Una vez finalizada la inquietante llamada, su corazón latía desbocado en su pecho mientras se apresuraba hacia su motocicleta. La gravedad de las palabras pronunciadas por aquella extraña voz lo impulsaba a actuar con premura. En su mente, sopesó brevemente la posibilidad de dirigirse hacia la zona de las casillas, donde solían dejar sus pertenencias junto a sus compañeros de trabajo antes de ingresar a la fábrica. Aquel lugar resguardaba abrigos, llaves y, sobre todo, era el sitio donde la mayoría dejaba sus cascos de motociclista.
No obstante, una determinación férrea lo invadió y exclamó para sí mismo: "¡Al diablo con el casco, mi esposa me necesita!" Giró la llave de encendido, observando cómo la luz verde que indicaba la correcta conexión de todos los circuitos se iluminaba. Entonces, aceleró con fuerza hacia la ruta que lo conduciría al Hospital Central del Norte, aprovechando toda la potencia de su motocicleta de dos tiempos mientras el sol se ocultaba en el horizonte.
Sin embargo, a medida que avanzaba velozmente, percibió cómo el cielo despejado se transformaba en ominosas nubes grises que oscurecían el horizonte. Las primeras gotas de lluvia chocaron contra su rostro, lo que lo obligó a reducir la velocidad de manera gradual. Consciente de la lluvia ligera que distorsionaba su visión del camino, tomó la decisión de detener por completo su motocicleta. Aprovechó ese momento para tomar un breve descanso y apartarse de la ruta con el fin de atender una necesidad fisiológica.
Una vez de nuevo sobre su vehículo de dos ruedas, intentó desesperadamente llamar al número de teléfono de su esposa, aún sabiendo que no sería ella quien contestara. El constante tono de espera lo exasperaba y, tras tres intentos más, su celular se quedó sin batería. Por un instante, contempló la idea de arrojar aquel inútil dispositivo al largo y desordenado césped que se extendía a un costado de la ruta, dejando que la naturaleza lo reclamara. Sin embargo, llegó a la conclusión de que sería una acción absurda deshacerse de su celular tan solo porque había agotado su batería. Pensó que tal vez, en algún momento más adelante en el camino, encontraría un lugar donde pudiera recargar el dispositivo hambriento de energía eléctrica.
Afortunadamente, a medida que avanzaba por aquella solitaria ruta, la lluvia ligera empezó a disminuir notablemente. Esto le permitió recorrer varios kilómetros a una velocidad razonable, aunque no tan rápida como hubiera deseado. Sin embargo, decidió aceptarlo como una señal positiva en medio de toda la incertidumbre que lo rodeaba.
Las palabras resonaban en su mente una y otra vez: "¡Lo necesitamos con urgencia, señor...! Su esposa se descompensó en la tienda y está siendo trasladada en una ambulancia hacia el Hospital Central del Norte", había comunicado la misteriosa voz desde el número de teléfono de su esposa. Sacudió enérgicamente la cabeza, intentando deshacerse de la confusión que lo envolvía. A medida que procesaba la información, se dio cuenta de que debía disminuir un poco su preocupación y recordar que su amada estaba siendo llevada a un lugar con un personal médico altamente capacitado.
No obstante, sus pensamientos volvieron a tomar otro rumbo, y su cuerpo se estremeció al comprender plenamente la gravedad de la situación: su esposa estaba en camino hacia un hospital… ¡Un Hospital!
La magnitud del hecho se hizo evidente en su mente, y un torbellino de emociones lo envolvió. Los hospitales eran lugares donde se enfrentaban situaciones críticas, donde el destino de las personas pendía de un hilo y donde cada segundo era crucial. La adrenalina se apoderó de él, impulsándolo a acelerar su motocicleta con renovada determinación.
El camino, aunque desafiante, no fue obstáculo para su determinación. La lluvia seguía siendo una presencia intermitente, pero su enfoque estaba puesto en llegar lo más rápido posible al Hospital Central del Norte. Cada kilómetro recorrido parecía eterno, pero su mente estaba llena de esperanza y una mezcla de ansiedad y determinación que lo impulsaban a seguir adelante.
El pensamiento de encontrarse cara a cara con su esposa en un hospital, rodeados de médicos y enfermeras que lucharían por su bienestar, le daba fuerzas para superar cualquier obstáculo en el camino. Los latidos de su corazón se sincronizaban con el rugir del motor de su motocicleta, mientras el sol se ocultaba por completo y la noche comenzaba a desplegar su manto oscuro sobre el horizonte.
Con cada giro del acelerador, se sentía más cerca de su destino y, al mismo tiempo, más consciente de la incertidumbre que lo aguardaba en el hospital. Tenía conciencia de que se avecinaba una prueba que pondría a prueba su fortaleza. Sin embargo, estaba decidido a permanecer sereno y afrontar cualquier resultado con valentía.
El recorrido se volvía cada vez más intenso a medida que avanzaba por calles iluminadas por la tenue luz de farolas dispersas. Su mirada se perdía en el camino, pero su mente estaba enfocada en el apoyo que le brindaría a su esposa. Pensó en las palabras de aliento que le transmitiría, en su mano que sostendría con firmeza y en su presencia constante a su lado durante todo el proceso de recuperación.
La tormenta que había acompañado su viaje ahora parecía haberse desvanecido, dejando paso a una calma tensa en el aire. Sabía que el próximo capítulo de su vida estaba a punto de desplegarse frente a él en el Hospital Central del Norte, donde se enfrentaría a situaciones desconocidas y desafiantes. Sin embargo, su determinación no flaqueaba y su amor por su esposa lo impulsaba a superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
Con habilidad propia de un piloto profesional, logró maniobrar su motocicleta a través de cada curva con destreza. Sin embargo, en un momento dado, notó una ligera falla en la rueda trasera. Un temblor en el manillar lo alertó de un posible problema, lo que lo llevó a detenerse y examinar la situación de cerca. Al golpear con fuerza el neumático, se dio cuenta de la gran cantidad de aire que había perdido. Pero, a pesar de ello, decidió continuar unos pocos kilómetros más, confiando en que la situación no empeoraría. Sin embargo, las chispas doradas que comenzaron a salir de la parte trasera de su motocicleta confirmaron que su decisión había sido arriesgada.