Hacía años que un joven esperaba a quienes lo mandaron en una nave a los helados territorios de Yunzabit, en la Tierra, no recordaba nada de su vida antes de despertar en ese lugar. Lo único que encontró a su lado fue una carta escrita por quien él suponía era su padre, donde le pidió que lo esperará, pero el tiempo pasó, ya adulto se aburrió, y salió a recorrer el mundo a buscar a su gente, en la seguridad que si no llegaron durante tantos años ya nunca volverían por él.
Al principio vigiló algunas aldeas, donde aprendió el idioma del lugar, al ver que nadie tenía sus poderes mágicos, decidió no usarlos, al menos mientras no encontrará a su gente, ellos deberían ser como él en todo sentido, creía. Unos meses después de que empezó la búsqueda vio varios pobladores de una aldea que estaban persiguiendo a una mujer joven, que iba con un niño en sus brazos, por no ver por dónde iba cayó aparatosamente al piso. El hijo de Kakattsu quiso ayudarlos, voló y se puso frente a ellos para protegerlos de sus atacantes, que inmediatamente quedaron petrificados del miedo.
— Es un demonio — gritó uno de los pobladores.
Dejaron caer los palos y corrieron de vuelta a su ciudad, lo más rápido que pudieron.
— ¿Está usted bien, señorita? — preguntó el hombre de piel verde.
— Si gracias — respondió algo asustada la joven, con cuidado se levantó, dejando a la vista al supuesto niño, que al final resultó ser un adulto, un enano.
— Muchas gracias por protegernos ¿Cómo te llamas? — la voz del hombrecito era muy chillona, al recién llegado le molestaron un poco los oídos.
— Heee, no lo recuerdo. En realidad, no sé nada de mi pasado.
— Ohhh, tienes amnesia, nunca vi alguien como tu antes ¿De dónde vienes? Verdad que no recuerdas nada — durante ese momento la joven no había dicho nada más.
— Debo irme — se sintió extraño al ver como lo miraban.
Iba a volar para irse cuando la voz de la muchacha lo detuvo.
— Espera — dijo la mujer — ¿Tienes casa o donde quedarte?
— No tengo, duermo donde me pilla la noche.
— Entonces quédate con nosotros — el hombre de bajo tamaño silbó, un caballo con una carreta apareció de entre unos árboles.
— No quisiera molestarles, soy muy grande, y veo que el espacio es pequeño — se tapó la boca nervioso, no quería que el hombrecito se sintiera mal por usar esa palabra.
— Tranquilo, no me moleste, soy Kulla — dijo sin darle mayor importancia.
— Gracias, no quise incomodarte.
— No me molesto.
— Soy Encal... te llamaré amigo ¿Te parece? — preguntó la joven, que tenía una bella voz.
— Me parece bien — le sonrió tímido el hombre de piel verde.
A partir de ese momento, el desconocido fue acogido por la pareja, le dijeron que eran tío y sobrina, y que los del pueblo los perseguían, porque decían que el hombrecito era de mala suerte.
— ¿Cómo es que puedes volar? — quiso saber el diminuto humano, mientras estaban sentados frente a la fogata, y su sobrina preparaba la cena.
— Es algo que siempre he hecho.
— Además te ves fuerte.
— Lo soy — dijo avergonzado.
— Vengan, vamos a comer — lo invitó Encal.
— Es que yo...
— ¿Qué pasa? No te gusta mi comida, ni siquiera la has probado — la joven hizo un puchero.
— Yo no como, solo tomó agua.
Los dos humanos se miraron asombrados, esto unido a su apariencia, los hace entender que están ante alguien que no era humano.
— ¿Pero te hace mal comer? — preguntó el tío.
— No lo sé — probó un pedazo de pan.
— ¿Te sientes indispuesto? — interrogó la cocinera.
— No, estoy bien, pero en realidad no tengo esa necesidad.
Esa noche durmieron en un paraje tranquilo, el hijo de Kakattsu se acostó en las frazadas que le prestaron los humanos, se sintió extraño al compartir con esas personas, pero le gustó tener compañía por fin.
Al otro día siguieron camino por las montañas, el hombre de piel verde los acompañó, por suerte, porque hubo algunos pequeños derrumbes, él los protegió y rompió las rocas más grandes. Al anochecer llegaron cerca de un pequeño pueblo.
— Amigo, quédate en el carromato, iremos a buscar de comer y volvemos.
— Bueno.
Cuando volvieron trajeron lo prometido, pero se quejaron que ya casi no tenían dinero.
— ¿Qué les pasó?
— Alcanzamos a comprar esto y nos robaron.
— No nos durará para mucho — se quejó la mujer.
— Quisiera ayudarles, pero no sé cómo.
— Tengo una idea — dijo Kulla.
Al otro día se presentaron en uno de los pueblos más grandes del sector. El carromato estaba muy arreglado, al principio no había mucha gente, pero según el hombre pequeño gritaba, las expectativas se volvían cada vez mayor.
— PASEN SEÑORES, PASEN A VER A LOS VERDADEROS BELLA Y BESTIA. SEÑORAS VEAN A LOS PARTICIPANTES DE ESTA ROMÁNTICA HISTORIA CON SUS PROPIOS OJOS.
Todos quedaron asombrados al verlos aparecer, incluso comentaban que era una máscara la que usaba el supuesto "monstruo".
— QUIENES QUIEREN COMPROBAR SI ES EN VERDAD UNA BESTIA SUBAN.
Varios lo hicieron, tiraron las antenas y tomaron las manos para comprobar que las uñas eran reales. A la semana se habían hecho famosos, donde iban los esperan con filas inmensas para ver a la Bestia. Una noche luego del espectáculo los tres conversaban tranquilos.
— Que vergüenza tener que hacer esto, no sería mejor buscar un trabajo normal — se quejó el hijo de Kakattsu.
— Amigo ¿Qué podría hacer yo? ¿Y tú? Esto es lo mejor — le dijo el tío.
— Es que me sienta mal cómo me miran, y como actúan, no les importa que yo los escuche, como si yo no entendiera lo que dicen. Tenemos que tener cuidado, escuche que a algunos visitantes les quitaron sus monedas, creo que alguien nos sigue desde que les robaron en el otro pueblo, y ahora roban a quienes vienen a ver el espectáculo, escuche lo mismo en los últimos dos pueblos.
Editado: 24.04.2020