Mail.
Recibiría mil veces si fuera necesario la bala que ese desgraciado disparo contra mi ex novicia.
Si fuera necesario moriría por ella.
—Mail…
—¿Sí?
—Casémonos.
Abrí mi boca para responder, pero el padre de Aurora ingreso a la habitación.
—Sobre mi cadáver, hija.
—Papá, yo amo a Mail.
—Antes de casarte con él, debe de pasar mis reglas.
Aurora rodó sus ojos.
—Padre, Mail pasó todas esas reglas al recibir la bala que iba destinada para mí.
—Con esa hazaña el cumplió dos de las cincuenta reglas que tengo.
—Padre, si tengo que escaparme con Mail para casarme lo haré. Así que decida de una buena vez por todas, ¿Me caso con él ante su presencia o me caso con él sin su excelentísima presencia?
—No te atreverías…
—Para decisiones extremas, medidas igual de extremas.
El rey soltó un pequeño suspiro antes de brindarme una mirada fulminante.
—En tres meses.
—Dos. -pidió mi sexi mujer.
—Tres…
—Un mes y medio.
Su padre negó.
—Dos. Y se acabaron los regateos.
—Está bien padre.
Aurora y su padre estrecharon sus manos para darle el toque final que necesitaba la negociación.
—Reina, hija. Ve a buscar a Mael.
—Pero, padre…
—Ve Reina, ¿O es que vas a cohibir a tu futuro esposo de conocer al fruto del… amor?
Los ojos de Aurora se alternaron entre su padre y yo, y poco después asintió.
—Iré a buscar a Mael, pero nada de malos tratos padre.
El rey asintió. Pero yo sabía que él tramaba algo.
Aurora colocó sus ojos en los míos y me guiñó un ojo.
Le brinde una sonrisa, la cual ella me correspondió antes de salir de la habitación.
Cuando la puerta se cerró el padre de Aurora se acercó a mí.
—Pospondrás la boda, hasta que yo te diga.
—No haré lo que quiere, señor.
El rey me brindo una sonrisa burlona.
—Si no quieres que te mande a desaparecer, harás lo que yo diga, Mail Salvatierra.
—No me importan sus amenazas.
—Deberían de importarte porque si me da la gana puedo desatar el mismísimo infierno. Así que más te vale que hagas lo que te digo y todos estaremos felices.
—¿Qué busca?
—Quiero disfrutar de mi hija y nieto. Así que más te vale que hagas lo que quiero porque bien podría entregarte al ángel de la muerte y ese sí que tiene deseo de matarte.
El hombre sonrió mostrando sus dientes.
Y un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—Si valoradas tu vida, le dirás a mi hija que deseas quedarte una temporada en el castillo. Y más te vale que no me enteré de que le soltaste la lengua, porque soy capaz de cortártela, pecador.
Abrí mi boca para hablar, pero en el momento en que lo iba hacer Aurora entró a la habitación cargando a mi hijo.
Mis iris observaron al bebé, y me fue imposible no sentirme el hombre más afortunado del mundo.
Aurora camino hasta estar al frente de mí.
—Mail Salvatierra, te presento a Mael, el heredero del pecado.
Mi mujer se sentó en la cama y los ojos de mi bebé se colocaron en los míos.
—Mael… -susurre y el niño sonrió.
—Es una verdadera lástima que mi nieto sea la copia exacta tuya.
—Padre, ve a ver si la Román necesita refuerzos con las gemelas.
—Iré, pero que quede muy claro que estaré vigilándolos.
Extendí mi mano para tocar el cabello de Mael, pero antes de que pudiera hacerlo le bebé soltó una gran carcajada.
—Al parecer le agradas Mael.
—La sangre llama, Aurora. Y además de eso él es parte de mí. Porque salió de dentro de mis testículos, así que él debe de amar a su padre.
—Lo de la sangre muy bien, pero lo de los testículos está de más.
—No está de más, porque gracias al semen que deje en tu vagina, Mael está con nosotros.
Las mejillas de Aurora se calentaron en sobre manera.
—¿Cómo fue el embarazo?
—Al llegar aquí, casi lo pierdo. Tuve que recluirme en un reposo absoluto si no quería perder a nuestro hijo.
—Hubiera deseado estar contigo.
—Fue lo mejor, Mail.
—Para mí no fue tan bonito entrar en nuestra habitación y ver que no estabas. Me dolió encontrar la cama perfectamente tendida, y no encontrarte por ningún rincón de la casa.
—Perdóname.
—Lo haré si te quedas a mi lado siempre.
—Lo haré, Mail.
Sonreí.
Ahora todo está tomando el curso que esperaba.
Por primera vez en los cuatro meses de vida que tiene mi hijo, lo tomé entre mis brazos y eso fue lo mejor que pude hacer. Porque tenerlo entre mis brazos es la recompensa de todas las noches de dolor que sufrí hace un año.
—Te amo, Mael.
—Bien dicen que solo basta un minuto para que los padres amen a sus hijos.
—Amo a Mael, aún si saber que estaba dentro de ti. Lo amo desde que era un espermatozoide y se alojaba en mis testículos.
Aurora soltó una pequeña carcajada.
—Estás loco Mail.
—Este loco, te convertirá en su esposa y te hará los cuatro bebés que nos faltan.
—Serán niñas.
—Niños. -brame.
—Es mejor que no me toques porque si me haces un bebé será una niña.
—¡Aurora…!
—Tendrás la misma suerte que Román, porque sus hijas serán todas unas niñas. Unas hermosas damiselas, con muchos pretendientes detrás de ellas.
Esa sola idea logró que mi sangre se calentará.
—Matare a todos esos estúpidos que quieran pervertir a mis hijas, si llego a tener niñas.
—Las tendrás pecador, porque debes pagar todo lo malo que has hecho en la vida.
Aparte mis ojos de los de Aurora porque estoy llegando al tope del enojo.
—Si tienes hermanas serás encargado de apartar a todos esos idiotas que quieran propasarse con nuestras niñas Mael. -le pequeño ladeó la cabeza. —Le pondremos un chip de rastreo sin que ellas se enteren, contrataremos guarda espaldas de cincuenta años para que no se le ocurran enamorarse de ellos y haremos que las niñas solo tengan ojos para nosotros.
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Editado: 27.03.2025