Desperté; por lo oscuridad de mi habitación no sabía si ya había amanecido aunque ciertamente eso no me interesaba, mi hermano siguia durmiendo plácidamente, lo mejor es dejarlo durmiendo no deseo que se despierte de mal humor y me de un golpe por molestarlo siempre ha sido muy amargado siendo menor que yo y aún siendo tan pequeño podía ser toda una molestia yo ciertamente era la pacífica y él, el que se aprovechaba de mí y me hacía hacer sus deberes pero así lo quería tenía un lado tierno y amigable.
Me levanté de mi cama y salí en busca de mi madre, que puedo decir tengo tan solo once años y aún no soporto la idea de dormir sola por esa razón mi hermano duerme conmigo, me aterra la simple idea de quedarme sola en una habitación oscura.
Salí de mi habitación con la piyama de ositos que mi mamá me compró, su habitación esta a unos metros del mío, abrí la puerta con cuidado para no despertar a nadie y por la pequeña abertura que hice ví el interior, quería saber si ella ya había despertado, pero lo que ví dentro no era lo que me esperaba.
¿Quién era ese niño?
No lo sabía y mi rostro no demoró en confirmar lo que pensaba, abrí los ojos a más no poder y me quedé estática mirando a aquel individuo. Parecía tener mi edad, tenía dos grandes ojos azules, cabellera rubia y de tez sumamente pálida su piel tenía casi el mismo tono de una hoja de papel pero sus mejillas están levemente sonrojadas, seguía con la duda de ¿por qué estaba en mi casa y cómo hizo para entrar? Tal vez sea un amiguito que mi mami trajo para jugar conmigo, pero ella me dijo que mi nueva hermanita iba hacer mi amiguita así que ese niño no podía ser lo.
Su rostro giró con interés hacía mí, cerré la puerta de golpe y salí corriendo a mi habitación para ocultarme bajo las sábanas.
No pude volver a dormir, pasaron dos horas, mi madre entró a mi habitación con una sonrisa en los labios.
–¿Cómo despertó la niña más linda del mundo?–me preguntó con una voz suave y tierna; se acercó a mí pequeño cuerpo para poner mi rostro en su pecho mientras se disponía a arreglar mi cabello
–bien mamá. Mami ¿Te puedo hacer una pregunta?
–claro
–¿Quién era el niño que estaba en tu cuarto?–sonreí inocente y espere su respuesta con ansias
–¿De qué niño hablas cariño?
–había un niño en tu cuarto, ¿es mi nuevo amigo? ¿se va a quedar a vivir conmigo?, es muy lindo, ¿quienes son sus padres? ¿los conoces?–pregunté aún más ansiosa, me levanté y comenzé a dar pequeños saltos de la emoción teniendo cuidado de no de despertar a mi hermano
–Lara en mi habitación no había nadie lo más seguro es que lo hayas imaginado–me respondió con dulzura
–pero yo lo ví mamá él estaba ahí no lo imaginé–reclamé enfurecida con un gran puchero en mi rostro
Ella tan solo se limitó a sonreírme.
–no me crees, ¿verdad?
–ya olvidalo Lara y vamos a desayunar hoy vamos a salir a la casa de tu tía
–esta bien–sonreí y me levanté. Ella me ofreció su mano y ambas salimos de la habitación.
Decidí no hablar más del tema, no tenía caso alguno que siguiera insistiendo cuando no me iban a creer.
Aunque para ser sincera mi madre nunca me cree nada, piensa que mi imaginación es muy grande y que a veces tengo alucinaciones pero yo sé lo que digo. Miré el exterior al parecer había estado lloviendo todo la noche, el bosque se veía hermoso.
Me gustaría tener amigos para ir al bosque con ellos pero mamá dice que es mejor estar sola por esa razón vivimos en un pueblo alejados de la ciudad y para empeorar las cosas mi hogar queda a 30 minutos del pueblo; sí, vivimos prácticamente en un bosque no es que sea malo pero me aburro mucho, no tengo amigos cerca de casa y la única amiga que tengo vive a una hora de mi hogar; para una niña de once años no es nada agradable está situación.
El tiempo se fue volando así que tuve que irme a dormir. Desperté a medianoche con la sensación de que alguien me observaba, sentí algo extraño, el frío contacto de algo o alguien acariciando con cuidado mi mejilla. Miedo, un gran miedo me invadió, quería gritar y salir corriendo pero a la vez no quería abrir los ojos y encontrarme algo espeluznante, así que me hice la dormida, aquella persona comenzó a acariciar mi mejilla con sutileza y jugar un poco con mi cabello. No pude más y abrí los ojos. Nada, no había nadie ahí, trague saliva, intenté calmarme, tenía miedo y cómo no lo iba a tener que era eso que había estado en mi cuarto, quería gritar por ayuda mas no podía, me quedé tiesa sin saber que decir no podía articular una sola palabra por el miedo que sentía, mis labios comenzaron a temblar, me acosté y cerré con fuerza los ojos esperando que todo solo fuera una pesadilla.
No pude dormir, miré el reloj ya faltaba poco para que amaneciera para ser exactos tan solo faltaban 1 hora y 16 minutos.
La puerta se abrió mi mamá entró y me pidió que ya me alistará para desayunar.
Así pasaron las horas hasta que volvió anochecer, tenía miedo,
Aquel extraño volvió a repetir la misma acción que ayer, una y otra vez , quería llorar me sentía frustrada por no poder hacer nada mi madre no me creía y Norman; mi hermano menor, solo se limitaba a escuchar.
Dos días después decidí averiguar quien era el susodicho fantasma; fue lo primero que se me ocurrió. Salí un rato al bosque para pensar un poco.
–¿Quién eres?– pregunté al bosque como si este fuese a darme una respuesta porque a veces puedo ser tan tonta. Seguí caminando.
Al final decidí sentarme a leer bajo un árbol; mi libro favorito "dos veces tú", el bosque es un buen lugar para leer.
Dejé de leer cuando oí la respiración de alguien sobre mi cuello, su saliva cayó por mi hombre. Me límite a quedarme quieta pero sí lo hacía ese algo podía lastimarme, respiré. El miedo fue más fuerte y me quedé allí esperando que algo pasara.
–auuu! – ¿eso fue un aullido?
Voltié a ver al supuesto enemigo y resultó ser un pequeño lobezno.