Es posible, y sin temor a equivocarme, que alguna vez pensaste en abandonar este mundo, quitarte la vida , desaparecer por que te sientes inservible, una basura.
Y Arturo, lo hacía, a sabiendas de que Dayana estaba más que endeudada por salvarlo.
Arturo un día amarro diversas sogas, fue un día en que sus actos pasados lo carcomían, un dia en que Arturo s e sentía mas gusano que nunca, pese a que trato de ayudar un buen rato en quilla choza, se sentía insuficiente, inútil, empenzo a odiar la vida y con esas sogas amarradas las colgó del techo de la choza, se hizo un nudo que rodeaba de forma circular si cuello, se subió a un banquito y se dejó caer, no muy fuerte.
Pues en el fondo, Arturo no quería morir, por ello evitó que su cuello se rompiera al instante.
Y en se momento a Arturo le vino a la cabeza una historia, una que le había contado la reina
“El águila real, cuando a llegado a una edad avanzada
Y su Pico y garras son débiles, tiene dos opciones
Dejarse morir de hambre, o romperse el Pico y las garras contra lo que pueda
Cual águila vencedora ¿romperás ti pico? ¿O te dejaras morir de hambre?
Cuando te sientas cansado cual esa águila renuévate
No vale la pena morir, si aún no haz vivido
No vale la penas morir si aún te pueden salir garras y Pico nuevo
¿Por qué dejarías el tiempo que te quedaba en blanco?
Águila muerta, ya no puede volar.”
Aunque las palabras de la reina hicieron eco en la mente de Arturo, este estaba colgando de un techo, pataleaba y trataba de deshacer el nudo, pero estaba a nada de morir.
Más no era su tiempo aún, Dayana de sorpresa entró por la puerta y vio a Arturo muriendo, estaba prácticamente pálido y sin dudarlo corrió a su ayuda, tomó un cuchillo y corto la soga.
Dayana lo miro con ojos de desaprobación y le dijo
-Imbécil, si te mueres ahora moriré contigo, sabes muy bien cuanto debo y te tratas de matar, por favor si no sales de esta tu, no lo hago yo tampoco- Aunque eran palabras algo amargas, Dayana se alegro para decirlo con amabilidad.
Dayana en cierta forma recordaba mucho a Luna, una joven maltratada por la vida, que sin lugar a dudas te daría una sonrisa, una sonrisa increíble, amplia y brillante y no importara lo que pasará, el buen humor poco solía irse.
Al fin y al cabo los que de más dolencias sufren, más resilentes se han volvió.
El tercer amor de Arturo no fue Dayana, fue la muerte y sin embargo la muerte aún no lo quería.