La gota que derramó el vaso…
—Hola, Molly… Acabo de aterrizar. ¿Puedes decirme en qué hospital están? Quiero decir si es la misma clínica donde…
—Sarah... —La voz, por otro lado, solo susurró—… Carol ya no está —dijo Molly haciendo que los pies de Sarah se detuvieran.
Todos en casa estaban en shock. Nadie podía comprender la realidad.
Carol era una buena vecina y tenía muchos amigos.
Sarah no se apartó del lado de Karen hasta que su novio Jeff vino a rescatarla. Todo el mundo buscaba a Adam, pero no aparecía por ninguna parte. Y, cada vez que alguien la miraba solo tenía una cosa que preguntar.
—¿Sarah? ¿Dónde está Adam? —Preguntó esta vez Gloria, la amiga de Sarah, y esta tragó saliva.
—Yo… realmente no lo sé… —Y, antes de que pudiera decir más, Karen salió de su habitación.
—¿Qué quieres decir con que no lo sabes? Por qué no vino contigo cuando supo que ella no estaba bien —El cuerpo de Carol seguía en el ataúd y Sarah no quería que nadie oyera la verdad, y solo podía susurrar.
—Él… él estará aquí en cualquier momento —Por supuesto, ella lo sabía. Ya había llamado a George para comunicarle la noticia.
Karen la miró con decepción. Y, Sarah sabía que era porque a sus ojos, Adam y ella seguían siendo algo. Con los hombros pesados, Sarah se dio la vuelta solo para notar que un coche Porsche se detenía frente a su casa. Adam se bajó con el pelo revuelto y corrió hacia su casa. La miró, pero fue como si mirara a través de ella antes de que sus ojos localizaran a la gente reunida en el salón.
Karen también se dio cuenta rápidamente y corrió a abrazarlo. Adam abrazó a su hermana mientras Sarah se mordía el labio con fuerza.
Siempre había visto a estos dos como su familia. Y, ahora, cuando más quería abrazarlos, ella no sabía dónde estaba parada. Y, antes de que pudiera romper demasiado en los sollozos, encontró la mano de alguien en su hombro.
Girando a su derecha encontró a su madre y en un abrir y cerrar de ojos, ella la abrazó con fuerza.
—¡Mamá! —Ella gimió llorando.
Por supuesto, únicamente podía imaginar el dolor de los hermanos. Si se trataba de su propia madre, no quería ni suponerlo. Pero eso no significaba que no estuviera triste por la muerte de Carol. Ella solía llamarla todos los días, y esa misma mujer era la que le daba los secretos para ganar el corazón de Adam.
—Todo va a estar bien, cariño. Todo irá bien… —La madre de Sarah, Judith, le susurró al oído y ella se preguntó si sabría la confusión por la que estaba pasando, porque no había manera de que pudiera decir con su propia boca a nadie, que Adam y ella ya no eran nada.
Por la noche, el ataúd de Carol fue bajado a tierra y todo lo que Sarah podía recordar, era su cara de felicidad. O cómo llamaba a ella la mejor parte de su familia.
Todo el mundo comenzó a dispersarse poco después de que el pastor se fuera dejando a Adam, Karen, Sarah y algunos de sus amigos cercanos.
—¿Sarah? —ella miró a su izquierda para ver a su madre, Judith—. Creo que deberías ir con Adam… —Y, antes de que su madre pudiera decir algo más, sollozó.
—Contrólate, Sarah. Te necesitan —Oyó decir a su madre y no pudo evitar abrazarla con fuerza mientras escuchó como el novio de Karen se apresuró a decir.
—Vamos, Karen… sé fuerte… puedes hacerlo.
—No puedo… no puedo… —Karen sollozó mientras se levantaba y Adam se apresuró a abrazarla con fuerza.
Todos empezaron a marcharse dado que ahora la oscuridad era inminente y era demasiado tarde.
Judith se dirigió a su coche con Sarah y le abrió la puerta del pasajero, pero en el momento en que se acomodó tras el volante se puso en marcha.
—Sarah, sé que estabas cerca de Carol. Pero Adam te necesita, cariño. No puedo ir a buscarte. ¿Qué estás haciendo? La familia te necesita. Y parece que no eres parte de ellos ahora…
—Lo sé, mamá… lo sé… —Su voz se quebró y eso hizo que Judith la sujetara del brazo.
—Ven aquí… —Judith la abrazó más cerca y le susurró—. Lo siento cariño, sé que ustedes eran muy unidas… Nadie puede estar preparado para ello. Pero… si [MJPC1] Carol estuviera aquí, se sentiría muy triste de verte en esta condición. ¿Sarah? —Su madre estaba sorprendida. Normalmente, nunca tenía que animar a Sarah.
Ella siempre fue una cabeza fuerte y veía lo positivo en los momentos más oscuros.
Por la noche, Judith le dio unas pastillas para hacerla dormir, porque esta era la primera vez que a Judith se le estaba dificultando para tratar con Sarah.
La mujer cruzó la calle hasta la casa de Adam y preparó la cena para Karen y su novio. Una de las otras amigas comunes de Judith y Carol, Sandra, también se alojaba en su casa en ese momento.
—¿Dónde está Sarah? —Preguntó Karen y Sandra se apresuró a añadir:
—Sí, debería estar aquí…
Judith suspiró y se sujetó las rodillas para enderezar la postura.
—No lo sé. No podía dejar de llorar. Le di unas pastillas para que se durmiera…