El jardín de Solut

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Freha había sido una niña amorosa, gentil y sumamente alegre a la cual jamás se la veía sin una sonrisa, siempre se encontraba en el jardín de su gran hogar jugando con flores o con su pequeño perro Oris en compañía de su amada madre, una mujer igual de amigable pero más serena, ambas fueron inseparables hasta el día en que esta falleció de una terrible enfermedad. A Freha se le desapareció la sonrisa del rostro. Había quedado sola.

 Su padre era un hombre sumamente rico al cual solo le importaban dos cosas, su fortuna y sus hijos varones que continuarían con el apellido Hass. Al principio no le dio mayor importancia a la pequeña, le daba regalos costosos con la esperanza de que calmara un poco su ánimo pero esto no sucedió, Freha se volvió inestable, rebelde, completamente desobediente. Vivía huyendo hacia el bosque o espantaba a comerciantes que visitaban su hogar con la intención de cerrar contratos con el señor de la casa, Y esto último le valió una gran reprimenda de parte de toda su familia.

 Ellos no entendían que lo único que buscaba era atención, incluso si eso significaba castigarle, quería que la notaran dentro de la familia, porque después de todo ella también era una Hass. Pero los años pasaron y la situación no cambio, todos la ignoraban como si solo fuese un estorbo y con el tiempo ella misma se rindió, se convirtió en una mujer tranquila y serena muy parecida a su madre, pensó que quizás así su padre la tomaría en cuenta, y así fue. Lentamente él empezó a notar sus cambios y con el pasar de los días se fue volviendo más atento hacia ella hasta llegar al punto de poder sostener conversaciones agradables.

 Freha estaba muy feliz por ser notada al fin, tanto que cuando su padre le pidió que conociera a alguien ella acepto sin dudarlo dos veces, a pesar de que la idea le extrañaba un poco. El día pactado se encontró con un muchacho más grande que ella, quizás por unos diez años, elegante y cortés pero algo altanero, no fue de su agrado totalmente pero aun así lo trato con gentileza; cuando el día termino su padre le pregunto si el muchacho era de su agrado pero ella lo negó y fue cuando él le pidió que se encontrara con otro hombre cuando comprendió de que se trataba, no eran encuentros casuales, él trataba de encontrarle un marido, y tenía por seguro que todos ellos eran de familias adineradas e importantes.

 Su molestia fue muy grande, ahora entendía su cambio de actitud, no sintió afecto hacia ella a causa de su nuevo carácter, por el que tanto se había esforzado en lograr, lo que vio fue una oportunidad de utilizarla como moneda de cambio, y el saber que su padre solo quería utilizarla por el bien de la fortuna familiar le rompió el corazón, pero no podía hacer nada más, no sabía cómo huir de su hogar, ¿A dónde se dirigiría? ¿Con quién? ¿Qué haría? No tenía la valentía suficiente para hacerlo. No podía. Casi como una muñeca controlada por hilos se dejó llevar por los deseos de su padre, día tras día recibía a hombres que le desagradaban, en los que veía solo interés, esperando el momento en que su padre encontrara al candidato ideal y terminara de cortar su poca libertad, solo debía esperar allí, sentada como una linda y dócil muñeca sin objetar una sola palabra lista para decir si, acepto cuando el momento así lo indicara.

 Luego de una agotadora tarde junto a un conde malhumorado y prepotente se dispuso a descansar al fin, y fue al único lugar de toda su casa en la que podía esta en completa paz y tranquilidad, la biblioteca; allí podía sentarse por horas y leer sin que nadie le molestara, ese era su refugio. Luego de un largo rato terminó una corta novela y se levantó para colocarlo en su lugar cuando, desde la estantería superior, cayó un viejo libro de tapa azul avejentada, casi como si estuviera pidiendo ser leído nuevamente, al tocarlo lo reconoció de inmediato, era el libro de cuentos que su madre solía leerle y que desde su muerte había estado abandonado en aquella estantería. Se sentó nuevamente pero esta vez con el libro entre sus manos, no tardo en hojearlo una y otra vez recordando aquellos hermosos cuentos que había oído en su niñez y que tanto la inspiraban, pero hubo uno en especial que le trajo muchos recuerdos "El jardín de Solut" un cuento corto casi al final del libro que hablaba de un dios que había sido castigado por los dioses mayores a causa de un grave crimen, y su pena fue vivir la eternidad encerrado en un jardín custodiado por un ángel, perdido en la tierra y sin compañía. Su madre siempre le decía que aquella historia era real, le decía que el bosque que los rodeaba estaba encantado, y dentro de él se encontraba ese jardín secreto, pero ella solo reía y seguía jugando con Oris sin darle mayor importancia.

 Al día siguiente su padre le trajo la peor noticia posible, su matrimonio había sido decidido, se casaría con aquel conde que conoció el día anterior, él hombre había quedado tan encantado con ella que de inmediato pidió su mano y el señor Hass no había perdido tiempo en acéptalo a él y a su título de nobleza. Pero para ella esto significaba el final de su vida, ya no sería una persona libre nuca más, pasaría a ser el objeto de un hombre que la utilizaría sin sentimiento alguno, solo la quería por beneficios y eso la asustó ¿Jamás conocería el amor verdadero? ¿Solo sería un objeto de cambio toda su vida?, el temor corrió por sus venas al tiempo que pensaba en huir, se negaba a solo ser usada, ella quería vivir. En cuanto su padre desapareció por el umbral de la puerta tomó todo el dinero que tenía ahorrado y huyó hacia el bosque tan solo con lo puesto, su idea era confusa pero sabía que cruzándolo se encontraba un pequeño pueblo, quizás podría encontrar un medio de transporte allí.



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En el texto hay: dioses, amor tristeza

Editado: 20.05.2019

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