Mail.
Quién iba a imaginar que yo, el pecador consagrado como el rompecorazones, terminaría enamorado de una mujer y que ella es quién lleva los pantalones en la relación.
—Mail, ve por algo de fresas…
—Aurora, son las dos de la mañana. Vuelve a dormir.
Me giré dándole la espalda y me acurruqué contra la almohada.
Aurora me removió.
—Mail… ve por esas fresas y no regreses aquí sin ellas.
Abrí un ojo, e inmediatamente hice un puchero.
Esta es la segunda vez en esta noche que me despierta por algo.
—¿No que son tus princesas…? Entonces ve a por los antojos de tus hijas.
—Ellas me aman mucho como para torturarme de esta forma.
—¿Estas insinuando que lo hago para molestarte?
Aurora entrecerró sus ojos y se cruzó de brazos.
Es mejor no joder a mi amada Aurora.
Y mucho menos después de lo que le hizo a su hermano Román.
—Iré por tus fresas cariño. No demoraré.
Es mejor prevenir que lamentar.
Me levanté de la cama, calce mis pies y me dirigí hacia la puerta.
—Más te vale que traigas mis fresas y tu culo a la cama rápido de lo que puedas, porque no me cuesta nada arrojarte a donde Román se encuentra.
—No te atreverías, cariño.
—Pruébame Salvatierra.
Si quiero conservar la poca paz que me queda es mejor no probarla.
Me dirigí hacia la puerta y cuando tuve en pomo entre mis manos escuché la voz de Aurora detrás de mí.
—Rápido Mail, trae las fresas rápido.
—¡No me presiones, mujer…!
Entrecerré mis ojos, y negué con la cabeza.
Hace tres meses atrás que descubrí un dato de mi mujer. Son tres fases que me vuelven loco, no loco por ella, sino loco de ir a un manicomio.
La primera de ella es la más demandante de todas, en esta faceta ella hace y dice lo le da la gana. Es la que más duro me pega porque tengo que hacer sí o sí lo que ella me diga. Y si no lo hago bolas prepárense para correr porque ella amenaza con castrarme.
—Te presiono todo lo que me dé la gana, Mail Salvatierra. Así que ve por mis fresas y trae tu enorme y apetecible trasero a la cama.
La segunda faceta, es un poco más tranquila, pero lo que dice logra que me imaginé un mundo de cosas, con decir que si no fuera porque estuviese a punto de alumbrar a nuestras hijas la hacía mía. Esa es la que más me gusta de todas, pero es la más dolorosa para mí, porque no la puedo tocar.
—Me vas a subir el ego.
—Qué más da un poco más, Salvatierra. -negué. —Te ves caliente en ese pijama, es una verdadera lástima que esté a punto de dar a luz a nuestras hijas porque joder… me hubiese dado festín con tu cuerpo.
¿Quién entiende a esta mujer?
—Estas rico, pero más ricas han de estar esas fresas. Ve por ella Mail. -dijo al borde de las lágrimas.
La última faceta debe llamarse drama porque, hasta lagrimas salen de sus ojos.
Sí, sí, estoy sumamente jodido.
Reina Aurora Reith Da Sousa, me jodió. Ahora estoy a sus pies.
—Aguanta un poco cariño. Voy por ellas.
—Vez por eso te amo… -inquirí sollozando.
Solté un suspiro antes de abrir la puerta.
Una vez en el pasillo, caminé de forma apresurada por el, cuando llegué a lo alto de la escalera escuché la voz de mi hermana, Román y la de ese… fulano.
Entrecerré mis ojos y también mis manos.
Y me dispuse a bajar la escalera.
—Malena, sé que él es un idiota, pero te ama.
—No lo quiero en mi vida. Porque ya bastante hizo con echarme de su castillo sin importarle que nuestra hija muriera a tan solo unas horas de haber nacido.
Ese desgraciado y yo tenemos que muchas cosas de las que hablar, bueno hay que ser más realista, golpes para dar.
—Malena… te amo.
¡Y el Óscar es para…!
Si no hubiese sido por mi adorada esposa, hace bastante rato que le hubiese ajustado las tuercas a ese hijo de su madre.
—Me destruiste, Kurgan. Me hiciste pedazos.
Antes de que se prolongará la conversación, coloque mis pies en el primer piso, y me coloque al lado de mi hermana.
—Tienes tres segundos para desaparecer, Kurgan Azair.
El mencionado dio un paso hacia mí, sin mostrar miedo.
—No me iré sin mi esposa.
También di un paso hacia el frente.
—No me toques las pelotas y lárgate de una buena vez por todas.
—Mail, sé que él es un verdadero idiota, pero déjenlo hablar.
—Que se vallas a la mismísima mierda, ese príncipe de mierda. Pero no se quedará ni un minuto más en mi casa, así que ahuecando el ala ave de mal agüero.
—De aquí no me voy sin mi mujer.
Y dale con la necedad.
—Mira príncipe de pacotilla, más te vale largarte de mi casa en este momento, sino quieres que descargue mi furia sobre ti.
—De aquí no me voy sin ella. -demando con mirada retadora.
Cuando iba a dar otro paso hacia él, Malena tomó mi brazo.
—Mail, no tiene caso pelear a estas horas.
—Debo colocarle los tornillos a este hombre, Malena.
—Mañana lo puedes hacer.
Gire mi cabeza hacia ella y mis ojos se colocaron en los de Malena.
—Te amo mucho, Malena.
—Y yo a ti, Mail.
Atraje a mi hermana hacia mi pecho y la abracé.
—No quiero volver a verte rota, hermana.
—Te tengo a ti para cuidarme, Mail.
—Lamento interrumpir su momento de gloria entre hermanos, pero, deben saber que este troglodita no se moverá de la sala, hasta conseguir lo que desea.
—Por mí se puede ir a la misma mierda.
Antes de que alguno de los presentes dijera algo, la voz de Aurora se alzó.
—¡MAIL…!
Oh, joder. ¡Las fresas…!
Deshice el abrazo que mantenía con Malena. Y corrí hacia la cocina.
Ella me va a matar, destripará mi cuerpo y los esparcirá por toda la casa.
Abrí el refrigerador, y me dispuse a buscar las condenadas fresas.
Pero para mi suerte no había rastro de ella en el refrigerador.
Ahora sí que estoy jodido.
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Editado: 27.03.2025