Carnero carecía de muchas cosas, entre ellas el sentido de orientación.
08:00 am
- Buen día a todos, vamos a reunirnos en breve - mira su reloj - en diez minutos ¿alguien me dice la hora, por favor? -
- ¿Las 08:00 am? - responde dudosa Páris y me mira como diciendo ¿No puede ver su reloj? 🙄
Sí, a pesar de tener reloj en mano y que acaba de verlo preguntó por la hora.
Pasan los diez minutos e inicia la reunión “discuten” que es un decir porque solo habla él y para rematar temas sin importancia ¿quieren un ejemplo? Bueno acá les va una de las tantas indicaciones de Carnero.
- Sí el cliente no les responde deben insistir – sí no lo precisa de seguro a nadie se le hubiera ocurrido 🙃
De pronto
- ¿Qué hora es? ¿Alguien me puede decir la hora? - Una buena samaritana siempre respondía con la extrañeza que a todos siempre nos generó que teniendo computadora, reloj y celular se la oasaba preguntaba por la hora.
- Son las 10:45 de la mañana -
Todos los días entre ocho y doce veces Carnero preguntaba la hora, incluso con riesgo a que nadie le responda ya que el personal se encontraba trabajando y ese trabajo consistía en llamar y conversar con el cliente hasta convencerlo. A pesar del bullicio y cuchicheo de las chicas que se escuchaba por toda la oficina él insistía en preguntar la hora y había momentos en que hacía su pregunta y no obtenía respuesta por el contrario había silencios prolongados y no necesariamente porque no quisieran responder sino porque no podían hacerlo.
Lo convirtió en un ritual.
A ratos, me parecía que lo hacía a propósito, a ratos que tenía dificultades para retener información o que sufría de algún tipo de déficit y a ratos me parecía que simplemente era un tarado con ganas de molestar.
También estaba la teoría de “supremacía” él era el jefe y de alguna u otra forma debía hacer notar su poder, todos debían rendirle pleitesía, en especial el nuevo personal ya que él los contrató. Para esta temporada hasta con su personal estaba empezando a perder autoridad, no comprendían su jefatura, en muchas oportunidades dudaban de su capacidad profesional, no recibían con la mejor apertura sus indicaciones y su liderazgo, que este último no había ni hubo jamás. De alguna u otra forma se veía en la necesidad de recordar su mandato. Pedir que le dijeran la hora era una forma de reafirmar que él estaba a cargo, quisieran o no debían responder porque era el jefe.
- ¿Me pueden decir qué hora es? –
- Medio día –
- ¿Las doce? –
- Sí, las doce -
En parte no podía culpar al personal cuando ponían en tela de juicio sus estrategias. No era capaz de retener la hora y para empeorarlo todo era incapaz de verlo en la computadora, celular o reloj o quizás la veía, pero al parecer no la entendía. Y ese hecho más que darle poder más lo hacía ver como un abúlico.
14:00
- ¿Qué hora es? -
16:00
- ¿Me dicen la hora? -
17:45
- La hora, por favor -