Aurora.
Mamá me arrebato a Mael de los brazos, justo cuando yo iba a empezar a empezar a llorar.
—Hija…
—¡No…!
Él no puede morirse, Mail no puede dejarme. Y mucho menos ahora que tenemos un hijo.
Él tiene que cumplir la promesa que me hizo de darme cinco hijos. Tiene que cumplir su promesa.
Papá intento rodearme con su brazo, pero antes de que me apresara di un paso hacia atrás.
—Necesito pedirle que luche.
Papá hizo una mueca.
—Hija.
—No, papá. No dejaré que Mail me dejé. No lo permitiré.
Antes de que papá dijera algo, empecé a caminar hacia la puerta que nos dividía del quirófano donde operaban a Mail. Y antes de poder entrar fui detenida por Román.
—Reina, él se fue…
—Él no se ha ido, Román. Él no se ha ido.
Después de esas palabras empujé la puerta e ingresé a la sala de operaciones.
Los médicos al verme despejaron el paso y una enfermera se apresuró a coloco una bata azul.
Cuando estuve lista me acerqué al cuerpo de Mail, y fue imposible no derramar más lagrimas la verlo.
Tomé una de sus manos y me la llevé a los labios.
—No me dejes mi amor, no me dejes… -pedí entre lágrimas. —Tienes que luchar Mail, lucha por nosotros. Lucha por conocer a nuestro bebé. No me dejes sola. -más lagrimas salieron de mis ojos al decir esas palabras.
Entrelacé los dedos de Mail con los míos y apreté con fuerza.
—Le coloque por nombre Mael, porque es tu calco. Se parece tanto a ti que estoy segura de que ambos serán como gemelos. Mail… no te marches sin conocer a nuestro hijo, no me dejes sola.
Deje un beso en el dorso de la mano de mi hombre.
—Hora de muerte, nueve y quince.
No.
—¡NO ME DEJES MAIL…! No me dejes.
Más lágrimas salieron de mis ojos, porque tenía la esperanza de que él reaccionará. Pero no lo hizo.
Mail me dejó, nos dejó.
Un grupo de doctores se acercaron a mí y me obligaron a soltar la mano de Mail.
Mientras que dos de ellos me alejaron del cuerpo de mi amado.
En un intento desesperado por acercarme a Mail me retorcí en los brazos de los doctores, pero no logré que ellos me soltarán.
—TE AMO, MAIL. ¡TE AMO…!
Grite con toda mi fuerza, mientras dejaba de luchar contra la fuerza bruta de los médicos.
Las lágrimas nublaron mi vista, y sentí una especie de vacío.
Él se marchó…
Antes de que los especialistas me sacaran del lugar una máquina empezó a emitir un sonido bastante fuerte.
Y las palabras que escuché de una de las enfermeras me dejo en shock.
—Tiene ritmo cardiaco.
Mi Mail.
Los doctores que me agarraron se acercaron a la máquina a corroborar lo que la mujer había dicho, y dos de los que no se habían contaminado empezaron con la cirugía.
El amor de mi vida volvió a la vida.
Mail regreso.
Me senté en una de la esquina del quirófano, y miré hacia la ventana.
—Gracias Dios por no llevártelo. Gracias por hacer que Mail regresará a mí.
Tras decir esas palabras las lágrimas descendieron por mi mejilla.
De ahora en adelante no desperdiciare el tiempo que puedo utilizar para estar con Mail.
Lo utilizaré al máximo porque nadie sabe el día que se va a morir.
La puerta del quirófano se abrió dejándome visualizar a Román.
—¿Qué paso?
—Volvió, Mail volvió.
Mi hermano abrió los ojos como platos.
—Él volvió…
Me levanté del suelo y sin pensarlo me lancé a los brazos de mi hermano.
Román me envolvió entre sus brazos y dejo un beso en mi cabeza.
—Ese loco, te ama. Porque eso de volver del más allá ha de ser nada fácil.
—El amor todo lo puede.
—Todo lo soporta. -agrego él.
—Todo lo espera.
—Todo lo abre.
Fruncí mi entrecejo.
—Román, espero que no sea lo que estoy pensando.
—Todo lo entra, y todo lo saca. Todo lo grita.
Solo a Román se le ocurre decir ese tipo de cosas en este momento.
—Por amor es que estoy donde estoy hermana.
Antes de hablar una de las enfermeras se acercó hacia nosotros. Y tras darnos una pequeña sonrisa, hablo.
—Con todo el resto que se merecen, deben salir del quirófano.
Román le brindó una sonrisa a la joven enfermera y ante eso ella se sonrojo.
¡A que la canción!
Román me arrastro hacía la puerta del quirófano y la abrió para mí.
—Le diré a Eliza que coqueteaste con una enfermera.
El ángel de la muerte negó.
—No coquetee con ella, solo le di una sonrisa. Así que eso no se le llama coqueteó.
—Eso no fue lo que ella pensó, Román.
—¡Y dale con la canción…!
Cuando salimos mamá y papá se acercaron a nosotros.
—¿Qué sucedió?
—Abran paso papá y mamá porque el ángel Aurora hará su entrada triunfal.
—Román, no es momento para jugar.
—No estoy jugando, madre. Porque mi hermana adorada hizo que el pecador volviera a la vida. Le dio un mágico beso y el bello durmiente volvió del más allá.
Papá y mamá enarcaron una de sus cejas.
Pero antes de que pudiera decir algo la voz de Eliza se alzó por encima de cualquiera.
—Reina, ¿Cómo estás tu esposo?
Román se adelantó a contestar.
—Volvió del más allá, luego de que el ángel Aurora le diera un beso. Por eso es por lo que digo que el amor todo lo puede, todo lo soporta, todo lo grita, todo lo mete, todo…
—Román te estás desviando del tema central.
—¿Ah, sí? Bueno es que cuando se tiene inspiración las palabras deben de fluir.
¿Inspiración? ¡Qué no me haga reír…!
—Mail, volvió a la vida, Eliza.
Mi adorable cuñada se acercó a mí y me abrazó.
—Sé que él lucho por volver porque te ama, Reina. Lo hace con todo su corazón.
—Eso todo los sabemos, hermosa. Pero la gran interrogante aquí es si papá lo dejará acercarse a su princesa.
Según yo, creo que después de lo que ha pasado papá debería de permitir que Mail y yo nos comportemos como una pareja al frente de todos.
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Editado: 27.03.2025