la vida.

—El que ose colocar sus ojos en mis niñas sufrirá las consecuencias de la, pero forma que pueda existir.

—Román… mis preciosas nietas no serán unas niñas para toda la vida.

—Lo serán, madre. -dictamino él con determinación.

—Pobre de ellas, porque conociéndote puedo decir que eres un celopata de lo peor.

Román rodó sus ojos, y posteriormente se dirigí a la cuna de mi hijo.

Al verlo el rostro de Román cambió por completo a uno de felicidad.

—Hermana, puedes seguir haciendo bebés. Porque mi sobrino salió hermoso.

—Es la genética, Román.

Él hizo una mueca.

—Por lo menos puedo decir que ese bueno para nada hizo algo bien en su perra vida.

—No hables así de mi esposo.

—¿Con qué tú esposo? Yo que tú no me llenaría la boca de decir eso porque hace más de un año que Mail dejo de ser tu esposo.

—No me digas que…

—Sí, hermana.

—Te voy a matar, Román.

—Por esas palabras te puedo mandar a la orca.

—¡Román…! -exclamo nuestra madre alarmada.

—¡ROMÁN…! -la voz de Eliza se antepuso a la de nuestra madre.

La futura esposa del rey ingreso a la habitación, y pude ver la preocupación en su rostro.

Román al verla, perdió el color de su rostro.

—Eliza.

Eliza se lanzó a los brazos de mi hermano.

—Eliza, ¿Qué sucede?

—Mi hermano…

—¿Qué sucede con tu hermano?

Román acunó el rostro de Eliza entre sus manos.

—Si él no regresa, no sé qué será de nuestro país.

—¿Qué sucede, cariño?

—Mi padre acaba de morir, Román.

Oh, no.

Eliza se derramó en lágrimas entre los brazos de Román.

—Te ayudaré a contactar a tu hermano.

—E-ese no es el problema…, el problema es que él no desea ser rey. Lo dejo bastante claro hace años. Ahora el reino quedará en manos de mi tío.

—Mi amor…

—No quiero que los más necesitados perezcan, Román.

Román envolvió a Eliza entre sus brazos y dejo un beso en su cabeza.

—Te voy a ayudar, mi amor. Te prometo que traeré a tu hermano de vuelta.

—Cuando algo entra en la cabeza de Kurgan, nadie puede sacarlo.

¿Kurgan? No creo que sea el Kurgan que yo conozco.

—Encentra a la joya perdida de nuestra corona, mi amor. Te lo pido.

¿La joya perdida de la corona?

Esas mismas palabras Kurgan me las dijo.

¿Será que?

—Encontraré al príncipe indomable, Eliza. Te lo prometo.

Ambos se abrazaron.

—Yo sé dónde puedo encontrar a Kurgan Azair.

Los ojos de todos los presentes se colocaron en mí, pero fueron los de Eliza los que me miraron con sorpresa.

—¿Cómo sabes que él utiliza el apellido de nuestra tatarabuela?

—No lo sabía, pero lo importante aquí es que yo sé dónde encontrar al príncipe indomable.

—Reina.

—Kurgan Azair no es más que el sacerdote que reside en el convento luz y vida. Mi hermano de fe.

—Oh.

Antes de que pudiera decir algo más varios guardias ingresaron a la habitación.

—¿Qué sucede? -pregunto mi madre, mientras se colocaba sobre sus pies.

—El rey ordenó que las protejamos mi reina. Porque hay un gran disturbio en el castillo. Al parecer varios sujetos no identificados ingresaron al castillo.

—Iré por nuestras hijas. Y las llevaré al pasadizo secreto.

Román deshizo el abrazo que mantenía con Eliza, y tras darle un beso en los labios camino hacia la salida con bastante prisa.

Con cierto temor me acerqué a la cuna de mi hijo y sin pensarlo lo tomé entre mis manos.

Mi hijo abrió sus ojos y yo me quede totalmente embobada.

—Bebé Mal.

Mi precioso hijo sonrió mostrando sus encías.

—Deberías dejar decirle así.

—No porque mi hijo es el heredero del pecado. Mi bebé mal.

Abrace a mi hijo y este abrazo mu cuello.

—Mamá, iré a ver quiénes son los intrusos que irrumpieron en el palacio.

—Hija…

—Madre, pensé que había quedado demostrado que se defenderme.

—Se que eres capaz de defenderte, pero tienes que pensar que no eres tú sola. Ahora tienes a un bebé al que cuidar.

Mamá acarició la mejilla de mi hijo. Y él como todo el galán que es, le sonrió.

Esos genes de Mail están porque están.

—Pierde cuidado madre, porque mi hijo Mal tiene una madre que va para largo.

—Eso espero, porque todavía no he recuperado el tiempo que perdí cuando te apartaron de mi lado.




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