El hombre del parque

CAPÍTULO 1

Eran las 7:00 cuando sonó el despertador, me costó un poco levantarme ya que la noche anterior me acosté más tarde de lo habitual. Ponían en la tele My Fair Lady, deliciosa comedia musical inspirada en la obra de George Bernard Shaw Pygmalion, dirigida magistralmente en 1964 por George Cukor y ganadora de ocho premios Oscar, en la que la encantadora Audrey Hepburn lucía con su habitual elegancia el maravilloso vestuario de Cecil Beaton. Adoro a Audrey, nunca me pierdo ninguna de sus películas. Al ser una de las más largas de su filmografía, terminó muy tarde, pero valió la pena. Mi marido y los niños ya se habían acostado hacía rato. Subí al dormitorio, procurando no hacer ruido para no despertar a Jaime que dormía apaciblemente, después de un duro día de trabajo. Me metí en la cama y me puse a leer un rato. Tengo el hábito de leer antes de dormir, esto me ayuda a conciliar el sueño. Utilizo una pequeña luz con una pinza que sujeto al libro para no alterar el sueño de mi marido.

Abajo oigo las voces de Jaime y de los niños, hoy han madrugado más que yo, se nota que se acostaron temprano. Me doy una ducha rápida, aunque no suelo hacerlo al levantarme, sino cuando vuelvo de andar, pero hoy la necesito para acabarme de despertar. Me visto igual de rápido, para poder desayunar con ellos y llevar a los niños al colegio.

Normalmente los lleva Jaime, pero ayer me pidió que los llevara yo, porque él tenía que ver a un cliente a primera hora y no quería llegar tarde. A estas horas de la mañana el tráfico suele ser complicado. Así que completamente despierta, después de la ducha fría, bajé las escaleras ligeramente y me dirigí a la cocina donde me encontré a mi familia sentada alrededor de la mesa.

—Buenos días madrugadores.

—Buenos días dormilona —contestaron todos a la vez.

—Mira mamá —dijo Olivia—, os hemos preparado el desayuno, espero que sea comestible, a Rita se le han quemado un poco las tostadas, Étienne ha hecho el zumo de naranja y el café, esperamos que os guste.

—Seguro que sí cariño, no sabéis como os lo agradezco.

—Mamá, si os gusta como he hecho las tostadas, las puedo preparar cada día. A ti te he puesto mantequilla, Vegemite y sésamo, y a papá mantequilla de cacahuete —dijo Rita sintiéndose mayor.

—Después de comer tus tostadas, seguro que no vuelven a comer tostadas en la vida —dijo Étienne metiéndose con Rita como de costumbre.

—¿Has visto mamá? ¡siempre se está metiendo conmigo y ahora no le he hecho nada!

—Bueno pero lo hiciste ayer.

—Ya está bien de discutir —intervino Jaime—, ¿es que vosotros dos no podéis estar juntos?

Me enterneció ver como mis hijos intentaban colaborar y sorprendernos a su padre y a mí preparándonos el desayuno.

— ¡Oh, Rita, están buenísimas! Si quieres me las puedes preparar cada día.

— ¿Lo ves Étienne? A mamá le han gustado.

—Y a mí también —dijo Jaime—, y el café está en su punto, bien cargado como a mí me gusta.

—Gracias papá —dijo Étienne.

Jaime comió un par de tostadas y bebió su café rápidamente, me besó a mí y a los niños y se fue a la cita con su cliente.

—Bueno niños, ¿estáis listos? Que se nos hace tarde, y ahora no empecéis a discutir otra vez en el coche, que me ponéis muy nerviosa y podemos tener un accidente.

—Mamá, que Étienne se siente delante contigo y yo iré atrás con Rita —dijo Olivia pacificadora como siempre.

—De acuerdo hija, menos mal que tú siempre pones paz entre estos dos.

— ¡Ah mamá! —dijo Olivia—, esta tarde voy a casa de Martha, estamos haciendo en clase un trabajo en equipo y a mí me ha tocado desarrollarlo con ella. Cuando acabemos os llamaré para que vengáis a recogerme.

—Mamá, no te olvides de mis zapatillas de ballet, que hoy tengo clase, y me dijo la señorita Kim que necesitaba unas nuevas con las punteras reforzadas para empezar los pasos de baile de puntillas —dijo Rita—. La semana pasada se te olvidaron, si se te vuelven a olvidar, la profesora se enfadará conmigo porque cree que soy yo la que me olvido de decírtelo.


—Está bien, está bien, esta vez no se me olvidará, te lo prometo. En cuanto os deje en el colegio iré a comprarlas.

—Y tú, Étienne, ¿necesitas algo?

—No mamá, pero recuerda que esta tarde voy al cine con Lucas. Su padre nos recogerá a la salida y me traerá a casa.

—Primero dejamos a Rita en Warrnambool Primary School, conocido localmente por Jano School por estar situada en Jamison Street, ya que el horario para cerrar la puerta es más rígido. Aparcamos en Raglan Parade Street porque es más fácil encontrar aparcamiento. A estas horas, es imposible aparcar en la entrada principal.

—Adiós mamá.

—Adiós cariño, hasta la tarde. Pórtate bien y no te pelees con nadie.

Rita es encantadora pero tiene un carácter muy temperamental y si se meten con ella, reacciona mal.

—No mamá, te lo prometo.

Se quedó en la ancha acera diciéndonos adiós con la mano hasta que la perdimos de vista.

Después llevé a Olivia y Étienne al instituto. Allí es más fácil aparcar ya que la mayoría de alumnos va a pie. Ellos también podrían hacerlo, pero como de todas formas tenía que salir a llevar a Rita, no me costaba nada dejarlos de paso.

—Adiós mamá.

—Adiós, que tengáis un buen día.

Les vi alejarse hablando tranquilamente, se llevan muy bien. Étienne ve a su hermana mayor como un ejemplo a seguir, y siempre que tiene un proyecto, problema o duda, lo consulta con ella. Olivia siempre, desde pequeña, se ha caracterizado por su madurez. ”Dios mío”, pensé, “qué mayores se han hecho”. Esperé hasta que llegaron a la entrada en la que se volvieron para saludarme con la mano antes de entrar. Volví a poner el coche en marcha y me dirigí al Gateway Plaza por Princess Highway. En el centro comercial, fui directamente a la sección de deportes para comprar las zapatillas de ballet para Rita. No necesitaba venir para probárselas, es una niña muy alta para su edad y tiene el mismo número de zapato que yo, así que me las probaría yo en su lugar. No quería que se me volvieran a olvidar y tuviera problemas con la profesora. Kim es una excelente profesora, quizás por eso es muy rígida con sus alumnos; es muy exigente en el cumplimiento de las normas, tanto en el vestuario como en la puntualidad y asistencia.




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