El heredero del pecado. [6 De La Saga Heredero]

Capítulo 41: Azucena.

Aurora.

Han transcurrido varios días y con ellos la recuperación de Mail es de un sesenta por ciento.

Pero él por alguna extraña razón no quiere abandonar el palacio, disque porque quiere estar alejado de todo el bullicio de la cuidad. Y además alega que quiere tomarse un descanso indefinido.

Patrañas, nadie me saca de la cabeza que detrás de esas palabrerías hay algo de por medio.

—Aurora.

Alce mis ojos e identifique a David en la puerta de la habitación de Mael.

—David.

—Ya ha pasado mucho tiempo, tengo que volver.

Algo dentro de mí se retorció al escuchar esas palabras.

—Todavía no te puedes ir, David.

—Desde hace mucho tiempo perdí la esperanza de encontrarla, Aurora. Así que no hay que darle más largas al asunto. Te agradezco por todo lo que has hecho por mí, pero es momento de que regrese a mi vida.

—David, falta poco para que demos con ella. No te marches.

—Te seguí hasta aquí porque me lo pediste, pero en el fondo de mi corazón tenía la certeza de que no la encontraríamos.

Él está tirando la toalla. David está dejando que la negatividad gane.

—Gracias por darme la alegría de ser el padrino de Mael.

—No te vallas, David. No dejes que los pensamientos te hagan desistir de encontrarla.

—Me resulta mejor quedarme con los recuerdos que tengo de ella, que encontrarla y darme cuenta de que la perdí para siempre porque es de otro.

Rissi aparto sus ojos de los míos.

—Vine a despedirme, Aurora.

—David…

—Fue un placer coincidir contigo en esta vida, hermosa Aurora.

Me coloqué sobre mis pies y me acerqué a él.

—El placer siempre será mío, David Rissi. -acote y él hizo un intento de sonrisa.

—Fue un placer enseñarte a patearle el trasero a Mail. -solté una carcajada. —Te doy pase libre para que me llames cada vez que desees… y si hay que matar a alguien estoy disponible para cumplir con todos tus deseos. Sabes bien que estoy preparando para tomar la venganza en mis manos y vengar a mi hermosa Aurora.

David me atrajo hacia él y me envolvió entre sus brazos.

—Te voy a extrañar.

—Yo también, hermosa Aurora. Pero debes entender que no puedo desentenderme de mis asuntos por mucho tiempo, porque cualquier cosa puede pasar.

—Deberías dejar el mundo del crimen.

—¿Y perderme todo lo bueno que el mundo del crimen organizado tiene para mí? No hija, no puedo dejar atrás años de esfuerzo.

—¿Por ella lo dejarías?

—Si ella me lo pidiera le doy hasta mi vida.

Todos en esta vida tenemos un talón de Aquiles, y Azucena Da Sousa es la debilidad de David Rissi.

—¿Se puede saber que pasa aquí? -pregunto Román.

Y el pecador lo secundo. —Sí, ahora que sucede.

Y por supuesto mi padre hizo acto de presencia. —Quiero una explicación detallada, Reina.

Los tres ahora parecían los tres mosqueteros.

Tres granos en el trasero que no me dejaban hacer nada por mi cuenta.

Román quiere que sea una perfecta muñeca de porcelana.

Mail, me quiere convertir en una loca obsesionada con la aristocracia y todo lo que ella represente.

Y mi padre… bueno él quiere que sea una perfecta dama de la corte, que aprenda un sin número de cosas y que deje de buscarle pelea a Román porque según él una dama debe saber comportarse en todo momento y para agregar más cosas a la lista el rey me quiere controlar la risa, porque según él una dama no debe de reírse como camionero. Y ni hablar del tema de los vinos.

Estoy al borde del colapso con esos tres.

—Llegaron las tres plagas del apocalipsis, hambre, miseria y crisis.

Román, Mail y mi padre le brindaron una mirada fulminante a David.

—Román, tú serás hambre, Mail miseria y mi padre crisis.

—No es gracioso Reina.

—Para ustedes no es gracioso, pero para mí lo es, así que acepten con honor su mote y dejen de intentar controlar mi vida.

—Hija…

—Padre, con todo el respeto que usted se merece ya dije lo que tenía que decir, así que ahuequen el ala y déjenme despedir de David.

Los tres hombres se miraron entre sí.

—¿Despedirte?

—Sí, señor. Me marcho en un par de minutos.

Esa confesión desató que los tres lunáticos mostrarán una sonrisa.

Si ellos no me vuelven loca, perderé la mente por si sola.

—Esa es una agradable noticia, David. No es que me incomode tu presencia, pero, bien sabes que todo llega a su fin. -el rey se mofó mientras sonreía.

—Se que en el fondo me aprecias…

—Sí, claro. -mi padre respondió.

—¿Qué pasará con la búsqueda de Azucena?

—Detenla, Román.

—Pero…

Entrecerré mis ojos hacia mi hermano y él entendió mi mirada porque asintió.

Pobre de él si detiene la búsqueda.

David deshizo el abrazo que me mantenía unida a él.

—Sé que las tres plagas del apocalipsis no me extrañarán, pero estoy seguro de que Mael si lo hará, así que vendré a visitarlo cada vez que me plazca.

—Rissi, se le olvida que está bajo mi domino y que si me da la gana puedo ordenar que lo coloquen la celda más apestosa que encuentren.

—Estoy seguro de que la gran esposa real y Reina no dejan que haga tal cosa, majestad.

El rey hizo una mueca de disgusto.

—Si no fuera por ellas todo sería diferente. Tenlo por seguro.

Rissi ante esas palabras sonrió.

—Todos tenemos un talón de Aquiles, soberano. El de usted, son la esposa real y si querida hija. La del príncipe es su mujer y las dos bellezas. Y en caso del pecador, es un caso especial.

—Rissi… -bramo Mail.

Y ante eso David sonrió.

—Fue un verdadero placer estar con ustedes, pero este cuerpo se va a atender sus negocios, porque el mundo del crimen organizado nunca duerme.

—Y me lo dices a mí. -inquirió Román mientras se acariciaba el cabello.

Nuestros ojos se colocaron en él, y Román al sentir nuestra mirada soltó un gruñido de frustración.




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