El heredero del pecado. [6 De La Saga Heredero]

Capítulo 43: Boda.

Aurora.

Antes de que mi hermano se lanzara hacia Kurgan como un lobo rapaz, me deshice del agarre que Román tenía sobre mi brazo y me acerqué lo más rápido que pude hacia Kurgan.

—Vamos. -inquirí para después tomar la mano de Kurgan y arrástralo lo más rápido posible.

—Aurora, estas muy cambiada.

—Sí, sí. Lo que quieras. Ahora mueve tus pies antes de que Román nos alcance.

Cuando estuvimos lo suficientemente lejos y seguros de que Román no nos alcanzaría solté el brazo de Kurgan y tome una gran bocanada de aire.

—Te falta mucha condición física Aurora.

—Dios sabe que estoy en este mundo para comer y hacer otras cosas, pero no para hacer deporte.

Kurgan sonrió.

—¿Por qué huimos de Román como si fuésemos unos delincuentes?

—Mis razones tengo, Kurgan. Y que te quede bien claro que las preguntas las hago yo.

El sacerdote enarco una de sus cejas.

—Aurora…

—¿De dónde conoces al príncipe Román?

—Es una historia que no quiero revivir, Aurora.

—Por más que no quieres tendrás que revivirla porque tu pueblo está pareciendo, Kurgan. Ellos te necesitan. Necesitan un rey que vele por su bienestar, un hombre justo ante Dios y con el corazón noble.

Kurgan aparto sus ojos de los míos.

—No quiero reinar, Aurora.

—¿Dejarás que ellos perezcan? ¿Dejarás que el maldito que reina se coma hasta los huesos de todos sus habitantes?

—Ese ya no es hogar, Aurora. Mi lugar es aquí, siendo un sacerdote. Este es mi yo verdadero.

Adopte una postura erguida y Kurgan volvió a colocar sus ojos en los míos.

—En ese lugar ni me queda nada, mi hermana gracias a Dios se encuentra alejada de todo lo que implica un reino y yo estoy feliz aquí, lejos de todo y de todos.

—¿Estás seguro de que la princesa Eliza se encuentra lejos de todo lo que involucre un reino?

—¿Cómo sabes que ella se llama Eliza?

—Porque ella será la futura reina porque gobernadora al lado de mi hermano, Román Reith Da Sousa.

Los ojos de Kurgan se abrieron como platos.

—No. -susurró sin poder créelo.

—Y, por si fuera poco, Eliza De Asturias, trajo al mundo a dos damitas que volverán más loco a Román. Felicidades, Kurgan, porque eres tío.

El sacerdote negó y por un momento su mirada se perdió en el horizonte.

—Le dije que no colocará sus ojos en ella y aún con esa advertencia lo hizo.

—Fue amor, el amor más puro y sincero que ambos sentir.

—¿Es feliz? -ante esa pregunta sabía que se refería a su hermana. —Dime que él la hace inmensamente feliz.

—Román ama con todo su corazón a sus tres mujeres Kurgan. Estoy segura de que, si tuviera que dar la vida por ellas, él sin pensarlo lo haría.

Kurgan giró su cabeza y nuestros ojos hicieron contacto visual.

—Si ella es feliz, no tengo porque volver a ese reino.

—Kurgan, están muriendo muchas personas por la opresión del nuevo rey, entre ella están los indefensos niños… no permitas que se derrame más sangre sobre tu hogar. No permitas que mueran todos los tuyos.

El sacerdote cerro sus ojos y formó sus manos puños.

Estoy segura de que le duele, le duele todo lo que le he dicho.

—No quiero volver, Aurora. No lo haré porque tengo un llamado de Dios. Él me guío para que lleve sus mandamientos, su palabra.

—¡Kurgan…!

—Dios me guío hasta este lugar, y no me aparté por nada del mundo, Aurora.

Tras esas palabras Kurgan empezó a caminar alejándose de mí.

Y no me quedo más que mirar hacia el cielo.

—Señor, que se haga tu voluntad.

—¿Se puede saber qué diablos hiciste, Reina?

Aparte mis iris del cielo para colocarlos en Román. Quién se encontraba más que cabreado.

—Es algo que tenía que hacer.

—¡¿Por qué diablos no me dijiste que conocías a Kurgan De Asturias?!

—Ha de ser por algo. ¿No crees hermano?

El ángel de la muerte se llevó una de sus manos al puente de la nariz y lo masajeo.

—Tengo bastantes problemas con mi mujer como para que se agregué otro a la lista, Reina.

Rodé mis ojos e intenté pasar de él, pero Román me detuvo.

—¿Qué te dijo?

—Suéltame y te digo.

El príncipe hizo lo que demande.

—Él no volverá, Román. Kurgan no dejará el camino de Dios para meterse en la boca del lobo o mejor dicho en el infierno.

—Si él no regresa, morían cientos de personas inocentes, Aurora.

Román se llenó las manos al pelo y lo desordeno.

—La reina Elizabeth y el nuevo rey quieren deshacerse de todos los gitanos que habitan sus dominios, los quieren exterminar como ratas. Y las primeras personas que encabezan la lista son loa abuelo de Eliza. ¿Ahora entiendes la preocupación de mi mujer?

Oh…

—Román, ¿Acaso tú no puedes hacer algo para acabar con ese monopolio maldito?

—Aun siendo el ángel de la muerte estoy atado de manos y pies porque eso malditos tienen a alguien de mucho poder ayudándolos. Tienen al capo di tutti capi, un maldito narcotraficante italiano. Malditamente rico y alisado a casi todas las mafias del mundo. Enfrentarse a él es suicido, hermana.

—Entonces, ¿Por qué crees que si Kurgan reclama el trono todo acabará?

Mi hermano soltó el aire que estaba conteniendo.

—La reina le fue infiel a Carlos V con ese hombre y ahora le está haciendo creer que los gitanos acabaron con la vida de Kurgan. Elizabeth De Asturias es una víbora que busca siempre su propio beneficio.

—¿QUÉ?

Román desvío sus ojos hacia atrás de mí.

—Kurgan.

—Ahora con esa confesión me queda claro que no debo de tomar posesión de un lugar que no me pertenece.

—Azair, a pesar de todo llevas el apellido De Asturias y eres conocido por ser hijo de Carlos V De Asturias.

—Si antes no era nada de ese hombre, ahora menos.

—Kurgan… Tu pueblo te necesita.

El sacerdote negó.

Pero antes de que alguno de los tres dijera algo, el teléfono de Román empezó a sonar.




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